En Meiggs se quieren comer con papas fritas al "Rey de las Ofertas"

A David Gómez, sus colegas empresarios del Barrio Meiggs de Estación Central se lo quieren comer con papitas fritas. Es que al menos tres veces al año, el hombrón tira toda la carne a la parrilla y se manda unos ofertones que los deja tiritando más que un canasto de guatas.
La última gracia de Davicho fue comprar más de 400 mil cuadernos y venderlos a bajo costo a la gallada, la que pacientemente hace fila en su local de San Alfonso 464.
Pero lo suyo no siempre fueron los cuadernos. De cabro chico le gustaron las lucas y mientras su papá fabricaba zapatos en la casa y andaba pa’rriba y pa’bajo ayudando y regalando tatos, David olfateaba negocios. Y eso que sólo tenía 16 años.
Un día en su pobla de Conchalí, mientras hacía sonar un petardo, cachó el teléfono de la fábrica en un envoltorio, llamó, preguntó el precio de varios fuegos artificiales, vio que eran harto más baratos que en el negocio de la esquina y sus ojitos brillaron al ver pulento negocio en sus manos.
Tal como Fra Fra Errázuriz se armó con la venta de pollitos, David compró cien cajas de petardos y fuegos artificiales y empezó el negocio. La pobla le quedó chica y de puro corazón le ofreció a comerciantes de la Vega.
De cien pasó a dos mil cajas y para suerte de él, los dueños de la empresa que fabricaba los cuetes le pasaron la merca al lápiz.
“Estudiaba en la noche y en el día me dedicaba a trabajar porque me gustó la plata. Me podía dar los gustos que no podía darme mi papá ni mi mamá, y además ayudaba a la casa”, recuerda el “Rey de las Ofertas”.
De los fuegos artificiales vivió hasta fines de los 90, cuando fueron prohibidos. Entremedio se las dio de vendedor de colchones de espuma y sábanas. No le iba mal, pero sus empleados se acostumbraron a contar con sueldo extra, por lo que las lucas en caja comenzaron a bajar y terminó cerrando.
Como todo comerciante a la antigua, David Gómez con suerte conoce los cheques y siempre le ha gustado pagar al chinchín lo que compra. Aunque no es gracia andar con los morlacos en el bolsillo, esa fórmula le ha permitido conseguir buenos descuentos y, además, vender barato.
“Siempre he trabajado con empresarios grandes y en vez de crédito siempre es mejor poner la plata encima de la mesa para negociar precio y conseguir rebajas”, sostiene el hombrón.
Hoy, David Gómez a sus 59 años, pasa piola en medio del mar de gente que llega a su local. Da precios, saluda a sus clientes y no faltan los que le lloran la carta para conseguir una rebajita.
En sus bodegas, además de cuadernos, tiene miles de juguetes, árboles de Navidad y cotillón para celebrar todos los años nuevos de aquí al 2020.
Y como está viajando túpido y parejo a China junto a un nuevo socio, todo indica que el cuco de las superofertas no dejará tranquilos a sus colegas de Meiggs.
“Siempre mi intención ha sido llegar a mis clientes con buenas ofertas y que se vayan felices de mi negocio, aunque gane un peso. La utilidad está en el volumen de venta más que en cobrar caro”, comentó David.
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