"Mea Culpa" no sólo se ha convertido en un clásico de la televisión chilena, sino que además ha sido parte de la evolución de nuestra pantalla chica.

Con cuáticos relatos de crímenes de amplia repercusión social, la pomada de Carlos Pinto se ha caracterizado durante años por contar de la manera más completa posible la historia de un caso digno de crónica roja. Por ese litro, la pomada siempre ha mostrado preocupación por explicitar las causas y consecuencias de los crudos actos que han motivado cada capítulo de la realización.

Así, el programa de investigación ha navegado a través de la vida de aquellos hombres o mujeres que, muchas veces sin quererlo, se han convertido en criminales, procurando otorgar una explicación a los escalofriantes hechos estampados en cada relato.

Mucho más allá de encasillar a las personas como "semillas de maldad", los ágiles de la pomada se han esmerado en mostrar a las personas como un "producto social", explicando paso a paso la historia de un crimen.

ENTREVISTAS

Uno de los principales aportes del programa, además de su metodología, ha sido la capacidad de la producción del causeo para conseguir los testimonios de los mismísimos protagonistas, agregando detalles nunca antes revelados.

En la presente temporada hemos sido testigos de cómo una mujer que creció en la calle y mató a un indigente, encontró en la cárcel la educación y la familia que nunca antes conoció, hasta el punto de no querer abandonar la cana. Así también, cachamos cómo un perico confesó más crímenes de los que ya estaba purgando. Pinto, a la hora de los quiubos, es sencillamente el entrevistador más certero de Chile. El trabajo audiovisual ya no destaca, pero es parejito.