Por Guido Macari MarimónEntre el “caos”, cumplir “mi sueño” y con un pie en Mega: Así es la nueva vida de Natasha Kennard en Londres
La periodista se fue hace unas semanas y, al menos por un buen rato, no volverá, mientras se adapta a actual rutina: “Ha sido un poco caótico”, admite con gracia.

Natasha Kennard Conran aterrizó en Londres, Inglaterra, el pasado 29 de agosto luego de que decidió salir a fines de julio de la pantalla fija de Mega, donde conducía Meganoticias Amanece y el programa de investigación Hasta cuando, e incluso hace poco había tomando las riendas del Mucho gusto mientras Karen Doggenweiler estuvo de vacaciones, y había asumido un rol protagónico durante el Festival de Viña. Sin embargo, hace buen rato arrastraba una inquietud, una que tenía que ver con su profesión, pero, a su vez, con algo más profundo dentro de sí misma.
Por estos días, la periodista con 33 años recién cumplidos ha iniciado un máster de Periodismo Internacional en la City St George’s, University of London, el cual se extenderá por un año.
Mientras se traslada en transporte público, en uno de los icónicos buses rojos de dos pisos (“double decker bus”), desde su casa de estudios hacia el departamento que comparte con una amigas, la periodista habla con La Cuarta por teléfono:
—Era un sueño que yo tenía hace mucho rato, solamente que me había costado encontrar el momento, porque estaba súper contenta en Chile y en Mega, y con súper buenas oportunidades a nivel personal y laboral. Sentía que si no hacía esto ahora, me iba a arrepentir.
—¿Qué gatilló la decisión?
—Creo que más bien la edad. Tenía 32 años y me dije: “Es ahora o nunca”. Siento que los treinta son una década tan decisiva para una mujer en el ámbito de ser mamá y formar familia, por el reloj biológico, que sentía que no podía seguir postergándolo. En un momento me dije: “Tienes que tomar una decisión: te vas ahora, o no te vas nunca y vives con eso”.
—Y estabas creciendo en Mega, quizá te costaría cada vez más salirte de esa rueda.
—Por eso también me costó tanto tiempo tomar la decisión, porque Mega me había dado muchas oportunidades: todos los años estaba haciendo cosas nuevas e interesantes. De hecho, cuando comuniqué que me iba muchos de mis compañeros me decían: “¡¿Pero cómo te vas a ir?!”. Al final sentí que todo mi entorno me puede decir algo, pero sentía que era un sueño y convicciones tan mías que si no lo hacía me iba a traicionar. Ahora estando acá, me doy cuenta de que no me equivoqué. La guata, esa voz interna, siempre te va a decir y tener razón.
La rutina londinense
—¿Cómo es hoy un día tuyo?
—Un caos, todavía —responde y ríe.
Lleva pocos días de clases con el “horario oficial”, según explica, tras dos semanas de inducción. “Todavía no tengo una rutina establecida, estoy más o menos viviendo el día a día, viendo cómo equilibrar las cosas”, analiza. Sus clases son de lunes a jueves, de 9 AM hasta alrededor de las 6 PM. Y ahora se le han sumado los despachos diarios que hará para Bethia, ya sea para Mega o Radio Infinita.
—¿Con qué frecuencia serán tus despachos?
—La idea es estar haciendo despachos televisivos o radiales probablemente una vez al día. Por ahora estuve haciendo despachos todos los días para el cable, y el viernes por primera vez para la señal abierta, para el noticiero Amanece, y después para el matinal, que hablé del Premio Nobel de la Paz (María Corina Machado).
—¿Sigues contratada en Mega?
—Estoy con contrato. Es bacán eso, porque mantuve el vínculo. Súper bien.
—¿Ellos querían mantenerte? ¿O cómo surgió?
—Surgió naturalmente. Yo no iba inicialmente con esa idea y, cuando me lo ofrecieron, feliz. Estoy muy contenta de seguir con ese vínculo. Mi sueño era venirme a Londres y estudiar, pero también para ser periodista y corresponsal. Siempre ha sido mi sueño y, de alguna manera, lo estoy cumpliendo con esta corresponsalidad para Mega. El otro día hice mi primer despacho desde Tower Bridge, me vi con ese fondo y dije: “Qué impresionante, qué increíble que esté acá”. Un sueño. Estoy demasiado feliz por la oportunidad. Y además están pasando muchas cosas en Europa, está súper noticioso.

