Hacía posar a sus víctimas y tenía un extraño fetiche: el espeluznante caso del “fotógrafo asesino”

Asesino serial cayó tras la valiente reacción de una de sus víctimas.
Asesino serial cayó tras la valiente reacción de una de sus víctimas.

El bullying que sufrió de niño y el rechazo de las mujeres, terminaría por marcar la personalidad de un despiadado criminal.

El caso del “fotógrafo asesino” da cuenta de la crueldad que puede alcanzar una mente homicida.

Sin embargo, es el pasado de estos criminales el, que muchas veces, origina perturbadores comportamientos y marca un sangriento destino.

Tal fue el caso Harvey Glatman, quien de niño fue víctima de bullying debido a su apariencia. Por el tamaño de sus orejas, lo apodaban Dumbo en la escuela de su natal New York (1927), en Estados Unidos.

Las constantes burlas repercutieron rápidamente en su personalidad; un chico solitario, introvertido y, aparentemente, inofensivo. Lo que todos desconocían era el odio que se comenzaba a acrecentar en su interior. Sobre todo contra quienes lo ignoraron o repudiaron, especialmente las mujeres.

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Harvey Glatman.

Los primeros ataques

Con apenas 17 años, Glatman planificó un espeluznante “juego”. Luego de comprar una pistola de juguete, salió en búsqueda de algunas adolescentes.

Una vez que intimidaba a sus víctimas con el arma, las obligaba a quitarse la ropa. Y si bien no concretó los ataques sexuales, parecía disfrutar de sus fechorías.

Fue apodado como “el Bandido fantasma” y causó revuelo en la ciudad. Una vez detenido, pasó cinco años en prisión.

“El asesino de chicas glamurosas”

Con casi 30 años, en el verano de 1957, el criminal comenzarían a cometer los delitos por el que fue conocido como “el asesino de chicas glamurosas”.

Valiéndose de una cámara fotográfica, Harvey contrataba modelos que querían despegar en el mundo de la moda. Les decía que trabajaba para revistas importantes.

Una de las víctima fue Judith Ann Dull, a quien trasladó al supuesto estudio de un amigo. Cuando llegaron, Harvey le pidió que se pusiera un blusa y una falda.

Si bien Judith siguió las instrucciones, desconocía que su asesino ya tenía unas cuerdas preparadas. Para no levantar sospechas, le aseguró que las imágenes serían para una revista de detectives, por lo que necesitaba atarla.

Una vez conseguido el objetivo, su actitud cambió: sacó una pistola, apuntó a la mujer y la amenazó de muerte. Junto con fotografiarla, la violó en dos ocasiones. Finalmente, condujo hasta el desierto, le quitó la vida y enterró el cadáver junto al árbol. Eso sí, conservó los zapatos de la víctima. Ante el tribunal, dijo que los quería “como recuerdo”.

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Judith Ann Dull

Más víctimas

En 1958, Harvey ingresó al Club de Corazones Solitarios y se hizo llamar George Williams. Allí conoció a Shirley Ann Bridgeford, quien luego de acceder a dar un paseo en auto, se negó a una propuesta sexual del criminal. Éste la amenazó con un arma, la obligó a quitarse la ropa y la violó.

Siguiendo su modus operandi, le tomó fotografías, la estranguló hasta quitarle la vida, dejó su cuerpo apenas tapado por maleza y se llevó los zapatos.

Misma suerte corrió Ruth Mercado, una modelo que ofrecía sus servicios para posar desnuda ante una cámara.

Su cuarta víctima fue Lorraine Vigil, quien logró escapar del auto de Glatman después de morderle la mano.

Detenido por la policía, el asesino intentó apelar a un “impulso repentino”. Pero cuando las autoridades registraron su casa, todo terminaría por destaparse: cientos de fotografías de mujeres posando desnudas y amordazadas confirmaban una inminente condena.

Su confesión sólo agravó las cosas. “La razón por la que maté a esas chicas fue porque me lo pidieron. Todas lo pidieron. Todas”, le dijo a un policía.

En noviembre de 1958, el Tribunal de San Diego lo declaró culpable de los tres asesinatos y el 18 de septiembre de 1959 es ejecutado en la cámara de gas.

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