Stephen Hawking tenía a la Antártica chilena en su corazón

En la madrugada de ayer la muerte a los 76 años de Stephen Hawking, debido a un progresivo deterioro de su organismo, dio la vuelta al mundo.

Tan limitado estaba el astrofísico británico, aquejado de Esclerosis Lateral Amiotrófica, que hace más de diez años que ni siquiera podía comunicarse a través de su computadora parlante con sus dedos, y desde entonces lo hacía accionando los músculos faciales mediante el parpadeo con una computadora de rayos infrarrojos.

Hawking trabajó en las leyes básicas que gobiernan el universo y mostró que la teoría general de la relatividad de Einstein implica que el espacio y el tiempo han de tener un principio en el big bang, y un final dentro de agujeros negros. ¡Esa onda!

Antártica

En el país apenas se supo de su muerte, los medios de comunicación recordaron las tres veces que visitó el país.

La primera fue una charla que dio en 1987, después visitó la base Antártica chilena el 97', y la última vez que vino fue el 2007 cuando dio conferencias y fue reconocido por Michelle Bachelet.

En el 2010, en una entrevista del diario inglés The Guardian, a Stephen Hawking le preguntaron sobre sus experiencias más memorables y él recordó el viaje que realizó a bordo de un avión Hércules de nuestra Fuerza Aérea al fin del mundo. Tanto le gustó la experiencia que dijo que había sido la "más emocionante" de su vida.

El periodista Antonio Chiappe entonces trabajaba en Megavisión (actual MEGA) y participó de la comitiva de científicos, militares y reporteros que acompañó a la ilustre visita a la Antártica, e incluso lo entrevistó.

"Fui comisionado por el canal, yo sabía más inglés que la mayoría y tenía más conocimiento de esta persona porque no lo cachaban. Yo había leído sus libros en la universidad y nadie me peleó el viaje; si alguien lo ofreciera ahora, todos lucharían por ir", contó.

"Cuando llegó al aeropuerto Pudahuel me tocó ir a buscarlo y siempre cuando llega alguien conocido los periodistas le meten micrófono, a Hawking le hicieron lo mismo, y hay que ser muy estúpido para hacerlo, el único que no lo hizo fui yo y me puse a pensar que debían tener aire en la cabeza para creer que el gallo te iba a hablar, pero como no lo conocían...", explicó.

"Fue al Mercado Central y dijo que quería probar mariscos y conocer el entorno. Yo vi con mis ojos que cada vez que traían un plato él pedía probarlo, le daban un pedacito; menos de la punta de una cuchara de té, para que conociera el sabor, quería experimentar a pesar de estar encerrado en su cuerpo"

, agregó.

"Cuando aterrizó el avión pidió que no lo asistieran con la silla en el hielo. Tenía movilidad en un dedo de la mano derecha y con ese movía la silla eléctrica y en la mano izquierda usaba dos dedos con los que movía un mouse para seleccionar las palabras", contó Chiappe.

"Hizo una charla para científicos en la base Eduardo Frei Montalva, llegaron peruanos, argentinos, brasileños, americanos, rusos, y hacían brindis por el hombre y me llamó la atención que cada vez que hacían un brindis Hawking pedía que le dieran a probar y le daban con una especie de gotario. Probó una vaina y un pisco sour, muy poquito para que tuviera una sensación del trago. Si cuando comía eran cantidades muy reducidas y era papilla", dijo.

Antonio también recordó que el inglés pudo haber sufrido un accidente en su visita porque "en la Villa las Estrellas alguien le movió el brazo y le puso avanzar a la silla de ruedas y quedó patinando".

El gestor del viaje fue el físico teórico, Claudio Bunster, quien en ese momento declaró que "no es un paseo, es el gesto simbólico de un hombre gigantesco que muestra que la voluntad humana puede lograr casi lo imposible, y además esto se trata de hacer también un gesto simbólico, además de un seminario científico en la Antártica en un país como el nuestro que es esencial para su futuro mostrar que las cosas lejanas están cerca, y esto lo muestra".

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