Mi queridísimo doctor: 

Tengo un gigantesco problema con las pechugas de una mujer.

La delantera de una dama se me ha transformado en una obsesión. A tal punto, que mi señora, que es más plana que el mono pilucho del Nacional, ya no provoca nada en mí. De verdad.

Todo partió por un maldito programa argentino que  vi por cable y me percaté cómo una modelo rompía un plátano con las callaguaguas. De ahí en adelante, donde voy, ando buscando pechugas.

Lo más penca de todo, es que mi vecina de al lado le cuesta hasta caminar de tanta pechonalidad. Me junté con ella y no quiero volver a mi casa.

Me enamoré y, aunque no lo crea, quiero separarme. No tengo hijos, porsiaca.

RORRO

Mamón:

Seguramente cuando chico no le dieron la papa. Seguramente, el chupete que usaba tenía un forado del porte de un buque que no lo dejaba chupar. Seguramente, su mamita le dio pecho una semana y el resto a pura lecha en polvo. Seguramente usted se volvió enfermo de la cabeza de cambiar a la mujer de su vida por culpa de un programa de televisión. 

Es que no puede estar cuerdo si me cuenta que por culpa de una pechugona che se dio cuenta de que se enamoró de su vecina. 

A mí no me venga con tollos ni menos a su mujer, a quien le debe dar una explicación. 

Ella no se va a operar con el doctor Vidal para darle en el gusto, porque está claro que a su vecina se la viene comiendo hace ratito y eso de las pechugas no es más que un invento para sacarse los pillos. 

No me dijo qué edad tiene en su carta, pero por lo que logro oler, tiene unos 30 años, con un pensamiento de un pergenio de 16.

Una lata para su esposa el haber perdido el tiempo con un papanatas como usted. 

He dicho. 

Y agradezca que soy un doctor.