En junio, Sebastián Varela Nahmías (32) terminó de asentarse como figura relevante de los medios especializados en tenis con los que coqueteaba desde hacía tiempo (trece años al menos, tres con el suyo, CLAY, revista online a la que dio forma codo a codo con el avezado periodista argentino Sebastián Fest), cuando en la Phillippe Chatrier, plena cobertura de Roland Garros, el segundo grande de la temporada, le informaron que la Asociación Internacional de Escritores de Tenis (ITWA, por sus siglas en inglés) lo había reconocido con el premio Tom Perrotta, sumun de la excelencia periodística en el deporte blanco. “¿Qué significa? Ser el primer latinoamericano y el primer hispanoparlante en recibir este premio es un tremendo orgullo”, resume Varela un sábado a eme al diario pop. Y orgullo también, porque el tenis representa acaso ese vehículo vital por el que circula prácticamente toda su historia.

—Mi abuelo paterno me llevó por primera vez a una cancha a los nueve años —recuerda el periodista nacional—, la pasé muy bien jugando, y ahí nació el gusto por el tenis.

Al tanto de su nuevo pasatiempo, su madre trató de inscribirlo en la escuela del Country Club pero el inesperado ataque de furia de un vecino (“me pegó un raquetazo después que se picara al perder en un partido ahí en la calle”) pospuso el plan: Sebastián tenía la nariz rota y pocas ganas de continuar. Se las arregló más tarde para recuperar el tiempo perdido, aunque pronto reparó en sus limitaciones: “Nunca fui bueno, así que jamás pensé en jugar en mejor nivel”. Lo suyo en realidad eran las letras, le fascinaban los medios.

Así y todo, el tenis permaneció. Agazapado, a la espera.

—Para las medallas en Atenas yo estaba en Viña. Me acuerdo que fuimos afuera de la casa de Massú a celebrar y salía la tía Sonia a saludar al balcón. Tenía 11 años. Me impactó la repercusión que generaron esos triunfos en la gente, todos celebrando en las calles tomando cerveza, cantando. Se sentía esa alegría que tenemos tan reprimida con el deporte.

Otro recuerdo acude a su memoria:

—Varios años después un profe cachó que estaba siguiendo el minuto a minuto de un partido de Fernando González en su clase, en segundo medio. Cuartos de final de Roland Garros contra (Andy) Murray, en 2009. Cuando ganó, yo dije en voz alta al curso “¡ganó González!”. Al instante, el profe me echó de la sala. Así que lo de informar sobre tenis lo llevo desde chico. Ese torneo me marcó, sobre todo por la tristeza de que a González se le escapó la final por tan poco. Para las semis (Robin Soderling era su contrincante), mi papá me firmó un permiso para faltar. Habría jugado contra (Roger) Federer en la final.

González era su jugador fetiche. Su derecha, ceñida por lo general a la élite, le voló la cabeza. El primer partido al que asistió personalmente fue, el 17 de febrero de 2002, a la final del Bellsouth ATP (torneo de Viña del Mar), cuando El bombardero de La Reina acabó con el maleficio y se proclamó primer chileno campeón del certamen. Derrotó esa noche al por entonces 19º del mundo, el ecuatoriano Nicolás Lapentti, 6-3, 6-7(5) y 7-6(4). Desde entonces hizo match con su juego y lo siguió con la pasión de un hincha en cada uno de sus desafíos. Ya entregado al periodismo, durante Wimbledon hace un par de años, pudo entrevistarlo. Hablaron de todo, incluso de política antes del plebiscito constitucional. “No tengo el ánimo de que me soben la espalda unos, ni que me critiquen otros”, le dijo González, a propósito de las campañas políticas.

—¿Cuándo decides oficialmente hacer al tenis parte de tu trabajo?

—Cuando estaba en el colegio ya sabía que quería ser periodista. Siempre me gustó escribir, me apasionaban los medios. En la universidad armé un programa de radio sobre tenis que se llamaba Tercer Saque de Radio UC. Hice la práctica profesional en Deportes de La Tercera. Me fue muy bien, hice grandes coberturas: desde seguir al “Chupete” Suazo cuando fue a jugar fútbol amateur y cubrir la final de la liga de fútbol chilena, hasta volar en planeador con una de las pocas pilotos mujeres de Chile. El periodismo es lo que me apasiona por sobre el tenis en sí. Me gusta moverme por muchas áreas, pero lo que me pasa con el tenis es que, además de conocerlo bien toda mi vida, me encanta que se relacione con tantos otros aspectos de la vida: la política, la agenda internacional, la moda, el marketing, la historia. Por eso lo elijo.

—¿Cómo nace CLAY?

—CLAY nace en Roland Garros 2022. Lo empezamos a pensar un año antes con mi socio, el periodista argentino Sebastián Fest, de larga trayectoria en el tenis. En tiempos en que los medios viven una crisis, se achican las secciones de los diarios y despiden a colegas, quisimos crear algo propio y distinto. Contamos el tenis desde un ángulo diferente. Hacemos entrevistas con los protagonistas del circuito: las grandes figuras, pero también los tenistas más desconocidos con buenas historias y cosas interesantes para decir. Hacemos análisis agudos. Cubrimos los temas polémicos. Esos le encantan a la gente y son los que generan mejor enganche. El detrás de escena, las repercusiones. Nos gusta tratar temas que muchas veces no se hablan en el tenis.

—¿Qué es lo que más te ha sorprendido de este período, más allá de CLAY, trece años cubriendo tenis internacional?

