El íntimo homenaje de Ángel y Javiera a su padre y Violeta Parra: “Realmente somos muy pequeños a su lado”

Ángel y Javiera Parra junto a su ya difunto padre.
Ángel y Javiera Parra junto a su ya difunto padre.

En 2017, los nietos lanzaron un disco tributo con Las Últimas Composiciones de la mítica artista chilena, que incluyó la voz del propio hijo que murió ese mismo año. Ahora, se estrena Violeta Existe, documental que relata todo ese emotivo proceso, además de desconocidos pasajes de la historia de la artífice de “Gracias a la vida”. “Nunca hubo un guion lineal de cómo iban a ocurrir las cosas”, cuentan al diario pop sus protagonistas.

Si hubiera seguido con vida, en octubre del 2017, Violeta Parra habría cumplido cien años. Por aquel entonces, su nieto Ángel Parra Orrego tuvo una idea que, despacio, comenzó a gestarse. El plan era una gira por Europa, con una puesta en escena “medio teatral, con diseño, vestuario”, relata el guitarrista al diario pop, “millones de cosas que nunca se pudieron llevar a cabo”.

Todo debió ser aterrizado, “porque la realidad era mucho más dura, como siempre con los artistas, y hay que lidiar con los presupuestos”, relata el músico. Ante eso, se quedó con la idea medular: un disco tributo con Las últimas composiciones de Violeta Parra, entre las cuales se encuentran hits como “Gracias a la vida”, “Run Run se fue pa’l norte” y “El albertío”. Aquel álbum de la artista tiene la “particularidad” de que, durante la dictadura, salió de circulación y, años más tarde, el máster de la obra lo adquirió un empresario, por lo que sus reproducciones se vieron fuertemente limitadas.

Así, el nieto llamó a su hermana, Javiera —la voz de Javiera y los Imposibles—, y a su padre, el músico Ángel Parra, quien murió por un cáncer siete meses antes del centenario de su madre, sí, la misma que compuso “Volver a los 17″.

—La idea era que la música de la Violeta llegará con las voces jóvenes y grabar con nuestro padre —cuenta Ángel hijo—, poder vivir con él la experiencia de que nos cuente cómo ella grabó ese disco, cómo nos ayudaba él y cómo veía la posibilidad de que se grabara. También fue muy importante su apoyo y eso está registrado.

Y empezó a tomar forma un disco de reversiones, que incluso contó con las apariciones de los músicos Álvaro López, Alex Anwandter y Manuel García.

Pero no solo eso, mientras se grababa el disco entre septiembre del 2016 y el verano del año siguiente, el director Rodrigo Avilés se llevó su cámara al hombro y, austeramente, se puso a filmar el proceso cuando recién arrancaba.

—Me parece bonito destacar que partió como un registro cuando varias personas se dan cuenta de que lo que va a pasar es un momento digno de registrar —cuenta Javiera—, pero no con grandilocuencia, sino tener como una sensación, una vibración de que lo que se está haciendo es un momento artístico.

Manuel García en Violeta Existe.
Manuel García en Violeta Existe.

Primeras nociones

El documental Violeta existe empezó a tomar forma, teniendo por hilo conductor el ambicioso proyecto de reversionar canciones muy arraigadas en la memoria popular. Pero, además, agarraron fuerza otros relatos: cómo la propia Violeta grabó el disco en 1966, la confusa y oscura compra del máster del álbum, los días finales de Ángel padre y los de la propia artista, quien se suicidó en febrero de 1967.

—Entonces se empiezan a cruzar distintas historias, corales, una sobre la otra —cuenta la cantante—: la grabación original, las personas vivas que quedaban de eso, con la grabación nueva, con los nuevos músicos grabando, la aparición de mi padre, con el momento familiar…

Ángel Parra en un balcón junto a sus retoños.
Ángel Parra en un balcón junto a sus retoños.

Durante el proceso, tanto Ángel (hijo) como Javiera se esmeraban en “obtener la mayor cantidad de información posible de mi papá, no solamente con respecto al disco, sino de nuestra abuela”, agrega ella. “Nunca hubo un guion lineal de cómo iban a ocurrir las cosas y, sin embargo, cuando uno lo ve, ahora parece que estuviera orquestado por alguien”, dice, “y creo que está un poco orquestado por la Violeta”.

