Historia de taxi ¿boy?

Doctor:
No es cuento, se lo juro doctor. Hace tres años manejo un taxi. Obvio que no es mío.
Le manejo a un compadre que me saca hasta la última chaucha. Me humilla caleta, pero debo reconocer que igual confía en mí y me entrega el auto hasta para llevármelo a mi casa.
Pero creo que la suerte de este vehículo negro con amarillo podría cambiarme. Claro, depende de lo que me diga usted.
Es que un día, hace como tres meses, en Providencia me tomó una señora distinguida. De unos 55 años. Impecable, bonita, pero con su edad. Me paseó por todo Santiago, y al final, tipo cinco de la mañana, me invitó a comer a su casa para pasar el hambre.
Ni se inmutó. Sólo despertó a su nana y le pidió que me atendiera. A la semana siguiente, hizo lo mismo, pero no en su casa.
Dos horas antes, me pagó una cena en un restaurante. A la tercera vez me pidió sexo.
Le dije que no y me preguntó si quería tener un auto nuevo para mí. Casi me hice pipí, mi doc.
Y ahora veo su número en el celular y me da julepe contestarlo. Pero las ganas de un auto nuevo me hacen dudar.
Chasca
Don Peluca:
La verdad es que su caso inmediatamente guarda una relación con la canción de Arjona.
Pero al final la letra no tiene nada que ver con su historia. De partida el Volskwagen debe ser un V-16 y la mina filete del video se la cambio por doña Treme de Condorito, pero con plata. Porque no le creo que sea “bonita, impecable’’.
Es que una persona que las tiene todas, además de las lucas, no puede andar buscando taxistas ardientes para que le peguen la salvada.
Lo del ofrecimiento del auto nuevo de paquete no es más que un engatusamiento para que entre a pata pelada. Si ya le comió un plato de pollo con papas fritas y unas buenas carreras por aplanar Santiago, quédese con eso y no vaya por más.
Primero, puede ser mentira. Y segundo, y lo más importante, usted es un taxista no un Taxi-Boy.
A no ser que quiera serlo. Pero no lo creo. Vea usted.
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