Desde su estreno hace más de cinco años, la serie de animación de Netflix se consolidó como una de las propuestas más arriesgadas y visualmente impactantes del streaming. Su cuarta temporada mantiene la esencia antológica con una mezcla de géneros y estilos que oscila entre lo brillante y lo caótico, con episodios que confirman por qué este multiverso sigue siendo un espacio fértil para la innovación narrativa y visual.
Desde su debut en 2019 bajo el alero de los directores Tim Miller (Deadpool, Terminator: Dark Fate) y David Fincher (Los Siete Pecados Capitales), la serie de animación Love, Death + Robots se consolidó como una de las propuestas más interesantes de Netflix.
Nacida como una vitrina para el trabajo del estudio Blur —fundado por el propio Miller—, la serie congregó desde el comienzo a estudios de animación de todo el mundo y rápidamente ganó reconocimiento por su mezcla de géneros, aunque habitualmente sus propuesta tienen un fuerte componente de ciencia ficción, horror o fantasía.
Todo esto condensando ideas ambiciosas en cortos que impulsaron su propuesta antológica.
En esta cuarta entrega, más extensa que las dos anteriores al contar con 10 episodios, la serie sigue manteniendo su esencia con historias que funcionan de forma independiente, más allá de algunas conexiones con episodios de temporadas pasadas, presentando una amplia gama de estilos visuales.

Y en ese sentido, aunque la temporada puede parecer más irregular en su impacto narrativo, de todas formas contiene secuencias que mantienen el pulso de un rico multiverso de amor, muerte y robots, ya sea con todo eso revuelto o completamente separado.
En la nueva entrega, uno de los episodios más llamativos es "Can’t Stop", dirigido por David Fincher, el cual básicamente es un videoclip surrealista para la canción homónima de los Red Hot Chili Peppers que es recreado en un estilo de marionetas.
El corto rinde homenaje a la energía escénica de la banda y a la devoción de sus fans, jugando con la caricatura de sus integrantes y ofreciendo una experiencia caótica y sin lógica que solo esta antología podría permitirse.
Pero más allá de ese chiche lúdico, esta temporada también ofrece un par de obras destacadas por su creatividad narrativa y su pericia técnica, incluyendo a “Dispositivos inteligentes, usuarios estúpidos”, que con su animación estilo claymation le da un toque que solo refuerza lo absurdo de su propuesta de comedia, o “Por que puede arrastrarme”, una historia basada en un cuento de Siobhan Carroll que presenta a un gato enfrentándose a una versión refinada de Satanás. Esos son episodios que están muy por sobre la media.

Pero la gran joya de esta temporada es “El camino a la religión”, un corto que comienza como un drama bélico sobre una tripulación de la Segunda Guerra Mundial y que se transforma en una pesadilla sobrenatural de primer nivel, sangrienta, primigenia y que cuenta con una narración que brilla en menos de 12 minutos.
Ese ejemplo también sirve para marcar que la serie continúa siendo una excelente propuesta visual que va desde fotorrealismo impecable hasta estilos más caricaturescos, con cada corto instalándose como una propuesta que quiere hacer algo más que solo contar una historia. De hecho, en esa misma experimentación esta ocasión incluyen un episodio con actores reales.
Y aunque también se puede decir que este Volumen 4 no es la entrega más sólida en su conjunto, Love, Death + Robots sigue siendo una de las propuestas más llamativas de la plataforma de streaming, no solo porque es una celebración de la animación como lenguaje narrativo, sino que también del valor artístico de la experimentación.
Love, Death + Robots ya está disponible en Netflix con todas sus temporadas.