En Ciudad de las Moscas la mitad de la gente se ha tragado una

Linderos queda a 35 kilómetros al sur de Santiago y de ser una linda localidad con olor a campo, se ha convertido en una cochinada llena de moscas. Cientos de millones de bichos atestan su cielo que, a las 3 de la tarde, ve cómo se forman nubes parecidas a las plagas bíblicas, que dificultan la visión.
En el Liceo Francisco Krugger están mosqueados. Los niños juegan con la boca cerrada para no tragarse una mosca, como le pasó a Rodrigo, de segundo básico. ¡Durante el almuerzo ven caer bestias en miniatura en sus platos!
La profe María José Navarro no halla qué hacer. "Lo peor es que nos estamos acostumbrando a vivir así". El veneno en aerosol que echa no sirve de nada, porque es como vaciar el mar con una cuchara.
"La otra vez, en una reunión de profesores, casi me tragué una mosca que se metió a mi café", contó.
Los ciclistas también accidentalmente comen moscas y muchos perros han sumado a su dieta el consumo de bichos, lo que llena de orgullo a sus amos.
Arsenio Sierra preside la junta de vecinos de la zona con mayor concentración estos insectos. Contó que la asquerosidad se acentúa en verano y habría comenzado hace 15 años, cuando se instaló un criadero de pollos a un par de cuadras del centro del pueblo.
Acusa que la caca de los pajarracos no recibiría el tratamiento adecuado, porque sólo la cubren con un plástico. El responsable es conocido como el Señor de las Moscas, y no quiso referirse al tema. Quizás temió tragarse una.
Sebastián Foncea M.
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