
Hola, Doc:
Soy un tetera de campo de 24 años y les he dado su merecido a todas las damas que se han puesto en mi camino, sin importar color, estatura, etnia, peso ni estrato socioeconómico.
Desde la adolescencia mi vida ha girado en torno al sexo. En poca palabras, me gusta echarle p'atrás y p'adelante, y he tenido una enorme cantidad de luchas cuerpo a cuerpo.
Me prometí que el día en que me enamorara definitivamente colgaría los botines y sólo guardaría ganas para darle a mi nena, pero he cambiado pocazo.
Aunque ya no soy el mismo de antes, igual me he tirado a un par de minas, pero cuando pasa el momento lujurioso, me entra el arrepentimiento y juro nuevamente que nunca más lo volveré a hacer.
Otro asunto que me aqueja es que amo y adoro a mi polola, pero al estar con ella, no siento la atracción carnal que debería.
A veces pienso que debe ser por mi historia de vida, ya que he visto el sexo como entretención.
Yo deseo cambiar, Doctor. Nunca más quiero gorrear a mi polola, porque ninguna mina se le iguala.
Mi consulta es: ¿Necesito ayuda de algun especialista para que se me quite lo caliente, lo pajero, y tenga más ganas de hacerle las tareas a mi polola?
Ayúdeme, plis.
CANCHERO DE LAS PAMPAS
Enfermo... de caliente:
¡Ay, Señor! ¡Dame fuerzas para luchar contra la insensatez, la lujuria y la soberbia! ¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Si no hubiese sido investido por mandato popular para estos quehaceres, os juro que hace rato habría comenzado los trámites para obtener mi renta vitalicia, el bono de invierno y la perseguidora.
Admite que cualquier micro lo deja bien y ataca todo lo que se mueva, pero en su alma se arrastran las cadenas mohosas de los sentimientos de culpa, el arrepentimiento y el maldito vacío. Si tanto le molesta sacarle punta al lápiz, ¿para qué insiste?
Por mi consulta desfila todo tipo de levantados de la raya, que me cuentan detalles de sus mil y una aventuras sexuales, como si pretendieran despertar mi envidia. Para que sepa, he clavado mi pica de Flandes desde el estrecho de Bering a la barrera de hielo de Ross, y librado las más fieras batallas desde Papúa Nueva Guinea a Katmandú, con escalas en Cachagua, Limache y Puteando. ¡A mí no me va a venir a impresionar, cabrito!
Le recomiendo altiro que, pese a que claramente su problema cuelga entre las piernas, reserve hora con un sicólogo.
El sexo no es un deporte, mi mono porfiado, porque si así fuese, no le daría por lloriquear cada vez que le anota un gol a una pendorcha.
¿Sobre su polola? Ya se dará cuenta del animal que tiene al lado, porque a ustedes, los que disfrutan socializando sus "victorias" en el catre, les fascina que los pillen para validarse como machitos.
Madure, mi perro. Hace rato ya que dejó de ser un teenager.
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