La receta para las películas infantiles es casi única, la diferencia se da en cómo se mezclan los ingredientes. Y en Cars 2 se siguió el molde al pie de la letra y al momento de innovar, se hizo de manera creativa lo que dio como resultado un filme de tocomochos muy entretenido.

Los personajes, como en la primera versión, están muy bien definidos y con características humanas que permiten tanto ir desarrollando ágilmente la historia y a la vez dejar la típica enseñanza de vida: a los amigos hay que quererlos como son, y punto.

Así, en medio de una trama de agentes secretos, de la lucha de los buenos para evitar que los malos detengan el desarrollo de un biocombustible, Rayo McQueen deja de ser el protagonista y todo se centra en Mater. La vieja grúa, sin querer queriendo, se convierte en amigote y yunta de un auto agente secreto, que tiene toda la pintacha de un James Bond.

A la intriga internacional, la velocidad de las carreras y persecuciones se les une varios momentos de humor, paseos por Japón, Italia y Europa y el infaltable elemento meloso: el cariño que hay entre amigos.