Sapean que bus del Transantiago suena mejor que la concha acústica

Como era viernes y mi cuerpo lo sabía, agarré lápiz y papel, le dije al Fernando Campos, mi compañero de misión, que me acompañara en la travesía, y agarró papa al toque. "Compremos algo pa' tomar desayuno", me dijo. Yo le respondí: "En el camino".

Con la guata vacía y ganas de hacerla cortita llegamos hasta la estación Universidad de Chile a tomar la micro y agarramos la 424, la de dos pisos que por estos días es la sensación del respetable que transita por el centro de Santiago y paga su pasaje. No como otros...

Cuando se abrieron las puertas, los más veteranos tiraron el bastón a la chuña y subieron como cabros chicos al segundo piso de la máquina. Todos querían vacilar el viaje desde las alturas.

De hecho, todo se pasaron por el aro el límite de estatura, que está señalado en la escalera como altura máxima 1.70 centímetros. "Nos da lo mismo. Nos sirve para jugar al limbo", chacoteó Sebastián Herrera, estudiante de ingeniería en minas de la Usach.

El último en subir fue un cantante de micro, con la cabeza más blanca que la Cordillera en invierno, quien le preguntó bien tímido a uno de los asistentes que se encontraba en el microbus: "Puedo subir, jefe". Desde el bus le dijeron "¡Juegue. Pero no puede subir al segundo piso!"

Mientras yo subía la escalera y me preparaba pa' sentarme a lo pachá, el músico se acomodó y prendió una radio con la canción "Mira, niñita", de Los Jaivas, y se puso a canturrear.

En el segundo piso, todos quedaron pasmados con el sonido. "Oye, niña, que se escucha bien el joven cantante", le dijo doña Hilda Vega a la señora Patricia Cifuentes, a quien conoció en el paradero.

Y en honor a la verdad, desde el segundo piso la música se escuchaba filete. Con decir que era el comentario obligado de los pasajeros, quienes se metieron la mano al bolsillo pa' darle unas monedas al cabeza de nieve.

Si bien el tramo no fue tan largo, nos piteamos 30 minutos en llegar, pues la microlia es más tortuga que un bus oruga del Transantiago.

¿Raya para la suma?

El bus ayuda a capear el calor con su aire acondicionado, no hace ruido como las micros viejas, los asientos son cómodos, el olor a motel no existe y aún nadie le ha rayado la pintura.

Lo único malo es que a los vendedores ambulantes les da cuco subir a vender sus productos y muchos quedan con el manso diente o pidiendo agüita.

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