Gitana le dio amuleto y al día siguiente lo cogotearon

A sus 59 pepas -"aunque tengo pinta de Lolo Peña, jajajá"- Enrique Aravena lleva casi la mitad de su vida sentado frente al volante. Hoy conduce un toco aurinegro, pero antes trabajó en el corazón económico de Chile: La mina de Chuquicamata.
"Me fui a hacer el Servicio Militar a Calama y me quedé por allá", relata el jefazo, quien le puso el hombro a la fundición de metales concentrados cuando los gringos estaban a cargo. "Ganaba buena plata", dice con los ojitos brillantes.
En la zona norte las hizo casi todas. Hasta practicó boxeo. "Conocí a Caupolicán Rivero, quien me metió en el arte de los puños. Lo recuerdo con mucho cariño", avisa el coscachero.
Sin embargo, la vida en la mina era complicada, por las enfermedades: "Cuando vi que mi papá se enfermo y tosía sangre, pedí la baja inmediata". Con un turro de billetes enfiló a Santiago y ahí recién cachó que no sabía hacer nada más que conducir: "Y me compré un taxi, jajajá".
ROMANÉ
Ya han transcurrido 28 años desde aquella época para el "Pescao Chico", como lo conocen en el gremio de los pantalones arrugados, el mismo tiempo que lleva ganándose las escalopas con el taxímetro.
No le costó nada meterse al rubro, pues un amigo le enseñó todos los truquelis de la pega, en la que sufre altos y bajos, "como en la crisis del '82", cuenta.
Y con tanto kilometraje en el cuerpo, las anécdotas están a la orden del día.
LA SUERTECITA
"Una vez me hizo parar una familia gitana afuera del Cementerio Metropolitano", parte con su cuento el titán. "Tras una corta carrera se bajaron todos y la señora del matrimonio sacó tres porotos rojos, cinco lentejas y un cordel de varios colores. Los unió, me dijo que era un amuleto para la buena fortuna y se bajó. Me maté de la risa y partí, nomás. Lo único malo que al día siguiente me cogotearon, jajajá".
Por suerte otra vez le tocó bailar con la lindorfa. "Fue cuando tomé a unos sureños que estaban acostumbrados a andar en coletos. Hice un pique que salió luca y cada uno me pagó por separado. Por puro lesear les dije que yo también iba en el auto y alguien debía pagar mi pasaje. Y me pagaron, jajajá".
Este fanático del peloteo y de las carreras a las poblaciones, pues "la gente pobre es la que paga mejor", reconoce que se apuna en Cuicolandia. "Quedo más perdido que la guagua de la comedia", lanza risueño. Y parte a "barrer" Chago City.
Alfredo Jacques A.
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