Kennard se traslada desde su departamento en el municipio de Hackney hasta el de Islington, donde se ubica su casa de estudios con sus compañeros, que “en su mayoría son más chicos”, y que de hecho “con algunos tengo harta diferencia de edad”, ya que “acá tienen la costumbre de estudiar una carrera de pregrado y hacen al toque el máster”; por lo tanto —estima— sus pares rondan los 25 años.
Estos últimos días, con sus despachos para la tele, la reportera ha debido movilizarse de un lado a otro con su trípode y equipo audiovisual. Es decir, se ha echado su pega al hombro: “Parezco no sé qué”, admite ella con ese peso encima.
—Preparo el despacho, el tema del día, y después voy a una locación; hago el despacho y lo mando —cuenta—. Pero Londres es súper grande, me demoro mucho: trasladarme a la universidad es como una hora, y después ir a otro lugar es una hora; y luego llegar a mi casa es una hora y media. Ha sido un poco caótico.
El periodo de caos continuará un rato más, debido a que se mudaría de un departamento a otro. “Estoy viviendo con una muy buena amiga chilena y con una española, que me caen demasiado bien y me encantan”, detalla. “Pero me queda un poco lejos”, así que “siento que para equilibrar todo necesito algo un poquito cerca”, dice.
—Se vinieron varios amigos chilenos para acá y todos tenían ya el departamento listo desde Chile y yo pensaba: “Filo, yo lo veré allá” —comenta—. Y justo me salió el de mi amiga y decidí: “Ya, voy a cachar qué onda”. Pero no me di cuenta lo difícil que es encontrar alojamiento en Londres, sobre todo en septiembre, cuando vienen tantos estudiantes. Es demasiado difícil y en un momento dije: “La cagué”. Ahora encontré uno después de muchos intentos.

Su nueva residencia cumpliría con ese requisito: estar más cerca de su universidad, aunque ese cambio todavía no es 100% seguro.
—¿Te irás a vivir sola?
—No, es imposible vivir sola acá, ¡es carísimo!
—¿Qué tan caro?
—Por lo que yo he visto, arrendar una pieza en una zona piola va desde las 700 libras, que son como 900 lucas chilenas, a las 2.000, ¡una pieza! Es brígido. Para vivir solo te vale tres palos el depa. Impagable, de verdad.
—¿Estás viviendo de tu sueldo o ahorros?
—Un mix, un poquito de los dos, de la pega y de ahorros que tenía. Estoy equilibrando. Londres es demasiado caro; sabía que era caro, ¡pero en verdad es demasiado caro! Estoy tratando de organizarme y vivir con lo planeado. Por ejemplo, el transporte es carísimo: vale dos lucas el pasaje de bus, y el tren te puede salir ocho por día, dependiendo de las zonas que viajes. Ahora, viviendo cerca de la universidad, caminaré todo. Acá se camina un montón, algo que no hacía tanto en Chile. Caminas a todos lados y eso me encanta.
—¿Por qué? ¿Es más seguro?
—Tiene un componente de seguridad, aunque acá en Londres también hay una percepción de inseguridad con el robo de celulares, que ha ido en aumento. No sé por qué, pero la gente anda en bici y camina más. Entrar al centro de Londres en auto es una locura, por el taco y lo que hay que pagar. La gente te dice: “Oye, juntemos, estamos a 45 minutos caminando” y dicen: “Ah, bueno, perfecto”. Está bueno. Me gusta.
¿Una vida en Europa?
Kennard, que por estos días invierte un buen puñado de horas diarias en traslados, dice con humor que “tengo la espalda hecha bolsa, porque tengo que cargar todo el día las cosas”. Así que espera poder ir y volver a por sus cosas ya cuando se mude.
—¿Con quién vivirás?
—Con un inglés de 34 que trabaja en la industria del vino, bacán igual, de hecho trabaja con vinos chilenos igual; y con una australiana que el otro día conocí y que trabajará en TikTok.
—¿Se juntaron para conocerse?
—Como ya había quedado en el departamento de él, dije: “También la quiero conocer a ella”, y fuimos a un pub.
—¿Has carreteado?
