Así sin más, el indio Ram Chandra Chavan salió a pasear a pata con algo que se asomaba como pesado en su mano izquierda. Los que pasaban por su lado quedaban así con la mansa tarasca abierta y las féminas chillaban como en las pelis de horror del año de la pera. ¿Por qué? ¿Es el compadre como nuestro Conde Vrolok?

O sea, el caballero de 60 peras es feazo, pero nunca tan monstruoso, sino que tenía agarrada de las mechas una cabeza humana de largos cabellos, que goteaba sangre. Por eso las caras de asco, los guajardos espontáneos de los transeuntes y los alaridos de yeguas de las evas espantadas en las calles de la ciudad de Pune.

La historia detrás de la escena de cuco dice que Ram estaba cachudo, tirando para cornudo, ya que suponía que su esposa de 45 años le ponía lo que es gorro hasta más abajo de las orejas con su yerno, o sea, el esposo de su hija.

Según su mente enferma de celos, su mujer, Sana, le tenía el lomo como piso de fonda dieciochera de tanto zapatearle.

Por eso, en un rapto de furia demencial, agarró un cuchillo y, como los malos perdedores, como los pencas y malos pa’l catre, decidió degollarla y decapitarla.

Y así, con el alma tranquila, agarró la cabeza de Sana y se fue a la pega de guardia de seguridad hasta que fue detenido por policías municipales.

"Tenían problemas y la relación parece que no iba bien, porque sospechaba que la mujer estaba con otro hombre, aunque no está claro que le fuera infiel, y tuvieron una discusión", dijo un vocero policial.