En los años de exilio, cuando corría la década de los 70, Ángel Parra partió a México junto a su dos hijos, Javiera y “Angelito”. De aquella época, el guitarrista recuerda un cuadro y unos instrumentos folclóricos de Violeta colgados en la pared, que ya se había suicidado. “Con seis meses estuve en sus brazos, pero es imposible registrarlo en la memoria”. Pero el tema de su abuela casi no aparecía en casa. “Tampoco era algo muy conversable”, relata. “Mi papá, además, lo pasó re-mal en la dictadura”, aunque “lo que sí empecé a detectar es que siempre cantaba sus canciones”.

—Eso siempre —destaca Javiera—, en todos los conciertos.

—Empieza a aparecer su música gracias a él también —dice Ángel—. Y eso es cuando teníamos ocho años. Después empezamos a entender qué es lo que era. Ni siquiera teníamos idea qué era “Gracias a la vida” a los ocho años.

Ángel Parra junto a sus hijos, "Angelito" y Javiera.
Ángel Parra junto a sus hijos, "Angelito" y Javiera.

Los primeros recuerdos que tiene Javiera sobre la figura de su abuela son “muy instintivos, no de cerebro”, que son que cuando “sonaba su voz, me daba como pena su voz”. De niña, la cantante “relacionada esa tímbrica a un suceso que seguramente tiene que haber sido el suicidio o la muerte”, porque “me daba cuenta de que había como una especie de hito detrás de esa voz, sin saber muy bien, creo, que era mi abuela, Violeta Parra”.

Más adelante, ya cuando había cumplido diez, aquella niña vio que esas canciones eran interpretadas por artistas del nivel de Cecilia y Joan Manuel Serrat. “Empecé a darme cuenta de la notoriedad de la Violeta como una música del mundo”, dice.

Pero, para traspasar el mito y acercarse a la abuela de carne y hueso, debieron esperar hasta inicios de los 80, para acceder a sus historias y “que mi padre nos contara cosas acerca de ella”, relata Javiera. “También fue un proceso largo en que mi padre tuvo que hacer su sanamiento interno”.

Por aquellos años, también regresaron a Chile, donde pudieron acercarse más al resto del prolífico clan Parra. “Nuestra madre, Marta Orrego nos empezó llevar, bastante conscientemente, a la casa de Nicanor en Isla Negra, a estar con el tío Roberto y Lalo, a juntarnos con nuestro primos Colombina y Barraco, y empezar a tener un poco más de sentimiento de dónde veníamos”.

El arte de cantar a Violeta

A lo largo de las grabaciones de las reversiones, en Violeta existe se evidencia lo difícil que resulta cantar esos temas, como Alex Anwandter, quien interpretó “Rin del angelito” y “Mazúrquica modérnica”, y calificó la experiencia como “intimidante”.

Ángel piensa que eso sucede por “la importancia de cada palabra”, en las letras de Violeta Parra, “y la manera en que ella fraseaba las canciones por su vasto conocimiento de folclor latinoamericano y su larguísimo trabajo de recopilación, y que le permitió cantar de la forma que cantaba”.

—Mucha gente siempre la menciona como “una pésima cantante” o como que nunca cantó bien —reflexiona—. Su voz era mucho más que eso. Su manera de interpretar era algo tan particular porque, además, ella pasó por todos los estilos: la música romántica, la europea, polcas, zarzuelas, rancheras, todos los estilos del mundo. Tenía ese método desde la tradición oral que la gente académica no entiende y no percibe.

Sin embargo, advierte, “ya casi nadie reniega de su importancia”, por lo tanto, cuando un artista se adentra en una canción de ella, dice, “tiene que darle un poco de miedo hacerse cargo de esas letras”.

Ángel Parra graba junto a su padre "Las últimas composiciones".
Ángel Parra graba junto a su padre "Las últimas composiciones".

Otro factor que pudo complicar a los intérpretes cuando cantaron las letras de Violeta es que, al estar dando vueltas en el estudio tanto el hijo como el nieto de la artista, quizá resultó intimidante, supone Ángel, quien agrega que, desde los 18 años, “tuve que aceptar que mi papá me regañara mucho por cómo lo acompañaba con la guitarra”. Con el tiempo, “he tenido que hacer una labor enorme de humildad para tocar sus canciones para guitarra”, dice. Y cantantes como Álvaro López y Manuel García, en solo unas cuantas sesiones, debieron enfrentarse a todo eso en el estudio.

—Lo que se le tiene que dar a esa persona con miedo —comenta— es confianza, alegría, y también una petición de estudio para que canten correctamente.

En la caso de la nieta, con su grupo Javiera y Los Imposibles, en el 2012 lanzó El árbol de la vida, antología que reúne algunos de los más emblemáticos temas de la compositora, como “La jardinera”, “Una copla he cantado” y “Arauco tiene una pena”.

