Crítica de cine: Cónclave, una excelente revisión del infierno del poder que se desinfla justo en su rito final

La nueva película de Edward Berger, basada en la novela de Robert Harris, explora los secretos y tensiones de una elección papal en el Vaticano. Con un elenco de primer nivel y una puesta en escena impecable, Cónclave construye un thriller psicológico donde la fe y la ambición se entrelazan en un juego de poder para nada divino.

El futuro de la Iglesia está en manos de unos pocos y, pese a dedicar su vida a la vocación religiosa, enfrentan un gran problema al asumir esa tarea: son simplemente humanos. Es decir, aunque fueron convocados por la fe, también son falibles, tienen ansias, ambiciones y, ciertamente, pecados.

A partir de ese rito inicial se mueve Cónclave, un thriller de suspenso centrado en el proceso de elección papal en el Vaticano, lo que le permite explorar una discusión democrática poco conocida y, por supuesto, plagada de intrigas, intereses y conflictos de poder.

Basada en la novela del británico Robert Harris, desde el primer minuto su gancho atrapa con una historia procedimental que comienza con la muerte del Papa y sigue con las deliberaciones del Colegio Cardenalicio para elegir a su sucesor. En ese proceso, que se vuelve cautivador al detallar el paso a paso de la votación, emergen una serie de misterios que poco a poco revelan lo que hay detrás de los principales candidatos para dirigir a la Iglesia Católica.

Protagonizada por un sólido Ralph Fiennes en el papel del atribulado cardenal Lawrence, quien, en su rol de decano, debe dirigir todo el proceso de votación, Cónclave está marcada por las tensiones de la elección y la propia incertidumbre del religioso, quien, justo antes de la muerte del Papa, había considerado abandonar su labor en el Vaticano.

En ese contexto, y justo antes de comenzar el enclaustramiento total, Lawrence recibe la información de que uno de los cardenales, precisamente uno de los principales candidatos a asumir el mando de la Iglesia, había recibido la orden papal de renunciar. Sin embargo, dicho procedimiento no logró concretarse debido, precisamente, al fallecimiento del Sumo Pontífice. Y esa es solo la primera de varias intrigas que comienzan a salir a la luz.

Conclave

Desarrollando un thriller de buen nivel, marcado por la tensión de una cordialidad hipócrita entre los personajes, Cónclave destaca en primer lugar por su construcción narrativa. Uno de sus mayores aciertos radica en cómo, a lo largo del relato, se va revelando la razón por la que el Papa rechazó la dimisión de Lawrence y cómo esto se relaciona con la visión que tenía para el rol que podía cumplir en la definición del futuro de la Iglesia.

Además, el reparto secundario está a la altura de la propuesta, con un elenco de primer nivel. Stanley Tucci interpreta al cardenal Bellini, el liberal estadounidense que parece ser el sucesor natural del Papa y quien mantiene una estrecha amistad con Lawrence. Sergio Castellitto encarna al cardenal Tedesco, un combativo religioso italiano que defiende con fervor el tradicionalismo perdido, mientras que John Lithgow da vida al cardenal Tremblay, un canadiense afable cuya sonrisa podría estar ocultando segundas intenciones.

A ellos se suman Lucian Msamati como el cardenal Adeyemi, un nigeriano un poquito menos conservador que Tedesco, y el debutante Carlos Diehz en el papel del cardenal Benítez, un mexicano que representa a Afganistán y cuya figura es completamente desconocida para el resto del Colegio Cardenalicio. Lo único claro sobre él es que el Papa lo designó en secreto debido a su labor en una zona peligrosa del mundo.

Finalmente, aunque la elección papal ha sido un asunto exclusivamente masculino durante casi dos milenios, en la historia también juega un papel clave la hermana Agnes, confidente del difunto pontífice, interpretada por Isabella Rossellini.

Ese trabajo actoral es sólido, e incluso sobresaliente en algunos casos, pero Cónclave también brilla por su factura cinematográfica bajo la dirección de Edward Berger, quien alcanzó reconocimiento mundial con Sin novedad en el frente (2022). Al igual que en aquella épica bélica, aquí Berger destaca por su precisión en los encuadres y por la meticulosa recreación de los espacios vaticanos, desde los aposentos privados hasta la imponente Capilla Sixtina.

Conclave

Pero más allá del lujo visual, el verdadero núcleo de la película reside en su historia y en las represiones internas que emergen a lo largo del relato, partiendo del hecho de que Lawrence está agobiado por su propia crisis de fe. Más aún, ese mismo conflicto personal es clave en sus decisiones dentro del cónclave, especialmente cuando comprende que el Papa sabía que había secretos ocultos que podrían condicionar el futuro de la Iglesia.

A medida que avanza la elección, aunque surgen candidatos naturales, el propio Lawrence comienza a recibir votos, lo que lo desconcierta, pues se considera solo un administrador del proceso. Además, esa inesperada posibilidad de ascenso también genera tensiones con su amigo Bellini y es ahí donde emergen preguntas fundamentales sobre el papel del cardenal, su fe y, por supuesto, las fuerzas que operan entre las sombras, recordándole que incluso en el enclaustramiento la tentación sigue presente. Y es que el ansia de poder también lo puede maldecir todo, inclusive las buenas intenciones.

Berger maneja con maestría los hilos de esta tensión dramática, realzada por el impecable trabajo de fotografía y diseño de producción antes mencionado. Sin embargo, debo remarcar en el cierre que la historia finalmente toma un rumbo, marcado por la propia novela, que en sus últimas escenas llega a una encrucijada que resulta poco creíble dentro de los rígidos cánones de la Iglesia Católica.

Aun así, creo que su desenlace responde más a un acto de fe que a un simple giro argumental inesperado. No profundizaré en ello, pero basta decir que, hasta cierto punto, tiene sentido que la película termine con una resolución que subraya cómo la fe, por naturaleza, no sigue las reglas de la lógica narrativa. Por eso, aunque su desenlace pueda parecer inverosímil, y hasta uno puede pensar que la propuesta se desinfla en el final, igual encaja dentro del propio marco espiritual que van construyendo.

Al fin y al cabo, ni siquiera un milagro cinematográfico podría explicar la fe de que una sola persona pueda marcar la diferencia en un sistema tan complejo como el que terminó forjándose sobre la piedra de Pedro.

Cónclave, que es una de las películas nominadas al Premio Oscar, ya se encuentra en cines.

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