Manuel De Tezanos y su recuerdo del Chino Ríos: "29 de marzo del 98"

¿Cómo viste el partido ese 29 de marzo de 1998? Yo me acuerdo perfecto. Fui a almorzar a la casa de mi tío Julio, que tenía la tele más grande de la familia y como no existía el HD, el porte del televisor era factor clave, más aún para ver tenis.

Tras el asado de rigor, nos apretamos los 20 en el living como pudimos. Yo quedé al fondo y lo vi de pie. Lo viví como un partido de fútbol, con la diferencia de que cada punto era un gol. Festejé como desaforado. No sólo era ganar. No era sólo el número uno… era ver a alguien tan talentoso, tan extraordinario y poder decir 'ese hueón es chileno'.

Alguna vez podremos tener otro número uno del mundo ¿Por qué no? Estadísticamente es posible. Chile ha tenido grandes deportistas en su historia y perfectamente puede salir otro muy bueno que llegue a ser top mundial. Lo que es muy improbable es que tengamos otro Chino Ríos. Otra mezcla tan desconcertante de talento e irreverencia.

Era tan bueno que el mismísimo Roger Federer llegó a decir que sólo por verlo jugar a él pagaría una entrada… pero era tan irrespetuoso que el también enorme John McEnroe lo trató de "pequeña mierda".

Ganó cinco Masters 1000 distintos, mismo número de veces con que se hizo del premio "Limón" al tenista más pesado de Roland Garros.

El Chino Ríos en la cancha se comportó como en la vida. No estaba dispuesto a respetar reglas ni códigos sociales. Por eso se atrevía a probar tiros y jugadas que otros ni se imaginaban que podían hacer.

Su rebeldía era parte fundamental de su talento. Porque vivía y razonaba distinto, jugaba distinto. Tuvo triunfos gloriosos y llegó a lugares que parecían imposibles, pero también se aburrió y se taimó en momentos insólitos.

Echó a Larry Stefanski, entrenador que lo llevó al uno, porque "no se estaba divirtiendo". No quiso llevar la bandera en los JJ.OO. por una pataleta.

Siento que nunca dimensionó bien su trascendencia, ni lo que es ser un ídolo. Nunca le importó. Nunca se tomó en serio esa condición. Creo que no sospecha el cariño y la admiración que siempre hubo detrás de los aplausos.

No se imagina los buenos recuerdos que evoca en la gente cuando se habla de sus partidos. Desde la cimarra para ver una segunda ronda en Estoril contra el rumano Voinea, hasta el asado en la casa del tío Julio el 29 de marzo de 1998 para verlo número uno del mundo en Miami contra André Agassi.

Por esos recuerdos, muchas gracias, Marcelo… aunque no estés ni ahí.

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