
Hola, Doctor:
Siempre leo su Ventanita y lo felicito por sus consejos. Soy una chica de 27 años y es primera vez que le escribo. Estoy a punto de titularme y me considero una niña muy tranquila.
Lo que me aproblema es que he tenido sólo un pololo. La relación duró tres años y ya llevo dos sola. He conocido a varios chicos, pero ninguno me llama la atención. Me dicen que soy una persona regodeona, pero es porque de verdad creo que lo valgo. Soy re piola, honesta y no tengo vicios ni carreteo como otras chicas de mi edad.
Tal vez en el aspecto físico puede que ande un poco mal: Mido 1,65 y peso 70 kilos. Usted podrá sacar sus cálculos.
Mi pregunta es si en algún momento encontraré a alguien especial para mí o tendré que cambiar mi actitud. Los mismos chicos me han dicho que soy demasiado seria, pesada y tímida. Yo no creo que eso sea malo, ¿o sí?
Ahora me gusta un chico y creo que también le gusto, pero no estoy segura.
Él es súper atento y preocupado conmigo y siempre me da ánimo, ya que trabaja en la empresa donde estoy haciendo mi práctica.
De antemano, muchas gracias por leer mi carta y espero su respuesta.
APENADITA
Mi guagua:
No le voy a sacar el tambembe a la jeringa ni le doraré la píldora, porque es usted misma la que asume que la causa de sus sinsabores podrían ser esos kilitos de más que dice tener a cuestas.
Es cierto que la publicidad nos vende esos modelos de mujeres anoréxicas, que chillan como hámster esquizofrénico con el tránsito lento o hacen su catarsis onírica brincando cual gacelas, vestidas de lino blanco, detrás de una margarina dietética libre de ácidos grasos trans, o alguna bebida energética con menos calorías que sopita de repollo.
También es cueca que del dicho al hecho hay un trecho más ancho que tarasca de opinóploga, y que gran parte de quienes se ufanan de gustos ingrávidos y esqueléticos en materia de pendorchas, a la hora de los quiubos buscan siempre el calor sempiterno de la abundancia. Mire usted al Coca Mendoza con la Pame.
No hay mejor guatero con uñas para estos fríos, que nos tienen diente con diente, que la riqueza inconmensurable de los pliegues turgentes y los accidentes topográficos con que la naturaleza desafía a los que gustan de escalar palmo a palmo el frenesí del placer y la autocomplacencia.
Pensará que me estoy juntando mucho con mi amigo Ricardo Arjona, quien, por más que trata, fracasa en forma persistente en su quimera de jalarle el pelo a una botella. ¿De cuál estará tomando el cabeza de achicoria, ah?
Don't worry, mi washa. Le queda harto mundo por delante. Tanto, que le doy firmado que, más temprano que tarde, hallará el compañero que merece para entregarle lo mucho que tiene.
Aprenda a quererse y exija que la amen tal como es, mi niña. Por ahí va la cosa.
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