Pero su trabajo con Ángel para Las últimas composiciones, dice Javiera, “nos acercarnos a ella” de manera “total y absolutamente distinta”, porque “estábamos tratando de reconstruir un disco”. La cantante relata que ambos hermanos tuvieron “ensayos muy desnudos y simples, muy de nosotros solos con los instrumentos originales, sin ningún tipo de parafernalia, para poder buscar un poco a ella dentro de nosotros, de sentir dónde estaba la madera de su voz dentro de mi voz”. Pasaron largas horas escuchando el fraseo de Violeta, los tonos originales de los temas.

Javiera y Ángel Parra cantan a Violeta.
Javiera y Ángel Parra cantan a Violeta.

Otra dificultad que apareció al “zambullirse” en el arte de Violeta fue:

—Si uno tiene 20 años, no es lo mismo que tener 50 para cantarla, o si uno ha vivido pérdidas, rupturas, amor, desamor. Esas cosas se notan en la voz —explica—… Enfrentarla, no diría que es “miedo” la palabra, pero ves en el documental que no soy yo, sino también Álex, Manuel y Álvaro, todos estamos en un desafío permanente, exigidos, y nos damos cuenta de que tenemos que acceder, en algún momento, a ella. Eso se hace con harta humildad y trabajo.

En eso, Ángel mete la cuchara y agrega:

—Lo más difícil, además, es que esto es para el disco, pero, si mañana vamos a cantar a la Violeta, el desafío vuelve, no está ganado. Siempre está el “¿cómo cresta me va a salir?”, “¿puedo tocar mejor el charango?” o “¿me salió bien?”. Son muchas canciones que están en la memoria de la humanidad.

Y Javiera suma otro punto:

—Eso es lo otro, que no son canciones desconocidas. “El casamiento de negros” es una canción que tocas y todos los niños se ponen a cantarla y bailarla, y “La jardinera” igual. Son cosas arraigadas identitariamente, no en el linaje de la familia Parra, sino en el del pueblo chileno, en la gente.

“Somos muy pequeños a su lado”

Todo el proceso del disco, junto con el del documental, en total sumó cinco años de trabajo, lo que, por supuesto, generó algunos íntimos descubrimientos.

—Lo que me doy cuenta —dice Ángel— es que, si Violeta estuviera viva, nos hubiera retado, no nos hubiera dicho nunca que está bien. Nos hubiera corregido. Mi papá también era así, nunca me dijo “oye, qué lindo tocas jazz” o “qué bien tocas la guitarra”. Jamás fue de elogios. Creo que la Violeta era muy reservada con los elogios para sus hijos también. O sea, nosotros como nietos también habríamos recibido un trato frío como de maestro.

Ángel y Javiera despiden a su padre en al mar.
Ángel y Javiera despiden a su padre en al mar.

A ojos del guitarrista, “generalmente el maestro te escucha y te critica, va directo dónde no quieres que te digan”, dice. “Creo que la Violeta habría sido así, demasiado perfeccionista y muy difícil de sobrellevar”; de hecho, “como productora en ese estudio habría sido aterradora”.

Si bien Javiera coincide en que la artífice de “Gracias a la vida” habría sido “muy exigente”, siguiendo en el plano de las especulaciones, añade:

—Creo que habría estado muy contenta, no solo de que nosotros la toquemos y la cantemos, sino también de todos aquellos jóvenes, escritores, dramaturgos, pintores... Habría estado muy curiosa de saber lo que todos queremos hacer acerca de ella. Nos habría dado un apañe, un cariño especial por atrevernos a meternos en “las patas de los caballos”. La obra de la Violeta no es inmóvil, de museo, sino que es orgánica, que fluye, que debe ser reinterpretada. Siento que dentro de ella había unos estándares muy altos de exigencia, pero, al mismo tiempo, mucho interés por lo nuevo, lo deconstruido.

El guitarrista, en tanto, suma en la conversación a su fallecido padre, Ángel, quien con su deceso convirtió Violeta existe en una suerte de doble homenaje:

—Nosotros somos unos aprendices que no les llegamos ni a los talones. Realmente la cultura popular de estas personas es demasiado grande, entonces, ahora que está muerto mi papá, nos empezamos a dar cuenta del legado y realmente somos muy pequeños a su lado.

Revisa acá el tráiler

Violeta existe se estrena en las salas de la red Miradoc este jueves 21 de abril.

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