En el “Palacio del Poroto con Riendas” no hay reyes, pero los comensales son tratados como si tuvieran sangre azul con este enjudioso y prendedor plato.

El local tiene más de cincuenta años preparando comida chilena y deja pochitos a todos los hambrientos que llegan a la calle General Amengual 494, en Estación Central.

Tallarines rebasando el caldo y una longaniza al medio de esta enjundiosa comida son una tradición en este palacete.

Mónica Acuña es la dueña de la picada y cuenta que su plato no es peligroso ni menos hace que quede con suspiros del alma en el recinto.

“La gente que viene no tiene problemas de hinchazón y nuestra comida tampoco hace que se le repita, esa es nuestra gracia”, afirmó.

La dueña heredó el local de su suegra, quien primero se lo pasó a su marido y luego ella quedó a cargo del buque. A Acuña le gustaría que sus hijos siguieran la poderosa tradición.

“La idea es que se vaya pasando de generación en generación, porque acá la gente llena el local, si vienen a comer en invierno y verano”, aseguró.

La mujer no reveló cuál es la popular receta de su tradicional comida. “Eso se queda en las ollas”, dijo.

Para atraer más comilones, Mónica creó una deliciosa bomba calórica para el estómago: el “Pancho Villa”, que lleva chuleta, longaniza, huevo frito, además de los tradicionales porotos con riendas.

“Es para darle más color a nuestra comida y a nuestros clientes les gustó”, señaló.

LONGA

No es su única comilona. También vende con chuletas o porotos solitos, para los que quieren comer algo más livianito.

La picada funciona de lunes a sábado y tiene sus puertas abiertas hasta las 18 horas, donde llegan comilones como Carlos Olivares, quien soltó que “lo pido siempre que vengo, la longaniza es lo que más me gusta, le da otro gusto”.

Para tener contentos a sus clientes, Mónica compra sacos de porotos de 50 kilos que le duran sólo dos días. “Se nos van muy rápido”, afirmó la mujer, que no puede comer su popular plato ya que sufre de cálculos.