Weezer en Fauna Primavera: una comunión azul y eléctrica con sus fanáticos
Celebrando los 30 años del “Blue Album”, la banda transformó el festival en un coro masivo, donde cada canción fue un himno y cada verso una conexión instantánea con su público.
Desde que sonaron los primeros compases de My Name Is Jonas, en el número de cierre de la primera jornada del Festival Fauna Primavera, el ambiente en torno a Weezer se transformó en una algarabía que la mayoría de las bandas quisiese generar.
No hubo presentaciones grandilocuentes ni necesidad de discursos: bastó con que el sonido inicial emergiera del escenario para que miles de voces se fundieran en un mismo canto.
A partir de ahí, lo presenciado en el Parque Ciudad Empresarial fue una auténtica comunión musical.
Durante casi hora y media, los fanáticos corearon absolutamente todo, en una suerte de ritual compartido que tuvo más de ceremonia emocional que del concierto que fue promocionado como una celebración del legendario Blue Album.
En ese contexto, por momentos, especialmente para quienes estaban en las primeras filas, fue notorio que las voces del público llegaban a escucharse tan fuerte como la propia música de la banda californiana.
También fue evidente que el grupo, curtido por más de tres décadas de trayectoria, desplegó un show sólido de principio a fin. Rivers Cuomo apenas habló con la audiencia, incluyendo algunas frases en español, pero no hizo falta ningún discurso: la conexión fue inmediata y sostenida, como si público y banda respiraran al mismo ritmo.
A partir de ahí, en las primeras filas se multiplicaban los saltos, los gritos y las peticiones por canciones que nunca llegaron, mientras el setlist avanzaba como una máquina bien aceitada, con precisión y entrega.
La experiencia y el oficio del cuarteto de ese modo quedaron en evidencia, en una presentación que se sintió fluida y absolutamente segura.
En ese camino, un elemento llamativo fue ver a Pat Wilson empuñando la guitarra en vez de la batería, un cambio que ya es costumbre en las giras recientes, con Josh Freese -ex Foo Fighters- haciéndose cargo de los tambores con precisión.
Hubo también espacio para otras armas del arsenal de la banda. Ahí estuvo, por ejemplo, el cover de Enter Sandman, parte de su participación en el tributo The Metallica Blacklist. Esa interpretación desató una ovación que reafirmó el espíritu festivo del show, con todos coreándola como si perteneciera al propio catálogo de Weezer.
Por supuesto, hubo muchos temas ausentes en este repertorio, algo comprensible considerando la extensa discografía del grupo. Basta decir que faltaron The World Has Turned and Left Me Here y Only in Dreams, los dos temas del Blue Album que no se escucharon en esta celebración.
También quedaron fuera canciones como (If You’re Wondering If I Want You To) I Want You To. Sin embargo, esas omisiones eran inevitables y, más allá de ellas, el repertorio no dejó espacio para decepciones. Basta decir que el cierre con Buddy Holly fue la detonación de algarabía, saltos y emoción que todos querían y esperaban.
En esa explosión de sensaciones, lo que se remarcó fue un reencuentro. Un viaje colectivo para volver a abrazar a una banda que solo había estado en el país una vez y que, tres décadas después de su debut, mantiene intacta su capacidad de conectar inclusive con los más jóvenes, quienes también estuvieron muy presentes en esta jornada.
Por eso basta remarcar que cada canción fue una pieza viva de una historia compartida. Una experiencia común que selló la noche con una certeza: Weezer sigue siendo parte esencial de la banda sonora de varias generaciones.
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