Tata Pancho está achacado por fin de los álbumes Salo

El pensionado Francisco Tobar (73) jura que es el único ser sobre nuestro terruño que tiene completito y timbrado el primer álbum de Salo. Ayer vivió uno de los días más tristes de su vida cuando le contamos que la emblemática empresa cerró sus puertas.
Corría el año 1962 y todo Chile se preparaba para jugar de local el Mundial de Fútbol. Por esos días Salomón Melnick, conocido por su amigotes como "Salo", era dueño de dos confiterías en el centro de Santiago, que estaban a punto de quebrar por el alto precio del azúcar. Entonces fue cuando a "Salo" le crujió la sesera y se le ocurrió publicar el primer álbum chileno de figuritas con los jugadores de la Copa Mundial. Y acertó medio a medio.
Con 268 monitos coleccionables, que para más remate venían acompañados de dulces de su negocio, don Salo dejó la escoba entre niños y calcetineros de la época, y hasta regaló cinco citrolas.
Recuerdos
El hoy pensionado y en ese tiempo vendedor de DIN, Francisco Tobar, fue uno de los fanáticos que prendió como pasto seco con el coleccionable. Completó el álbum e incluso se ganó una pelota de fútbol.
Recuerda que en ese tiempo se hizo hasta una ceremonia en el Teatro Caupolicán, pero no pudo asistir. Ahora quedó pa' dentro cuando le contamos que la empresa Salo S.A. se declaró en quiebra.
"Me da pena porque los álbumes eran súper entretes. Yo creo que soy el único que tiene ese primer álbum completito y timbrado. A mis hijos y a mis nietos les he comprado todos los álbumes", contó el hombrón apesadumbrado. En 1974 un grupo de profesionales estableció la empresa Salo, como tributo al precursor confitero. En 50 años crecieron y se expandieron por Latinoamérica y algunos países de Europa. Pero no les alcanzó el tiempo para lanzar el álbum de Sudáfrica 2010.
Producto de una obesa crisis financiera que arrastra hace varios años, ayer la firma paró las chalas: "La compañía está en proceso de cierre. Sólo estamos esperando que se declare la quiebra para que sea nombrado el síndico (...) estamos con la misma pena que los fanáticos que coleccionaron álbumes", señaló su gerente general , Álvaro Jadue.
Pese a que la empresa cloteó, la familia tiene en el top del ranking de las zonas de carrete capitalina al Patio Bellavista, enclavado detrás de la histórica sucursal de Salo en Bellavista con Pío Nono.
SUPERVISOR: "TODA ESTA CUESTIÓN DE INTERNET MATÓ EL NEGOCIO"
"Ayer vino un niñito de unos 9 años a comprar láminas de Mitos y Leyendas y cuando le contamos que ya no íbamos a poder venderle más laminitas por la quiebra, se puso a llorar el pobre, no entendía por qué", relata una de las pocas trabajadoras que quedan en la central de SALO, en Huechuraba.
"Estábamos esperando la quiebra, somos cerca de 20 personas que trabajamos ahora boleteando. En todo caso, nosotros sabíamos que la cosa andaba mal", cuenta mientras ordena álbumes, sobres y láminas que nunca se vendieron y que están clasificando para ir a remate. A principios de mes se les dio el sobre azul a 120 trabajadores.
Ricardo Tapia (40) era hasta hace poco supervisor de almacenamiento de Salo: "Murió la tradición, los cabros ya no juntan láminas, toda esa cuestión de internet mató el negocio de álbumes". Asegura que la pena más grande es que no van a tener álbum del Mundial de Sudáfrica y atesoran las pocas láminas del de Francia 98.
Por Camila Pereira y Ronald Henríquez
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