Plátano por melones

Mi mamá tiene un puesto de verduras al lado de una peluquería. Va mucha gente a comprar, y el martes de la semana pasada fue una de las minas que hacen los peinados a buscar un melón. Justo estaba yo atendiendo y ella me contaba que la jugosa fruta era para hacer dieta. Melón en la mañana, melón en la tarde y melón en la noche. Aseguraba que bajaba tres kilos semanales. Entre conversa y conversa me pidió un cuchillo. Ahí partí a un cuarto para pasarle el servicio y entró la mujer vuelta loca para agarrarme a calugazos, me bajó los pantalones, se subió el delantal, y ¡¡paf!! Todo en un minuto. Claro, yo me quedé para comer calladito, pero tengo familia y ésto me puede dejar la embarrada en la casa. Porfa, deme un consejo.
Picaflor
Señor:
Oiga que es buena persona, porque le ayuda a su mamita a vender toda la mercadería, y más encima atiende tan bien a las caseritas que las deja con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Su nombre no es Juan? Lo digo por el dicho que se sabe de memoria la peluquera: “Juan-Melón-Tierra’’. Claro, porque cuando le pidió el cuchillo, precisamente era para que la “afilara’’. Y usted no la pensó dos veces. Sin imaginarse de que perdía compradores que se acercaban al local y se daban cuenta que no había nadie en el mesón, usted estaba dele que suene con la vecina. Podría decirle que la hizo cortita, pero lamentablemente su plátano tiene dueña y la verdulería no se abre para mujeres califas que rompen familias. Hágase el loco y no se meta más en forros. Por último como estilista que era, le podría haber pedido a la peuca que le hiciera un lavado de cabeza. Chao nomás.
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