Crónica

Tienda de Concepción tiene la escoba con su "Bond, Jeans Bond"

No tienen licencia para matar, a un hombre con una pistola de oro o a un agente secreto con la mansa pintacha, pero en la tienda penquista “Jeans Bond” tienen claro que el mañana nunca muere, y el consumismo jaguar tampoco.

Por eso mismo que el local número 32 del Pasaje Musalem, una galería ubicada entre las calles Maipú y Freire en la capital del Biobío, no da abasto con tanta clientela que se deja caer por sus dependencias atraída por el nombre, y eso que ¡ni vende tolonpas!

Nones. Lo más parecido a las pelis de James Bond que tiene el local es un nonito que se chanta en la puerta, don Charlie, y quien vendría siendo una especie de “M” (el jefazo del agente en las películas más viejas), aunque Hollywood no es lo suyo.

Según nos soltó, el hombrón, que es oriundo de Taiwan, lleva más de 30 años administrando el boliche y aún así no tiene idea por qué le chantaron ese mote.

"La verdad es que no tengo idea porque le pusieron Jeans Bond. Sobre ese nombre no tengo nada que decir, no tiene na' que ver conmigo, la gente pregunta mucho, pero yo no sé", soltó el viejito.

Uno que sí lo hace, o al menos lo intenta, es Leandro Escalona, un sociate de 24 peras que reparte palos al interior del local y que labura rodeado de minocas. Sí, tal cual, porque el compipa las hace de guardia de seguridad (de ahí lo de los palos), y como en la tienda venden ropa, prácticamente todos sus colegas usan falda, lo que no es malo.

"En este local se vende harto porque toda la gente viene atraída por el nombre. Les gusta decir que se compran la ropa en Jeans Bond", lanzó entre risas.

Todo menos Jeans

Pese al interés que el boliche despierta entre la barra penquista, un equipo del diario pop liderado por un joven y abnegado periodista constató en terreno que el cuartel general de la región del Biobío efectivamente no tiene jeans, y eso que venden "de todo".

Entre un amplio abanico de productos pa’l deleite de los comensales, en Jeans Bond tienen cortinas a 5 lucas, y ese sería su chiche más carozzi.

Con eso en cuenta, en el local cachan al vuelo que lejos de espantarse al no encontrar el producto que sale en el nombre, los clientes se quedan "porque los precios son baratos. Vendemos poleras y polerones a mil, y esa es la mano", disparó Escalona, en lo que asoma como un buen día para hacer volar las tarjetas de crédito y llevar de lo bueno.

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