—Sí, hasta cuando partí la universidad; las primeras semanas carreteé harto, pero después le bajé y ahora este fin de fin de semana volví a salir, me junté con unos amigos que tengo acá y fui a bailar.

—¿Qué haces los fines de semana?
—No tengo una rutina tan planeada, pero trato de conocer harto la ciudad. El pasado fui a unos mercados demasiado lindos, que generalmente están los domingos, que son unas “ferias” y, por ejemplo, hay una en que venden sólo flores. Es demasiado lindo. Hay otros que son cafeterías, de cosas vintage, ropa y comida callejera. Y como no ha llovido tanto, la gente sale harto a andar en bici y es muy rico. Y también he salido a harto pub. Acá hay una cultura súper heavy: van al pub todo el día, y son muy buenos para la cerveza.
—¿Cómo te ha ido en la universidad?
—No es que tenga muchos exámenes, son más bien entregas y al final del trimestre te hacen “pruebas”. Pero en las clases me ha ido bien. Es todo en inglés. Si bien yo hablaba inglés en mi casa, igual es súper abrumador hablarlo todo el rato. Y soy la única latina en mi máster, no hay ni siquiera españoles, una cubana nomás; no tengo tanto margen para hablar español, que es bueno porque practico el inglés. Tengo compañeros de todo el mundo: Irán, Palestina, Ucrania, Pakistán, Australia, Francia, Italia, Líbano y Estados Unidos. Es increíble, te van contando su realidad y son súper amorosos. Me ha encantado el ambiente, mis compañeros, y estoy con profesores súper buenos, periodistas de The Guardian o de la BCC, gente súper activa en los medios. Ha sido increíble.
—¿Estás acostumbrada al idioma?
—Sí. Estoy súper bien. Mi oreja ya se acostumbró más.
—¿Y ya puedes ser tú misma en inglés?
—Es heavy eso. Lo conversaba con una amiga latina de acá: es agotador porque siempre estás tratando de entender lo que dicen los demás; entiendo el inglés, pero hay muchas palabras o tallas internas que no. Mi concentración es heavy, pero cuando quiero tirar una talla, no me entienden siempre —ríe—. De a poco voy expresándome mejor. Todavía no sé tirar las tallas tan en inglés para que me entiendan el humor... Vamos de a poco.

—¿Has hecho amigos?
—Me he hecho un grupo súper lindo de chilenos y de una periodista argentina. Tengo harta gente muy variada que me apaña harto, entonces no me siento nunca sola ni nada.
—¿No te sientes sola a ratos?
—No me he sentido abrumada por la ciudad. A pesar de que Londres es muy grande, me siento súper cómoda y “acomodada”. Cuando fue la semana de mi cumpleaños (24 de septiembre) me sentí un poco extrañando harto, y me costó; y estaba en la segunda semana de la universidad, entonces no cachaba tanta gente, y obviamente todos mis amigos tienen su vida acá, y extrañaba a mi hermana (Sabrina, también periodista de Mega). Sentía que me hizo falta mi familia y mi núcleo de Chile. Pero es parte de: obviamente cuando uno se muda el cambio de rutina es abrumador y hay días que igual me siento sola. Poniendo todo en una balanza, está súper bien todo; pero obvio hay momentos en que digo: “Igual está duro esto”.
—¿Sabrina te visitará en algún momento?
—Sí, es el plan, que vengan mi mamá y hermana. Pero ya el próximo verano, quizá en un año más, para que no vengan en invierno.
—¿Y tú visitarás Chile?
—No creo.

—¿Cómo se viene el invierno?
—No ha llovido tanto, pero empezará a oscurecer más temprano. Es un tema, todo el mundo acá me habla de eso y me dice: “Viene el invierno, qué terrible”, y yo, chuta, no sé muy bien qué esperar. Me dicen que oscurece a las 3 o 4 de la tarde, y amanece como a las 7 AM; entonces hay poquitas horas de luz, y llueve. Ya me estoy tomando la vitamina D y le meteré harto al deporte. Pero no me complica tanto; viene la Navidad y Londres debe ser precioso. Con lo me meten miedo es con enero y febrero, que todo es ultra gris. Pero no me preocupa tanto. Es parte de la experiencia.
En cuanto a lo sentimental, Kennard contestó: “Obviamente estoy muy abierta a conocer acá, si estoy soltera y todo, ¿por qué no?”.
