Aires de sábado: Todavía no hay fórmula

A ratos es insano leer las redes sociales: "Pacos asesinos" y "mapuches flojos" es parte del repertorio de algunas mentes afiebradas, que usan las redes como una especie de vertedero de todo lo que llevan dentro. Y no ayuda en nada. Alguna vez escuché una frase que jamás olvidaré: Cuando Juan habla de Pedro, habla mucho más de sí mismo que de Pedro. Si alguien tuviera que diagnosticarnos, diría que Chile es un país "estable dentro de su gravedad".

Estable porque casi todos respetan las reglas del juego. Pero grave, porque no hemos sabido curar una enfermedad que se nos volvió crónica: la injusticia. En el norte, a casi nadie le importa que los proyectos mineros pasen a llevar la tierra y se queden con la poca agua disponible. Los pueblos originarios tienen que correr a tribunales a pedir respeto. Nos debería avergonzar no estar a la altura de las circunstancias y pensar más con el bolsillo, que desde el respeto.

Y en el sur, una enorme mayoría de comunidades que exigen sus derechos ancestrales de manera pacífica y una minoría violenta, que ha llevado las cosas a niveles preocupantes. En abril de 2017, no fue posible ingresar a Temucuicui a aplicar el censo. Los caminos fueron bloqueados. "Nosotros no dependemos del Estado, no vamos a caer en su juego. Nos interesa que nos devuelvan las tierras, que se vayan las forestales y una nación mapuche libre", decía Jorge Huenchullán, Werkén de la comunidad.

Pero sí necesitan del Estado. No hay otra forma. Hay que sentarse a conversar y dejar las armas fuera de la mesa. Y para acercar a ambas partes tampoco sirven los montajes al estilo de la "Operación Huracán". Eso sólo demuestra la frustración de una policía que no encuentra a los responsables de la violencia. En el sur de Chile hay robo de vehículos, operativos policiales, quema de maquinarias, ataques a iglesias y escuelas, armas y asesinatos. ¿Quiénes son los responsables? ¿Cuántos de ellos están presos? Pocos.

Hasta ahora, sentarse a conversar tampoco fue suficiente. El Plan Araucanía sufrió -esta semana- un estrepitoso fracaso. No importa como quieran pintarlo. La muerte de Camino Catrillanca es un fracaso también para ese comando de elite, entrenado en la jungla y especialmente preparado para enfrentar el terrorismo.

El parte policial ubica al joven entre los ladrones de autos. La familia dice que Camilo sólo trabajaba en un tractor. El largo silencio del Gobierno abrió espacio al ruido de las descalificaciones. ¿Dónde están las imágenes del operativo? ¿Quién dice la verdad? ¿Quién tiene la llave para resolver un conflicto tan profundo? Si alguien llegó al sillón presidencial anunciando una mejor forma, es justo exigir ahora menos muertes y más resultados.

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