Chábeli, Julio Jr., Enrique, Miguel Alejandro, Rodrigo, Victoria, Cristina y Guillermo. Ocho hijos cosechó Julio Iglesias y nunca, nunca hizo el amago de, al menos, ponerle “Chile” al segundo nombre de uno de los críos. Por Dios. Y olvídese, eh, porque él mismo ha dicho que no remece un catre desde 1995...

Con 70 años que más parecen 69, Julillo otea nuevamente hacia la Quinta Vergara, el mismo escenario donde se hizo popular en 1969 y en donde inventó su primera "mosca" para autografiar cuadernos de quinceañeras... y las no tanto.

Y acá en Chile, toda cocoroca, la tía Coty, la romántica alcaldesa de Viña, quiere ver de terno entero al "susurriento" baladista, capo entre capos y grupiento a raudales. "Los artistas somos todos así, unos mentirosos", se justificó alguna vez, no sin antes anunciar que haría una canción con la letra de un poema de Pablo Neruda... Y dale.

El autor de "La vida sigue igual" y de la frase hecha "os amo, os quiero, os adoro" es toda una sandía calá que hoy, para suerte de la edil, ya no cobra tan caro como antaño: 200 mil dólares por pasear su voz, enrostrar una sonrisa que la envidia desde hace décadas el amigo Farkas y el tostado fascinante a lo Cruz-Johnson, mezclado con el de Luis Miguel y César Antonio Santis.

Si bien se ha presentado en Viña en cuatro ocasiones, al Festival no viene desde 1981, año en que el alcalde e ingeniero Edmundo Crespo soltó 800 mil dólares para armar el Festival más bacán que se recuerde, con cabritos como el “Pumita” Rodríguez, Miguelito Bosé, Camilín Sesto, Leíto Favio, el barbón semicano Ray Conniff y los loquillos de KC & The Sunshine Band, que se agarraron con un columnista que trató de “afeminada” su música.

Ya “cabras”, a ponerle elásticos a los chitecos, desempolvar la mini y ajustar la garganta, mire que se nos viene Julio Iglesias a Viña del Mar. El grito, el grito, el grito... ¡¡¡Aaaahhhhhh!!!