La noche en que Rodrigo González pasó de feo a "feo VIP"

Cuando el equipo de Rodrigo González llegó a su camarín  en la Quinta, pasaditas las 22 horas, vimos la puerta tapizada con su cara. Sí, “vimos”, porque este humilde reportero pop puso su granito de arena ahí (ver recuadro). Todos pensamos lo mismo, “es la puerta más fea que hemos visto”. Había humor y ya contábamos con el cariño de la gente que durante el día le había tirado buena vibra al ñatito.

En el catering, unos quesitos, tapaditos, pisco sour, ron, té, café, agua y bebidas varias. Súmele la chorrera de pomadas que tiene Chilevisión y que piden una palabrita. Era un camarín algo más grande que el depa miserable que contó el “perro”, como le dicen, en la rutina y donde había casi una decena de pericos (guionistas, hijos, pareja, yunta, fonoaudiólogo, mánager y fotógrafo). Pero contaba con baño y un climatizador que el artista no quiso prender pa’ no arriesgar la garganta.

En la tele veíamos el show de Eros Ramazotti a poco volumen y yo pensaba, “bueno, pasaremos de la belleza europea a la lindura del chileno promedio”. Había humor.

Tras tomarse un sour y masticar unos quesitos el artista pidió silencio para poder concentrarse. Luego comenzaron a maquillarlo en medio de un silencio digno de retiro espiritual. Hasta que el maquillador largó, “como que está caluroso aquí”, mientras le corría la gota por la chasca alisada. Ahí todos estallamos en risa bajo lo que parecía ser los gritos de la Quinta.

Los hijos al palco, ejercicios de rigor pa’ la dicción y los libretistas a una caseta donde Murillo capitaneaba la muela para apoyar si era necesario el texto. El resto de nosotros tomábamos el tiempo y seguíamos el texto escrito. A la medianoche las cartas estaban echadas y la final ganó el humor en un país hecho pa’ risotadas.

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