Ventanita Sentimental

Ventanita Sentimental

Señor Cariño: 

Usted que todo lo sabe. La semana pasada fui a un mall y estuve por más de cuatro horas dándome vueltas.

Debía viajar, pero hubo un atraso con el pasaje y me quedó tiempo libre, porque no alcancé a cambiarlo para más temprano. Por eso, partí al dichoso centro comercial y quedé flechado con una mujer que vendía CD con canciones infantiles.

Llegué a comprarle uno que tenía el Arrurú de los Enanos, una suerte de rock and roll para los cabros chicos. Y ahí morí.

La vendedora se me puso a bailar con una cintura de aquellas y unos labios chupetones. Después de su movimiento, me senté, descansé y volví a la carga. Le metí conversa hasta que me dio hipo, la invité a comer y perdí el pasaje.

Pasé la noche con ella y me volví loco. Estoy en mi casa ahora, la extraño y no me interesa estar con mi pareja. Estoy mal y muy confundido.

HOMBRÓN

Oiga, Arrurrú:

Debe haber sido exquisito poder disfrutar del baile que le hicieron en el mall. 

A usted, me lo imagino, disfrazado de cabro chico, bailando con la minita, y con un chupete más tieso que el pelo del Cachupín de La Cuarta. 

Es que debe haber sido muy sexy esta niña para que a usted se le removiera el corazón con una canción para cabros chicos. 

Seguramente lo que vino después de su conversa fue lo que lo flechó, pero recuerde el momento y nada más. Para qué va a dejar una familia con hijos a cambio de una canita al aire. 

Quédese con la anécdota y cuando escuche la canción del Arrurrú, ríase, hágase el leso y péguese un martillazo para que baje del cielo. 

Échele para adelante con su hogar y a la danzarina que se quede allá bien lejitos.

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