Querido doc:

Voy a un gimnasio varios días a la semana pa’ tratar de bajar la guata. Y fíjese que me paso algo súper cuático.

El otro día llegué y en las trotadoras había una mujer con un forro increíble. Estaba con unas calzas que le dejaban la tremenda retaguardia a la vista.

Yo me puse a pedalear en una bici estática detrás de ella y me movía pa’l lado y caché que la delantera era igual de potente.

La mina terminó de correr, se dió vuelta y... no me va creer, doc, terrible de fea...

Con el paso de los días la chica me saludó, empezamos a conversar y terminamos en un motel cerca del gimnasio.

La mina quiere pololeo, es simática, linada, inteligente, esforzada, pero estoy en dilema, porque es tan fea que me da susto presentársela a mis amigos, pero nunca me había comido a una mina con un pellejo tan espectacular. ¿Qué hago?

Rocky

Don Silvester de pacotilla:

Me dio rabia su carta. Tanto como cuando ví el tremendo bullyng que le hicieron por tuiter a las hermanas de Maipú hace unos días. ¿Se acuerda?

Me dio lata como las trataron y más lata me irritó que pocos las defendieron. De hecho, ni siquiera organizaciones de defensa de las evas salieron a decir algo por la mala onda contra las chiquillas.

¿Quién se cree usted para definir los cánones de belleza? La belleza, estimado amigo, está en el alma. El resto, se cae, se arruga, se seca, se muere. Pero la belleza de adentro, la que realmente vale, esa es la importante.

Y usted está preocupado nada más que de darse un festín con un pellejo durito y trabajado, pero me imagino que hasta le debe dar lata darle besos a la deportista.

Sabe, ella no mecere a un tonto como usted. Ojalá ella se de cuenta que usted vale callampa y que solo quiere pasar el rato. Y ojalá se quede solo por superficial.