Es mi deber comenzar este texto señalando que debe considerarse como una reseña como las que puedo hacer. Y eso es porque hubo un momento en el que, jugando Tormented Souls 2 decidí no continuar. Para algunos quedaré como un cobarde que se rindió, pero para mí fue una decisión basada en no querer seguir avanzando en el género que no me gusta.

Pero el no haber terminado no me deja sin tener cosas que decir con mi experiencia y de hecho, muchas de esas cosas que tengo que decir pueden llegar a ser positivas para el público objetivo del juego.

Dicho de otra forma, que no me haya gustado a mí no significa que haya muchas otras personas a las que pueda gustarle precisamente por las razones que yo lo deseché. De la misma manera en que no tengo paciencia para jugar Dark Souls o Elden Ring, los survival horror ponen a prueba mi capacidad de soportar la incomodidad.

Tormented Souls 2 sigue la tónica del juego original, lanzado el año 2021, en el cual la estructura del juego es la misma que uno podría encontrar en juegos clásicos de la era de PlayStation como Alone in the Dark, Silent Hill o Resident Evil. En ese juego tomamos el rol de Caroline Walker, quien se ve atrapada en un hospital desde el cual debe escapar mientras resuelve puzzles, ataca y esquiva bestias sobrenaturales.

Si bien es una trama que ya se ha visto, la gracia de Tormented Souls es que traía de vuelta a los orígenes del género, pero con una presentación, gráficas y talento moderno, creado por fanáticos del survival horror que quizás extrañaban ver esa forma de contar historias reflejada en las consolas. Hoy no es raro ver al protagonista de un Resident Evil matando a todos los enemigos como un héroe de acción (de hecho, por algo el único Resident Evil que me interesó y logré terminar fue el 4, algo que también me pone en la vereda opuesta de los puristas).

Tormented Souls trajo de vuelta los tiros de cámara fijos, el movimiento de “tanque” de su protagonista, los puzzles, el manejo de recursos escasos y hasta el manejo de en qué momento ir al cuarto a grabar ya que las oportunidades para hacerlo son limitadas. Nada de ello me llamó la atención y son para mí trabas para un estilo de juego que para mí es más directo, de recompensas constantes y desafíos que se ganan más por repetición que otra cosa.

Y la secuela siguió la misma tuerca, como si fuera el paso de Resident Evil 1 a Resident Evil 2. Una de las cosas que comparten ambos juegos es que el mundo en ambos títulos crece. En Tormented Souls 1 todo transcurre dentro del hospital, pero en la secuela, después de una sección en un convento, logras salir a la ciudad y conocer más ambientes, haciendo la exploración algo más grato.

Y hablando del convento: vamos a su historia. Caroline Walker viaja junto a una de las gemelas rescatadas del primer juego para intentar quitarle sus traumas. La niña además de tener susto y ser retraída, pasaba haciendo dibujos bastante extraños pero muy detallados y según un dato que le dieron a Caroline, el mejor lugar para curarlo era en un tétrico convento en un lugar donde si bien hablan en inglés, tiene todas las pistas y pinta de ocurrir en nuestro país.

Por supuesto que todo se vuelve oscuro muy rápidamente, como debe pasar en todo convento medio oscuro, y tras una traumática conversación con la madre superiora, la aventura se vuelve tétrica y tomamos nuevamente el control de Caroline, ahora para rescatar a su pequeña hermana y escapar de esta pesadilla.

El ritmo del juego, como todo survival horror clásico, mezcla exploración, resolución de puzzles y supervivencia, con diferentes criaturas paranormales recorriendo el lugar. Pero al comenzar posee varios niveles de dificultad y por una mezcla de error y curiosidad elegí la dificultad estándar, que replica todas las decisiones de diseño, pero también por limitaciones técnicas que tenían juegos como Resident Evil: cámaras fijas, controles algo molestos, pocas balas y limitar los lugares y número de veces con las que puedes grabar, usando cintas de cassette que encuentras en los “cuartos seguros”.

Para un purista, es una experiencia calcada a antaño pero en una nueva locación, mejores gráficas y nivel de producción. Pero para mí, en realidad no fue nada agradable. El diseño de puzzles que alcancé a ver era interesante, requiriendo de harto recorrido de un lado al otro del convento, pero cuando perdí y no había grabado porque quizás abrí primero una puerta en vez de otra y tuve que volver al último punto de guardado hecho 30 minutos atrás, me frustré mucho.

Por suerte, para los de mecha corta como uno hay un modo asistido que moderniza varias de las mecánicas: hay más municiones en el escenario, el juego guarda de manera automática al entrar en cada habitación y el personaje recupera lentamente la energía al llegar a su nivel más bajo. Todos estos cambios no modifican la estructura del título en su exploración, avances e historia, por lo cual es un remedio para quienes no vemos ningún valor en parecerse a los juegos de los 90.

Lamentablemente, al menos para mí, no fue suficiente ya que el juego nunca me produjo el suficiente placer. Desde la dirección de arte hasta la música y el sonido están diseñados para mantenerte en tensión constante sin llegar al miedo barato o al jumpscare, pero anda a decirle a alguien que le gustan los juegos de Nintendo que vea eso como algo positivo.

Y a pesar de que el modo asistido ayudó, la mezcla de otras decisiones antiguas como las cámaras fijas, el sistema de combate lento y el constante ir y venir entre las mismas habitaciones del lugar hicieron que tirara la toalla más temprano que tarde.

Tormented Souls 2 no es un juego para mí ya que toma el manto de los juegos de terror de antaño y sigue su pulso al pie de la letra. Los mejora en materia gráfica, con historias sobrenaturales y un trabajo envolvente de música y sonido, pero a la larga sigue siendo un trabajo creado para un nicho con el cual nunca logré conectar.

No cabe duda que por méritos, hay para que salga hasta un Tormented Souls 3, pero cuando esté allí seré de los que aplaudan a la distancia y en silencio, porque acá los que más tienen que hablar son los que de verdad saben.