Por Paulo QuinterosCrítica de cine: Bugonia, un viaje incómodo a la necesidad de creer
En su nueva película, el director griego Yorgos Lanthimos suaviza su hermetismo sin abandonar la incomodidad, para explorar conspiraciones, poder y desconexión emocional como síntomas de una desesperada búsqueda de sentido en un mundo caótico.

Yorgos Lanthimos es conocido por sus relatos crípticos y perturbadores, en los que la interacción humana aparece como un territorio extraño, casi ajeno, que los personajes transitan con visible desconcierto. Sus historias suelen observar el comportamiento social como si se tratara de un experimento incómodo.
Y a lo largo de su filmografía, desde Canino hasta títulos más recientes como Poor Things y Tipos de gentileza, las distorsiones de la realidad y las reglas arbitrarias de sus universos invitan al espectador a cuestionar los límites entre la lógica, la moralidad y el comportamiento aceptado.
En ese contexto, Lanthimos ha hecho del distanciamiento emocional y la incomodidad sus principales señas de identidad. Sus personajes, como si fueran ajenos a las convenciones sociales, hablan y actúan de forma artificial, intentando descifrar un lenguaje o una cultura que parecen no comprender del todo.
Bugonia, su nueva película, no es la excepción, aunque introduce una variación interesante: el director opta por un enfoque ligeramente más naturalista, sin abandonar la alienación característica de su cine. El resultado es una obra menos hermética, con una sensación de mayor fluidez y humanidad, incluso cuando la historia se sumerge en lo absurdo.
De hecho, aunque no se aleja demasiado de lo que podrías definir como la habitual surrealidad lanthimosa, la película pone un énfasis mayor en las interacciones emocionales. Y es ahí en donde la mirada se centra en un drama psicológico que explora la condición humana, especialmente las obsesiones y el miedo al desorden y al caos.

La trama gira en torno a Teddy (Jesse Plemons), un hombre emocionalmente estancado y obsesionado con una teoría conspirativa que involucra a Michelle (Emma Stone), una ejecutiva de una farmacéutica a quien él considera una extraterrestre responsable de la decadencia del planeta.
Sin perder su impronta autoral, el cineasta griego construye aquí un análisis sobre la desesperación humana y la necesidad de encontrar sentido en un mundo que muchas veces parece carecer de él. Aunque no sea su obra más extraña, Lanthimos vuelve a indagar en la naturaleza humana, usando la disonancia de sus personajes para reflexionar sobre miedos, conflictos internos y desconexión emocional, con la sociedad capitalista occidental como telón de fondo.
Mucho de esto se explica por la vida de Teddy, un tipo que trabaja arreglando cajas para una corporación y convive con su primo Don, quien tiene una baja capacidad cognitiva, en una casa deteriorada. Y es ahí en donde ambos, que han perdido a sus seres queridos, permanecen atrapados en su paranoia compartida. En contraste, Michelle encarna el poder y el éxito, y para Teddy se convierte en el núcleo de la supuesta conspiración alienígena.
En ese choque entre un hombre que busca respuestas en la locura y una mujer que representa el orden establecido, Bugonia se transforma en una reflexión sobre las luchas de poder, el aislamiento y la desconexión social, temas recurrentes en la obra de Lanthimos, pero abordados aquí de forma más íntima y menos críptica.
Ahí destaca especialmente cómo el secuestro de Michelle funciona no solo como motor narrativo, sino como punto de partida para un diálogo más profundo sobre el poder, la manipulación y la desesperación. Mientras Teddy intenta imponer su versión de la realidad, sus interacciones con ella revelan su frustración, su miedo y su incapacidad para comunicarse de manera auténtica.

Por eso, en un mundo donde el poder y el control parecen inaccesibles para los personajes más vulnerables, la relación entre Teddy y Michelle refleja cómo las dinámicas de dominación y sumisión se construyen tanto en estructuras visibles como en conflictos emocionales internos.
Con su estilo frío y meticuloso, Lanthimos invita a reflexionar sobre cómo, ante la impotencia, los seres humanos recurren a explicaciones simplistas, como las teorías conspirativas tan burdas como la de la tierra plana, para intentar ordenar un caos que no logran comprender.
Dentro de ese marco, las actuaciones son uno de los grandes puntos fuertes de Bugonia. Emma Stone, colaboradora habitual del director, compone a Michelle con una ambigüedad fascinante. Aunque todo indica que es humana, su éxito y frialdad la vuelven genuinamente extraterrestre.
Jesse Plemons, en tanto, se convierte en el eje emocional de la película con una interpretación compleja y dolorosa. Su Teddy es un hombre atrapado entre la desesperación y la ilusión de control, siempre al borde de la autodestrucción, y pese a su patetismo aparente, resulta profundamente humano.
Por eso, una de las sorpresas de Bugonia es lo refrescante que se siente dentro de la filmografía de Lanthimos. Si bien sus obras suelen apoyarse en metáforas densas y estilos recargados, aquí opta por una contención mayor. Aquí, el poder y la conspiración dejan de ser caricaturas para integrarse en una reflexión más amplia sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas mientras las vidas avanzan sin rumbo, propósito o, más aún, esperanza.

Quizás por eso otro elemento relevante es que la película es un remake de la surcoreana Save the Green Planet!. E incluso si no la han visto, los seguidores del director a medio camino ya están seguros que el desenlace será inquietamente previsible. Eso fue, por ejemplo, lo que me pasó a mi. Sin embargo, son los matices del resultado final los que terminan dándole valor a este extraño viaje.
Y es que al final, Bugonia aborda un tema central que resuena con fuerza en la actualidad: la necesidad humana de dotar de sentido al caos. Desde tiempos remotos, hemos buscado respuestas en dioses, mitos, leyendas e incluso, más recientemente, en sistemas tecnológicos y algoritmos: “Hola Grok, dime si necesito respirar”.
Lo importante es que la película no se limita a mostrar el absurdo de esas creencias, sino que expone la inquietud humana frente a la incertidumbre del cosmos. A través de una narración metafórica, Lanthimos sugiere que la necesidad de explicación, aun cuando sea errónea, forma parte esencial de lo que somos.
Como suele ocurrir en su cine, la película concluye dejando al espectador con una sensación de inquietud y vacío, sin respuestas definitivas, pero con una certeza persistente: en lo desconocido, la búsqueda de explicaciones equivocadas es, quizá, el gesto más humano de todos. Solo queda rezar, a un poder superior probablemente inexistente, y esperar que esa misma exploración no termine siendo nuestra condena.
Bugonia ya está en cines.
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