Una huelga masiva que terminó con condenas en la horca: la historia de sangre que dio origen al Día Internacional de los Trabajadores

El Día Internacional de los Trabajadores, o Primero de Mayo, es la conmemoración del movimiento obrero mundial. Este grabado de 1886 muestra al pastor metodista Samuel Fielden  mientras la bomba explota en medio de la pelea.
El Día Internacional de los Trabajadores, o Primero de Mayo, es la conmemoración del movimiento obrero mundial. Este grabado de 1886 muestra al pastor metodista Samuel Fielden mientras la bomba explota en medio de la pelea.

El 1 de mayo de 1886, en reclamo por una jornada de ocho horas, comenzó una huelga masiva en Estados Unidos que tuvo como epicentro a la ciudad de Chicago. Tres días después se generaría un incidente con la policía que terminó con la muerte de trabajadores y cinco condenas a la pena capital.

La detonación de un artefacto explosivo fue el punto de quiebre. Un policía murió a causa de la detonación, dando pie a la ofensiva de sus colegas, quienes abrieron fuego contra la multitud. La represalia de las fuerzas de la ley llevaron a la muerte de un número no determinado de obreros y dio paso a la declaración de un estado de sitio y toque de queda que se extendió por los días siguientes.

Lo anterior ocurrió durante la noche del 4 de mayo de 1886 en la esquina Haymarket, en la ciudad de Chicago, en donde más de 20 mil trabajadores protestaban debido a que no se estaba cumpliendo una ley, promulgada por el presidente Andrew Johnson, que establecía una jornada laboral de 8 horas, en un beneficio que inicialmente solo estaba centrado en los empleados de las oficinas federales y para quienes trabajaban en obras públicas.

Que no se respetase esa legislación por parte de los grandes contratistas de obras públicas, que de todas formas contenía cláusulas para permitir más horas de trabajo como consecuencia del cambio gigantesco generado por la Revolución Industrial en las urbes, motivó a la movilización de las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos. Las mismas que durante décadas ya venían reclamando por mejoras en las condiciones pues en aquellos tiempos podían existir jornadas de más de 18 horas.

En esa línea, lo que ocurrió en Chicago comenzó con una huelga masiva, el 1 de mayo de ese año, cuya mayor consecuencia inmediata terminó siendo la ejecución de sindicalistas anarquistas que fueron acusados por la muerte del policía en la plaza Haymarket.

Tres años después, en 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional estableció el Día de los Trabajadores no solo como una jornada reivindicativa, sino que también como un homenaje a los Mártires de Chicago, entre los que se incluían tres periodistas.

“¡Tengan coraje, esclavos!”

Antes de la huelga, la prensa se puso del lado opuesto a los trabajadores, asegurando que la jornada de 8 horas permitiría que “los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarquistas”.

Por ejemplo, medios como el New York Times llegaron a publicar que: “las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo”. Pero pese a esas declaraciones, la movilización generó la paralización miles de trabajadores.

En ese escenario, Chicago terminó convirtiéndose en el foco del movimiento, ya que en esa ciudad las condiciones eran peores que en el resto del país y existían jornadas de 14 horas.

Fue ahí que un hecho particular encendió la mecha: una fábrica de maquinaría agrícola, llamada McCormick, era la única que seguía en funcionamiento en medio de la huelga.

Claro que las condiciones en aquél lugar tenían su propia historia, ya que antes de los sucesos del 1 de mayo, los trabajadores de aquella fábrica ya estaban en huelga. Tras la muerte del dueño, que había dejado fondos para la construcción de una iglesia, su heredero decidió generar descuentos en los salarios de los trabajadores que decidieron movilizarse. Pero ante la paralización, un grupo de rompehuelgas mantuvo la producción.

Todo llegó al siguiente nivel el 3 de mayo, ya que luego de que terminase el turno se generó una pelea campal entre los trabajadores paralizados y los rompehuelgas.

Y en medio de ese conflicto de golpes y pedradas, enarbolado porque un día antes la policía había disuelto violentamente un mitin de 50 mil huelguistas en el centro de Chicago, un grupo de policías terminó disparando a quemarropa y provocó la muerte de seis personas, dejando decenas de heridos.

El hecho motivó a que el periodista anarquista alemán Adolph Fischer, quien trabajaba para el periódico Arbeiter Zeitung, imprimiese una proclamación que avisaba que “la guerra de clases ha comenzado”.

“Ayer, frente a la fábrica McCormick, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas! Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden... ¡Sequen vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tengan coraje, esclavos! ¡Levánse!”, decía el mensaje escrito en alemán.

Las ejecuciones del caso Haymarket. Foto: Museo de Historia de Chicago
Las ejecuciones del caso Haymarket. Foto: Museo de Historia de Chicago

Los Mártires de Chicago

Tras lo sucedido en Haymarket, y una campaña de la prensa que apuntó como sospechosos “a la plana mayor de los anarquistas”, quienes en su mayoría eran de origen alemán, en junio de 1886 se concretó un juicio que fue considerado como una farsa.

El mismo terminó con el procesamiento de ocho acusados que fueron declarados culpables por ser “enemigos de la sociedad y el orden establecido”. Tres de los condenados terminaron en prisión, incluyendo dos cadenas perpetuas, mientras que otros cinco trabajadores fueron condenados a morir en la horca.

Entre esos cinco condenados a la pena capital se incluía a Fischer, ya que su proclamación tras la matanza en la fábrica fue utilizada como principal prueba acusatoria, y también el periodista estadounidense Albert Parsons, quien no estuvo presente en Haymarket, pero decidió aceptar el juicio para acompañar a sus compañeros.

Cuatro de los condenados fueron ejecutados al mismo tiempo y August Vincent Theodore Spies, el otro periodista del grupo, fue el último en emitir una declaración. “La voz que van a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”, prometió antes de su ejecución en la horca.

Casi siete años después de sus muertes, el gobernador de Illinois criticó el uso de armas de fuego para reprimir la huelga e indultó a los tres condenados que se mantenían en la cárcel.

Ahí afirmó que esos casos, junto con las ejecuciones, fueron resultado de la “histeria, jurados empaquetados y un juez parcial” que “nunca descubrió quién había tirado la bomba que mató al policía y la evidencia no muestra ninguna conexión entre los acusados y el hombre que la tiró”.

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