La simbólica joya marca el final oficial del Papa Francisco y el inicio del periodo de Sede Vacante, mientras la Iglesia se prepara para elegir a su sucesor.
Con la muerte del Papa Francisco, se pone fin no solo a uno de los pontificados más singulares en la historia reciente de la Iglesia Católica, sino también a un conjunto de tradiciones profundamente simbólicas.
Una de ellas, la destrucción del “Anillo del Pescador”, vuelve a estar en el centro de la atención pública.
Este anillo, también conocido como annulus piscatoris, es más que una joya: representa la autoridad del Papa como sucesor del apóstol San Pedro, quien fue, según la tradición cristiana, el primer pontífice y pescador de oficio.

Cada nuevo Papa recibe un Anillo del Pescador al inicio de su pontificado. Y, según explica Heraldo.es, en siglos pasados, se utilizaba para sellar con cera roja los documentos oficiales del Vaticano, aunque en la actualidad su función es principalmente ceremonial. Sin embargo, su significado dentro de la Iglesia Católica permanece intacto.
Cuando un pontífice muere, el anillo debe ser destruido. Esta tradición milenaria tiene como fin evitar que el sello papal pueda ser falsificado durante el periodo de transición, conocido como Sede Vacante, en el que la Iglesia se prepara para elegir a un nuevo Papa.
Esta importante tarea dentro de las tradiciones que acompañan el fallecimiento de un Papa, es realizada por el camarlengo, quien golpea el anillo con un pequeño martillo de plata como señal oficial del fin del mandato papal.
En algunos casos, los restos del anillo pueden ser fundidos y reutilizados en la elaboración del anillo de su sucesor, esto como símbolo de continuidad.
Las nuevas tradiciones del Papa Francisco
Fiel a su estilo sencillo y cercano, el Papa Francisco optó por un anillo de plata dorada, en lugar del tradicional oro macizo utilizado por sus antecesores.
La pieza fue diseñada por el escultor italiano Enrico Manfrini y muestra a San Pedro con las llaves del Reino de los Cielos, símbolo clásico del papado.

A lo largo de su pontificado, Francisco fue visto con poca frecuencia usando este anillo. Según el medio InfoVaticana, el pontífice prefería portar el sencillo anillo que usaba desde su época como arzobispo de Buenos Aires, en coherencia con su visión de una Iglesia más austera y menos ostentosa.
Con la destrucción de su anillo, no solo se cierra formalmente su etapa como líder de la Iglesia Católica, sino que también se preserva una tradición cargada de historia, simbolismo y renovación dentro de la religión.