Por Paulo QuinterosCuando el pop se acerca a la perfección: Dua Lipa entregó un show inolvidable en el Estadio Nacional
En una noche de energía desbordante y precisión absoluta, Dua Lipa transformó el Estadio Nacional en una celebración del pop en su máxima expresión, combinando técnica, carisma y espectáculo en un concierto que rozó lo impecable.

¿Puede existir un show perfecto? Dua Lipa sin duda se acercó a responder esa pregunta en el primero de sus dos shows en el Estadio Nacional.
Ante 61 mil asistentes, en un recinto repleto en el que parecía no caber un alma más, la británica convirtió al estadio en una maquinaria de sincronía total, donde casi nada quedó al azar y todo brilló con intensidad.
Desde el arranque con “Training Season”, la canción que marca el inicio de sus shows en este tour de “Optimismo Radical”, la artista impuso un ritmo que no cedió durante sus interpretaciones y que desde el primer minuto funcionó como un acto de encantamiento colectivo.
Basta decir que, mientras las luces pulsaban al compás de su voz y el escenario se expandía con una energía que parecía infinita, Dua Lipa movió las caderas y se desplazó teniendo bajo completo control a los presentes desde el principio.
Por eso, a los pocos minutos, era evidente que el público entendía que estaba presenciando una demostración de poder pop de alto calibre y un espectáculo de la más alta clase mundial.
Todo sonaba perfecto, todo lucía único y Dua Lipa estaba tan radiante como una artista puede estar sobre un escenario.

Siguiendo un setlist que ya ha entrenado en los más grandes escenarios del mundo, la cantante no tardó en pedir “un poco de ruido” en su primera interacción con la gente al comienzo de “End of an Era”. Por supuesto, aquello desató una ovación ensordecedora al final de ese mismo tema.
Luego, al preguntar: “¿Santiago, estás listo para la fiesta?”, el estadio rugió. De inmediato fue claro que no había distancia entre la artista y el público, ya que cada gesto suyo se transformaba en un movimiento sincronizado, especialmente en el sector de la cancha dividida en tres sectores.
Y en un primer acto que también incluyó temas como “Break My Heart” y “One Kiss”, el Nacional se transformó una y otra vez en una pista de baile masiva. Las pantallas, las luces y el cuerpo de baile se ensamblaron con precisión, representando la industrialización del pop en su forma más pulida: un engranaje sin fisuras al servicio de la fiesta compartida que convocó Dua Lipa.
A lo largo de todo aquello, el show sin duda tuvo puntos altos en los hits. Por ejemplo, durante la pegajosa “Levitating”, las chispas iluminaron el aire con fuegos artificiales y la cantante elevó a la multitud de forma simbólica.
De hecho, la canción marcó un instante en que el espectáculo se volvió comunión y todo el estadio levitó con Dua Lipa. Ese no fue el único de esos momentos. En varias ocasiones la audiencia se unió a la cantante, como cuando los presentes creaban su propia decoración del Nacional con un verdadero mar de luces en movimiento con los smartphones.

Siguiendo esa ruta, y tal como sucede en todas sus presentaciones, durante el concierto también hubo un instante reservado para la conexión local. La artista dedicó un espacio especial a Chile, repitiendo un gesto que ha marcado su paso por lugares como Liverpool, en donde interpretó “Let It Be”, y recientemente por Argentina, con versiones de Soda Stereo y Miranda!.
En el caso de Santiago, ese momento tuvo de protagonista a “Tu Falta de Querer” de Mon Laferte, provocando así una de las ovaciones más fuertes de la jornada. Y aunque esa selección no fue la mayor de las sorpresas, la audiencia cantó de principio a fin junto a Dua Lipa, siguiéndola con aquello de: “Hoy volví, a dormir en nuestra cama, y todo sigue igual”.
Lo que sí cambió fue el vestuario, la utilización de una plataforma - que se elevaba de forma espectacular junto a llamaradas - e incluso la ubicación de los miembros de la banda de acompañamiento. Todo ese tipo de cosas reforzaron la idea de que se estaba frente a una presentación meticulosamente diseñada.
Lo importante es que aquello nunca fue un problema, ya que hubo componentes que difuminaban las líneas de lo premeditado, especialmente cuando Dua Lipa buscaba conectar directamente con su audiencia.
Además, el propio escenario, marcado por dos gigantescas pantallas, entregaba la sensación de ser aún más inmenso de lo que era y eso ayudó a que el ambiente continuamente estuviera modificándose.

Sumen los juegos de luces, el papel picado y el gigantesco desplante de Dua Lipa, quien se adueñó y movió por cada rincón de los caminos que estaban predefinidos.
Todos esos elementos impulsaron a que el espectáculo constantemente buscara engrandecerse, provocando reacciones que le quitaron rigidez al esquema base.
Lo otro llamativo de mencionar es que incluso en su estudiado esquema hubo espacio para el azar. La primera fanática con la que Dua Lipa decidió interactuar era de nacionalidad argentina y, para sorpresa de nadie, hubo pifias y gritos clamando el nombre de Chile.
Más allá de la situación en si, ese momento igual reflejó que la cantante está dispuesta a supeditarse a lo impredecible que representa la reacción de un fan superado por la emoción. Eso sin duda le da soltura y, obviamente, más naturalidad al esquema.
Al mismo tiempo, aunque esa secuencia de interacciones se extendió un poco más de la cuenta, pues el show hasta ese momento no había dado respiro alguno, igual en todo eso también hubo al menos una cosa para rescatar: la emoción de los fans en esos momentos transmitió la idea de que esas personas vivieron un momento que no olvidarán nunca.
Y mucho del espectáculo también sustentó la idea de estar presente ante una vivencia inolvidable.

A la larga basta remarcar que el cierre del concierto, con hits como “New Rules”, “Don’t Start Now” y “Houdini”, desataron el desenlace natural de la euforia y un nuevo punto alto en donde las reacciones de la gente se fusionaron con la entrega de una Dua Lipa que no se guardó nada y siempre se mostró dándolo todo.
Miles de voces repitieron cada palabra mientras la artista conducía los coros y el show alcanzaba su punto máximo de desborde y emoción.
Entonces, tras todo lo anterior, solo queda preguntarse: ¿fue un show perfecto? Quizás no, en el sentido de que la perfección no es realmente propia de la humanidad. Pero Dua Lipa igual demostró que, incluso cuando todo está preparado y estudiado al milímetro, el pop puede acercarse a esa frontera perfecta como una forma de arte vibrante, tan grande como puede hacerse en términos técnicos y, por sobre todo, profundamente emocional.
Y eso, en sí, es lo más parecido a la perfección que puede existir sobre un escenario.
Dua Lipa volverá a presentarse este 12 de noviembre y las últimas entradas están a la venta en Ticketmaster.
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