Espectáculos

Los Bunkers en el Nescafé de las Artes: la fiesta recién empieza

Esta propuesta acústica, desenchufada, más íntima si se quiere, le sienta especialmente bien al grupo penquista. Con un mix de éxitos y homenajes —y claro, la inclusión de varias canciones que merecían sitio en el repertorio original del Unplugged—, completaron una presentación sólida que, por si fuera poco, pareció beneficiarse del recinto capitalino.

Foto: Pedro Rodríguez

Eran las 20.10 horas, ya Dulce y Agraz había hecho de las suyas y concluía “Charagua”, cuando de pronto se corrió el telón y ahí estaban ellos, Álvaro, Gonzalo, Francisco, Mauricio, Cancamusa, Los Bunkers, dispuestos a iniciar por todo lo alto, con “No me hables de sufrir”, greatest hit de su catálogo, la primera de veinticinco presentaciones en el teatro Nescafé de las Artes, trigésima fecha de su gira —chilenomexicana— acústica.

Siguen deprisa con otras dos de esas canciones que decenas de miles corean desde hace décadas —“Yo sembré mis penas de amor en tu jardín”, “Las cosas que cambié y dejé por ti”— y presentan, a cuentagotas, a los músicos que completan la sólida formación que tramaron para su MTV Unplugged. A fin de cuentas, el mismo sonido, (casi) la misma escenografía, esto es una extensión de ese registro. El primero en llevarse los aplausos fue, a cargo del theremin, teclados y vibráfono, Martín Benavides. “El rey del metro cuadrado”, lo elogió Mauricio Durán, más desenvuelto, acaso juguetón con el público.

“¿Nos están cosificando?”, preguntó —por consignar un ejemplo— cuando una parte les protestaba “¡mucha ropa, mucha ropa!”. Álvaro López será quien lo secunde en cada intervención. Aquí respondió a esos gritos: “Ya estamos viejos pa’ esas hueás”.

Álvaro López.Foto: Pedro Rodríguez

“El necio”, acompañado por versos de Jorge Teillier, otra emotiva versión de “Calles de Talcahuano” y “Canción para mañana” devenida “Al final de este viaje” le abren paso a “La exiliada del sur”, que, como peculiaridad, cierran Cancamusa y Carmen Ruiz poniéndole voz al fragmento de Riñihue y Violeta Parra. Ruiz —mexicana, cantante, acordeonista— más tarde volverá al centro de la escena.

A estas alturas, la banda ya pidió aplausos para ella, para Víctor Contreras y Sergio Ramírez al cuidado de los vientos (“Todo lo que se sopla lo tocan increíble”, se rió Durán) y para Gregorio Madinagoytía (tiple, charango), su excompañero en un taller de instrumentos musicales, impartido por Fernando Saavedra, en Concepción.

Pero aún faltaban unas invitadas, que se tomaron el escenario después de “Entre mis brazos”, una de las sorpresas, “Rey” y el cover “Let ‘em in” de Wings. El Cuarteto Austral —Valentina del Canto en violonchelo, Priscilla Valenzuela en viola, Macarena Mendoza y Javaxa Flores en violines— que protagonizó “Llueve sobre la ciudad” y escoltó a la banda en “El hombre es un continente”, “Si estás pensando mal de mí”, un improvisado saludo de cumpleaños a alguien del público y una canción que mereció ser considerada en el Unplugged, “Quien fuera”, original de Silvio Rodríguez, a quien a propósito Álvaro López destacó como “el favorito de Evelyn Matthei”.

Los Bunkers tendrán otros 24 conciertos en el recinto.

Ahora son las 21.43 y Francisco Durán le pide a todos que se pongan de pie, ya pasaron “Sur” y “Noviembre” y es hora de moverse. Con “La velocidad de la luz” comienzan a despedirse, piden más compromiso del público con el estribillo. Luego vendrá un momento que de seguro nunca olvidará Augusto, un pequeño que cargaba un muñeco de Juan Carlos Bodoque al que subieron para cantar juntos “Una nube cuelga sobre mí”. La nostálgica “Quiero dormir cansado”, “Nada nuevo bajo el sol” y ese himno triste que lo cambió todo, “Miño”, parecen cerrar un setlist contundente.

Pero al rato, como bis, Cancamusa arranca a solas lo que en unos minutos será una “Ven aquí” en clave cumbiera que precede al verdadero cierre, “Bailando solo” ensamblada a “Heart of glass”, clásico de Blondie con Carmen Ruiz en la piel de Debbie Harry, mientras desde lo alto asoma una bola de disco que vuelve loco (más aún) al recinto.

Mix de hits, sorpresas —cinco tracks más que el Unplugged— y covers, el primero de los veinticinco Nescafé de las Artes de Los Bunkers se extendió por poco menos de dos horas y veinte minutos. Un viaje acaso más íntimo, no por eso menos macizo, que busca de una vez por todas hacerle justicia a ese amor que sienten por la música acústica, algo que —ellos mismos precisaron— “es muy previo” a su amor “por la música eléctrica”.

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