Comerciante fletó a asaltantes con su brazo ortopédico

La peor paliza de sus vidas recibieron dos hampones sin respeto ni corazón que asaltaron violentamente al dueño minusválido del almacén y panadería “El Trigal”, en Osorno.
Los tontones se dejaron caer cerca de las 21 horas del martes en el local ubicado en calle Juan de Dios Angulo.
En el boliche, Luchito Hidalgo, de 58 años, además de ofrecer pan francés (con poca sal), hallullas y colizas, vende abarrotes a un buen precio, no como otros descriteriados. No le fía a los frescos, por siaca.
Justo cuando contaba piolita lo recaudado en la jornada, los delincuentes lo amenazaron con un cuchillo para que soltara los morlacos.
“¡Tírate al suelo!”, le gritaron en reiteradas ocasiones a don Luis, quien al toque les respondió que jamás haría eso ni menos se arrodillaría frente a dos cobardes que habían optado por el camino fácil.
“Evité que un individuo, que estaba en mi flanco izquierdo, saltara sobre el mesón. Lo neutralicé con un golpe certero”, contó don Luis, que aún conserva el lenguaje formal que aprendió en sus tiempo como militar.
Esto enfureció al otro pato malo, que le lanzó dos puñaladas. “Las logré esquivar y pude repelerlo con mi prótesis. Le di unos golpes para controlar la situación”, agregó el ex funcionario del Ejército.
Salvajes
Pero la mocha no quedó ahí. “Ellos se pusieron mucho más violentos y yo decidí retirarme del lugar. Saltaron el mesón y me robaron los 250 mil pesos que había recaudado en el día”.
Luego los delincuentes le echaron el ojo a unas bolsitas con galletas y unos sobres de café, pero decidieron virarse antes de que el ex uniformado los agarrara y les sacara la cresta.
“Cuando dialogaba con ellos para repeler el asalto, logré memorizar sus rostros. Y a las 21.10 horas llamé a Carabineros y les entregué las características de estos. También les dije por donde escaparon”, contó.
Y harto ayudó el llamado inmediato, ya que a los minutos los verdes le echaron el guante a los dos malulos, quienes se fueron directo a la capacha después de devolver chaucha por chaucha las 250 luquitas.
“Actué de acuerdo a las circunstancias. Este establecimiento para mí ha sido un proceso rehabilitador, pues vivo con una discapacidad permanente tras un accidente que sufrí en el Ejército”, especificó el dueño del almacén.
“Estos eran tipos jóvenes que pueden trabajar en vez de asaltar. Ojalá que entiendan que ese no es el camino, que la vida es a través del trabajo, el esfuerzo y el sacrificio”, remachó.
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