Crónica

Tiernucha burrita "Ceniza" adoptó a mamón ternero "Abelino" cuando quedó huérfano

Una historia de esas que enternecen hasta el más durazno de los corazones es la de "Ceniza", una humilde y querendona burrita que al ver que el pobre ternero "Abelino" había quedado huérfano de su madre vaca, decidió adoptarlo y pasarlo por la libreta para darle de mamar con todas las de la ley.

Todo partió hace unos meses, cuando Pablo, de 10 años, oriundo de la localidad de San Carlos, en la Ruta 41 del Valle de Elqui, al lado del Embalse Puclaro, vio con alegría cómo la vaca que tenía su taita, Jaime Cortés, paría un ternerito. Enseguida lo bautizó como "Abelino" y se encariñó tanto con el animal que ambos se convirtieron en yuntas. Sin embargo, al poco tiempo la res murió empastada y dejó más solo que Toribio, el náufrago, a su retoño.

Comenzaba así la preocupación de la familia, que pensaba que el pequeño no lo resistiría. Fue aquí donde la sabia naturaleza se encargó de dar una vez más un ejemplo de supervivencia.

COMPRA

Era 2006 cuando Jaime y su hermano Ismael decidieron comprar una burra para sus dominios, allá al interior de la Región de Coquimbo. Como todo el clan le pone el hombro a un negocio familiar de arriendo de caballos para paseos, llamado "Cabalgatas Puclaro", están habituados a tener a su alrededor a los más distintos animales, a los cuales llegaba a integrarse la orejona, que ya venía preñada. Tras unas pocas semanas, dio a luz a un burro, pero fue rápidamente vendido.

Con la natural penita de madre, por no haber podido conservar a su primogénito, y que se reflejaba en su caracho más largo que de costumbre, a los meses nuevamente fue mamá, justo dos días después de que su vecina, la infortunada señora vaca, trajo al mundo a su ternero mamón.

"Siempre hemos estado ligados a los animales y por eso cuando 'Abelino' quedó huérfano al mes de edad, nos complicamos un poco porque no sabíamos cómo íbamos a seguir criándolo. Hasta que intentamos amamantarlo con la burra, y se fue acostumbrando tanto que hasta ahora ella le da leche como si fuera otra cría suya. Incluso, el burrito y el ternero duermen juntos", señala Ismael frente al corral que comparten los brothers lácteos.

Y tanto respetan la lactancia materna, que aunque venden sus buenos litros de leche de burra a los lugareños -toda moneda sirve, dicen, sobre todo en esta época en que el turismo baja-, la cantidad a ordeñar está bien delimitada, a fin de asegurarle su nutritiva porción de papa tanto al burrito como a su improvisado hermano postizo. Ambos cumplieron ya cuatro meses de vida y han empezado a degustar el pasto fresco, sin dejar de lado la tetilla de su desprejuiciada y generosa mamá burra.

Viviana Fainé B.

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