—Que en el tenis impacta mucho lo que sucede fuera de la cancha. Es tremendo. Por ejemplo, la invasión en Ucrania tuvo mucha repercusión. Se prohibió a los rusos y bielorrusos jugar en Wimbledon ese año, y ha habido mucha tensión con eso. Hay varios casos de violencia intrafamiliar; la influencia de los petrodólares. Trump fue a la final del US Open y lo revolvió todo. Los casos de dopaje y sus repercusiones, todo lo que generan los apostadores y el acoso a los tenistas. Todo eso no deja de sorprenderme. Y en lo deportivo, es muy impactante ver los cambios de las eras. Todos creían que sin Federer, Nadal y Djokovic (que sigue vigente) el tenis iba a perder fuerza, pero aparecen chicos como Alcaraz y Sinner, y el hype sigue muy arriba.

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Tal vez lo único que Richard Quintana y Nicolás Jarry compartan sea su amor por el tenis. Quintana, sobrino del narcotraficante con más poder del barrio Santa Adriana, en Lo Espejo, huyó de los allanamientos policiales (lo despertaba a menudo la policía para revisar su domicilio) y la normalización de los homicidios (otros dos tíos suyos fueron asesinados por ajustes de cuentas) para edificar un proyecto, la Fundación Futuros para el Tenis, que rescatara a cientos de niños vulnerables y a él mismo. Lleva veintidós años en eso y se lo contó, con lujo de detalles, a Sebastián Varela en abril. “Es un milagro tenístico”, subraya el periodista. De Nicolás Jarry, en cambio, Varela en 2024 retrató con pericia su mayor angustia: haber sido, por once meses, virtualmente borrado del ranking por un doping positivo involuntario. Por entonces veintiuno del ranking ATP (ese mismo año, dieciséis), el periodista dibujó una historia que permite descifrar los pilares de su reconstrucción. “Lo seguimos en las grandes capitales del tenis, entendemos bien al personaje y se lo contamos a una audiencia internacional con mucho detalle”.

Esos dos reportajes Sebastián Varela los presentó a un jurado integrado por siete periodistas de tenis de trayectoria internacional, quienes en definitiva lo abrazaron con el premio Tom Perrotta.

—¿Qué supuso para ti ganar, ser el primer latinoamericano en conseguirlo y, además, el primero de un país que no es sede de Grand Slams?

—Fue una emoción grande después de tres años de arduo trabajo y con todo lo que implica crear un medio. Fue muy satisfactorio. Además supe que mi polola iba a estar en la ceremonia de premiación en Nueva York, así que se multiplicó la alegría. Ser el primer latinoamericano y el primer hispanoparlante en recibir este premio es un tremendo orgullo. Va también dedicado a los que me han ayudado en mi carrera, y a todos los periodistas que tienen ganas de reportear presencialmente los torneos y los partidos de cualquier deporte, pero que no pueden viajar. Esto es un impulso a mi carrera y sé que me ayudará a que se me sigan abriendo puertas.

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—¿Sientes que en Chile se ha perdido un poco de pasión por el tenis?

—El chileno es exitista en el deporte. Quiere ver a los tenistas jugando partidos importantes en los Grand Slams, luchando contra los top 10. Eso no ha pasado demasiado en los últimos años. Fuera del núcleo de los fans duros del tenis, sí que se ha perdido. Cubrimos en Brasil un torneo femenino la semana pasada. En la final jugó una francesa que no era ni top 200, contra una indonesia. El estadio estaba lleno. Eso sería impensado de ver en Chile, aunque fue bueno ver el ambiente de la última Copa Davis. También el Chile Open anda con buena salud.

—Durante muchísimo tiempo se le reclamó a Cristian Garín el ítem mentalidad, o más recientemente, en el caso de Nicolás Jarry y Alejandro Tabilo, la regularidad. ¿Sientes que se ha sido injusto con ellos?

—Garín tuvo que soportar una presión tremenda siendo adolescente. Debutó en Copa Davis muy chico. Fue el único de los actuales tenistas top de Chile que cargó con la presión de la era post González-Ríos-Massú. No hay dudas de que toda esa época influyó en la carrera de Garín. Su mentalidad es complicada de entender, a veces se va de los partidos por su mala actitud, pero también hay que entender por todo lo que ha pasado. Veremos cómo trabaja su cabeza en esta etapa más madura. Igual es el chileno más exitoso de esta generación, lo que pasa es que no llega a darse cuenta lo bueno y talentoso que es. La gente termina exigiéndole porque ve todo ese potencial. Jarry y Tabilo son muy irregulares, pero donde todos han quedado muy en deuda es en los Grand Slams. En esta época, por culpa del Big Three, los torneos grandes valen más que nunca. Ahí es donde se concentra la atención.

—¿Tiene Chile material para ilusionarse con regresar al primer plano del tenis?

—Es difícil, el circuito está muy competitivo. No veo a ninguno de los chilenos capaces de meterse top 10. Ni hablar de los Grand Slams, dominados por Alcaraz y Sinner. Ojalá me equivoque, aunque hoy varios tenistas están alcanzando el peak después de los 30 años. Insisto: todo está en los eventos grandes. Si alguno de los chilenos logra meter al menos una buena campaña en Australia, Roland Garros, Wimbledon o US Open, eso es realmente volver al primer plano. Unos cuartos de final o unas semis.

—Para cerrar, ¿tienes algún pendiente en tu carrera?

—Escribir un libro. De tenis o de otro tema. Viví un año y medio en una van viajando por Australia, así que tengo muchas historias. Quiero que CLAY sea uno de los medios de tenis más importantes del mundo. Y una entrevista mano a mano con Federer, Nadal o Djokovic. O si es con algún chileno, con Marcelo Ríos. El Chino siempre da buenas historias. Me gustaría escribir una buena biografía de Nicolás Massú, pero donde cuente sus épicas y también sus dramas, con revelaciones inéditas. Sería best seller en Chile.