Tengo 22 años y vivo en una comuna rural de la Región Metropolitana. Gracias al esfuerzo de mis papis pude salir adelante, estudiar en un buen colegio y entré a la universidad, donde estoy en cuarto año.

Desde chiquitita, mi papi me enseñó que en la vida el esfuerzo personal es lo que permite que uno crezca y, por lo mismo, desde los 16 años todos los veranos trabajé como temporera, embalando frutas en un packing. Con la platita que junté durante el verano, me podía dar gustos y pagar mis cosas. Claro, no me voy de vacaciones a El Caribe o al sudeste asiático como muchas de mis compañeras en la “U”, pero sí me pude comprar un buen computador, ropa linda y salir unos días a la costa antes de entrar a clases.

La cosa es que hace como tres años llegó a trabajar al packing un cabro que se nota que es ingeniero agrónomo, de buena familia, rubiecito, de esos con jeans gastados, zapatos caros, camisa de algodón blanquita y su chaleco azul. Cuico, cuico.

Un día de casualidad conversamos y le llamó la atención mi educación, no como otras chiquillas que están acá que son bien chorizas. El cabro me invitó a salir ese verano, varias veces y cerramos las vacaciones con un beso. El año pasado nos encontramos, y las salidas fueron un poco más candentes, me agarró las presas, pero por encima de la ropa nomás. Quedamos hirviendo, pero le dije que no, porque soy virgen y estoy esperando al hombre adecuado y con quien construir una linda familia a futuro. Él quedó impactado y me dijo “te espero”.

Esta semana volví a trabajar, nos vimos, un día salimos y se tiró con todo cuando estábamos en su camioneta en una parcela cerca del packing. No sé si darle la pasá, pero esto siempre pasa en el verano, y en el año no me llama ni me manda un guasap siquiera. Aconséjeme doct

CLARITA

Doña Clara:

Yo también en los veranos trabajaba en el campo, pero en esa época las peucas no eran así. De hecho, casi no habían chiquillas y uno se tenía que conformar con hacerle al vinito al final del día. Y nada más.

Su caso en particular, suena para una linda historia de amor, aunque me cuesta un poco creerle que a los 22 años todavía no le ve el ojo a la papa. Hoy día las cabras están muy sueltas y a los 13 años ya están soltando el simio como si nada.

La felicito por querer entregarle la flor a un caballero, a alguien que la quiera, la cuide y la respete y no a cualquier pastel.

El tipo del que habla, en principio, tira pa’ príncipe azu: educadito, buena pinta, buen champú. Lo que sí me dejó cachudo es que en el año no la pesque ni en bajada y que en el verano quiera pegarse la salvada con usted. ¿No tendrá polola por ahí el perla?

Mi niña, yo creo que se la tiene que cantar clara al rucio. Que le diga qué quiere. Y si solo es pa’ un cacheteo veraniego y nada más, mándelo a freír monos. Dígale que usted quiere pololear, quiere proyectarse y depende cómo se den las cosas, ahí usted le entrega la flor. Si no, siga esperando al indicado. Suerte.