La fresca del café con piernas

Sabe qué, Doc:
Nunca había ido a un café con piernas, porque vivo en una zona del sur donde no existen.
Pero en Santiago llegué a uno, y le juro que me sorprendí. Pedí un cortado, y la mina que me atendió se pasó para el otro lado de la barra y me preguntó si la podía invitar a una bebida.
Qué raro, me pregunté, si ellas están todo el rato trabajando y ¿cómo no les dan un refresco en su trabajo?. Le dije “ya poh’’ y después de pagar cinco lucas por un chiquito vaso blanco con líquido, la mujer se me acercó, me metió la mano por debajo del pantalón y me llevó a una pieza de dos por dos. Ahí estaba todo oscuro y caché a otros ganchos con más comadres en plena cosecha.
Pero como me tenían apretado mi pequeño, finalmente terminé agarrando parejito con la yeguaza. Ahí casi se me cayó la montura, porque la reina se puso patuda. Quedó con sed y me dijo que si le pagaba una bebida de 10 lucas podía montar a caballo. Me asusté, y no voy más a esas cuestiones.
SOHUA
Don Sohua:
Agradezca que no llegaron los pacomios a ese lugar a tirarse la flor de las redadas, porque eso es prostitución encubierta, hijo, y se hubiese ido preso al ope. El café vale hongo y la bebida para la fémina para qué decir. Es puro cacheteo a la mala.
Cuático, pero debo decirle que en Santiago, el 99 por ciento de estos locales son fielmente entretenidos. Le lleva baile, le lleva meneo, música, café calentito, pero no termina uno encatrándose. Donde recurrió usted era la excepción a la regla. Para la otra váyase al centro de Santiago. Por ahí por Huérfanos con Ahumada, tiene como siete, perdón, ocho cafés, de primer corte (según me han contado). Le hablo de monumentos de mujeres que sólo le sirven un ardiente cafecito, le conversan de la vida y nada más. Tuvo mala suerte, o le tiraron el dato trucho, por si picaba. En todo caso es su opción, amigo. La que le ofrezco yo, es más segura.
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