—¿Abierta al amor?
Ríe...
—Bueno, siempre. En Chile también estaba abierta al amor —contesta y cierra con una carcajada.
—Aunque nunca se sabe, ¿piensas quedarte allá?
—La pregunta del millón... —reacciona sin claridad, y de ahí responde—: No sé, quiero ver cómo va avanzando la vida acá, si es que me gusta o no. Por ahora lo único que sé es que tengo el máster un año. Lo único seguro. No he pensado tanto en el futuro. Si vuelvo a Chile, volvería a Mega.
Congeló óvulos
Antes de partir a tierras inglesas, Kennard publicó en sus redes sociales un video sobre el congelamiento de óvulos, proceso a que se sometió hace un par de meses con la doctora Cecilia Fabres, en el centro SGFertility. “No lo hice por canje”, aclara de antemano con humor, “no es que me lo ofrecieron y lo hice”.
—Fue una muy buena decisión —expresa—. Nunca lo tuve en mi cabeza, hasta que se lo hizo una muy amiga que estaba pololeando y pensé: “¿Por qué se lo hizo?”. Pensaba que era muy joven para hacérmelo; y ella me introdujo al tema y caché que no, que estaba en la edad, y no tenía mucho conocimiento de esto. Fui a hablarlo con mi ginecóloga y me dijo: “Sí, ‘Nata’, este es el momento si no vas a ser mamá pronto, te lo recomiendo”. Y dije: “Mis prioridades ahora son irme a estudiar, prefiero hacerme esto sin la presión de que está avanzando el tiempo”, que creo que le pasa a muchas mujeres también.
El proceso duró un mes y medio, en que hoy flamante estudiante debía tomar unas pastillas, “pero lo más heavy es la estimulación hormonal que hoy recibe a través de las inyecciones que uno se pone dos semanas antes de la extracción”, explicó.
“En mi caso, yo me ponía a mí misma (las inyecciones) en la mañana y en la noche durante casi dos semanas”, detalla. “Es una estimulación hormonal intensa en un plazo corto, entonces el cuerpo está más sensible, pesado, hinchado y cansado”, aunque aclara que esos cambios momentáneos varias según cada paciente.
“También es un proceso demandante en cuanto a tiempo, porque te tienen que ir midiendo la estimulación hormonal todo el rato, entonces iba casi día por medio al doctor y me hacía muchos exámenes de sangre”, advierte. “Es súper exigente en ese ámbito”.
En cuanto a la extracción en sí misma, esta etapa la describe como muy breve y ambulatoria, de media hora. “Y el post operatorio es muy sencillo”, añade.
—¿Te sacaste una presión grande de encima?
—Para mí no es un gran tema el tener 33 años y no haber sido mamá. Quizás para otras mujeres sí lo es, y está perfecto. Para mí no tanto, pero sí me pasa que hay una realidad y dije: “Cumplí 33, no estoy ni cerca de ser mamá, estoy soltera, voy a viajar y estudiar afuera”. Lo hablé con mi doctora y me dijo: “La mejor edad para hacérselo es antes de los 35 años”, y pensé: “Esto es para mí”. Creo que seré mamá más cercana a los 40... Bueno, no tengo idea qué pasará con mi vida, pero si lo veo desde acá y ahora, no creo que sea pronto.
Sobre este procedimiento, Kennard recibió distintas reacciones que dejaban algo así como: “Oye, este tema está súper tabú”; y teniéndose a ella misma como ejemplo, “me di cuenta de que había muy poca información al respecto y quise ayudar a que se difundiera un poco más, porque me parece muy relevante y surgió esta idea”.
Así que fue idea suya hacer ese post en Instagram.
—Al final es un tema que genera mucho interés —destaca—. Me llamó mucho la atención, porque publiqué eso, que no sabía cómo sería la reacción de la gente: lo pensé mucho. Me alegro tanto haberlo publicado porque tanta gente me escribió, y me decía: “No tenía idea de esto”. Fue una buena experiencia.
Eso sí, “lamentablemente es carísimo, que también es el tema: es bacán hacérselo, pero hay un tema de accesibilidad que me parece que se debería trabajar para que sea mucho más accesible”, cuestiona. “Evidentemente hay que trabajarlo para todas las mujeres. Es demasiado caro. Debería hacerse mucho más universal el acceso para las mujeres”.
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