Se emitió anoche el cuarto capítulo de ''Pesadilla en la Cocina'', de CHV, docurreality en que queda la patá cada vez que el chef Gustavo Maurelli llega hasta algún local de manyete.

Con su perso al hueso, el chef uruguayo se ha ganado el odio y el amor de la gente que sigue el programa de licencia petazeta y que tiene una marcada dinámica: el calvo visita un restaurante, cacha las pifias, los charquea y les hace sentir a dueños y al personal completo unos inservibles. Luego muestra su lado bueno y les ayuda a salir adelante.

''En este trabajo, tenés que ser fuerte, tener carácter por eso este rol no ha sido difícil, es tal cual como soy'', dice el conductor.

''El programa no es pauteado, es lo que es y el fin es ayudar, es darle una nueva esperanza. En la parte que la gente ve al principio soy muy duro, pero es para que entiendan los problemas y vean la presión y ahí solucionar a nivel muy personal'', explica.

TERAPIA

Maurelli va una semana al  boliche y hace ''una terapia de shock'', detalla. ''No voy a destruir por destruir, es demostrar dónde están los problemas para construir'', redondea.

- ¿Después los sigue, pa’ saber si evolucionaron?

- No, es sólo eso, pero he sabido de varios que ahora funcionan muy bien. Y me alegra haber podido ayudar, esa es la idea.

- Con mano dura aprende la gente, parece.

- Soy de las personas que si ve algo malo, me gusta arreglarlo, me viene de naturaleza. Un hobby mío es restaurar autos antiguos, siempre busco modificar,  eso me ayudó mucho en el programa.

- ¿En general cómo están los restoranes chilenos?

- Acá en Santiago hay restoranes que funcionan muy bien, ahí no nos toca hacer nada, pero existen otros en que hay muchos desperfectos. La gente cree que abrir un restorán es fácil y es muy difícil, es 24/7.