A fines del 2024, el conductor se encontró con una dura realidad sobre su cuerpo, derivada de su infancia y sus años de farándula: “Uno no puede banalizar algo que tiene que ver con tu salud y tu corazón”, declara a modo de mea culpa.
Francisco Saavedra (47) viene de una familia bien gozadora en lo que respecta a los placeres culinarios. Allá, en Curicó, su clan se reunía en torno a la buena mesa. Él, hijo de carnicero, recuerda que el menú del almuerzo era, por ejemplo: entrada de palmitos con jamón y papas mayo, después una sopa con presas; tallarines con salsa de fondo y luego el postre. “Súper poco balanceado”, comenta y ríe: “Así no hay peso que aguante”.
Lunes, pasado el mediodía, tras una breve aparición en el Tu Día (Canal 13), el conductor parte apurado a buscar a su pequeña hija, Laura, en su primer día de colegio. Él dice que siempre anda contra el tiempo. Alguna vez contó que, hasta los catorce años, fue un “gordito feliz”.
Sin embargo, ahora, mientras conduce por la Costanera Norte, aclara a La Cuarta: “No, no era un “gordito feliz”.
En su infancia y adolescencia —que fueron más bien sedentarias—, le tocó enfrentarse con las burlas de otros niños e incluso de un tío, “que eso fue muy duro, creo que le cagan el alma y el corazón a cualquiera”, sincera. “Fui un niño bien bulleado con el peso”. Se volvió un complejo en su vida. En verano, cuando iba a la piscina del Estadio Español de Curicó, no se sacaba la polera. “Los cabros eran bien crueles, malos po', relata. “Guatón tetón”, era parte de las burlas contra su cuerpo.
De hecho, Pancho se acuerda de una chiquilla que se burlaba de él y que, años más tarde, fue candidata a alcaldesa de la comuna, “que es prima de mi prima hermana, y yo la veía postulando a un cargo político y decía: ‘Esta mina es una persona cruel, ¿cuáles son sus sentimientos? ¡Si no tuvo compasión conmigo, ¿va a tener compasión para empatizar con los problemas reales de la gente?!“.
La doctora Carolina Herrera explica a La Cuarta que el caso de Pancho podría tener relación con una cuestión a nivel de sociedad: “Porque tuvimos que pasar desde una cultura en la que teníamos que proteger a los niños de la desnutrición hacia una alimentación lo más sana posible, pero tuvimos un percance al pasar la meta de la desnutrición, y nos dirigimos hacia el sobrepeso y la obesidad en la infancia”.
El estigma por su físico se volvió cada vez más profundo en Pancho, más cuand “era la etapa en que empiezan los pololeos y todo lo demás”, dice. Es más, alguna vez él contó que invitó al cine a una joven curicana que le gustaba a un cine a Curicó; ella luego le habría rechazado su propuesta de pololeo y luego, sin querer, él la escuchó decir que no le gustaba porque era “muy guatón”.
Así aquellas burlas se convirtieron en un “temazo” para aquel joven que luego se haría adulto: “Te va provocando dolores que después, cuando eres mayor, te das cuenta de que los tienes bien metidos en tu corazón, que te hacen daño y que de repente te cagas la onda”, admite.
La frívola obesidad
Ya convertido en comunicador audiovisual, pasó varios años haciéndose su espacio en la tele y, en el 2011, entró a Alfombra Roja (Canal 13). “Trabajé en la farándula, en que todo el mundo lo único que hacía era frivolizar muchos temas, y eso hacía que yo también empezara a sobrepreocuparme por el cuerpo”, recuerda sobre aquel periodo que, incluso, le permitió ganar tres Copihue de Oro a Mejor Opinólogo.
“Creo que la televisión y los medios de comunicación también le hacen un flaco favor al tema”, cuestiona. Sin ir lejos, se remonta a la Gala más reciente de Viña 2025: “En todos los paneles opinólogos hablando de las dietas que hicieron los famosos o las famosas para meterse un vestido”, analiza. “Encuentro que hay mucha irresponsabilidad y hay mucho de banalizar un tema que es bien profundo”.
Pancho, en su minuto, se hizo dos liposucciones, la primera de ellas en su paso por el programa Día a día (TVN) —conducido por Monserrat Álvarez y Jaime Coloma—, que fue un canje con una clínica en Argentina para hacer una nota, tras la cual “me quedó el ombligo chueco”, recuerda. Después me sometió a otra ya a los 30 años, “y nunca más me volví a meter al pabellón”, asegura sobre aquellos tiempos Alfombra roja, etapa que califica como “el epicentro de la frivolidad, cuando estaba la moda del bótox y todo eso”.

El comunicador hace su mea culpa, admite que cometió “muchos errores” trabajando en farándula y, en su caso, además “no tenía bien puestos los pies en la tierra”, sumado a “un niño herido, lleno de inseguridades”, factores que lo llevaron a someterse a tratamientos que hoy encuentra “una soberana estupidez”.
La doctora Herrera advierte que “hoy en día la obesidad, al ser vista desde una perspectiva estética, los pacientes no se atreven a tratarlo como un problema de salud y esto impide un tratamiento adecuado que pueda frenar estas cifras”. Según la Encuesta Nacional de Salud, más del 74% de la población adulta presenta sobrepeso u obesidad.
En el 2014, el comunicador inició una nueva etapa en su carrera: “Yo me sané en Lugares que hablan”, declara sobre el programa de viajes con que ha recorrido Chile durante ya doce temporadas. Entre otras anécdotas, una vez, en el 2022, se metió completamente desnudo en unas termas de Hualaihué, Región de Los Lagos. “Muchas veces dicen ‘este hueón exhibicioncita se vive sacando la polera’ o ‘se saca sin pudor los pantalones y se mete al agua’”, repasa, sin embargo: “Lugares que hablan me ayudó a quererme más”, asegura.
—El bullying es satánico y a mí el Lugares me sanó y limpió —sintetiza—, porque me encontré con el Chile real, que no está preocupado si estás guatón o flaco o de tu físico; ese Chile que tiene problemas reales, que sufre por las listas de espera, por los problemas de salud y mil cosas más. Te das cuenta que uno está metido en un medio bien frívolo y frío.
A las críticas dentro del mismo medio, se suma la hostilidad de las redes sociales en los comentarios de los portales informativos, según advierte el comunicador: “Ves a los haters hablando y diciendo brutalidades que no tienen que ver necesariamente con la noticia, sino que con el cuerpo; creo que es bien duro”. Él prefiere suscribirse a la premisa de que “uno no tiene por qué hablar de los cuerpos ajenos” y la pone como una “ley de vida”.
Si bien él ha reconocido que la farándula le permitió hacerse conocido, fue en Lugares —y más adelante en Socios por el mundo—, haciéndose conductor de programas de viaje, donde le quedó claro que “la gente no te quiere por el físico: te quiere porque eres cercano, empático, porque te la juegas por las personas y por otros valores”.
Aunque viajando por Chile logró dejar atrás inseguridades con su físico, la vida sana ha sido una deuda para Pancho. Por ejemplo, en el 2018 bajó harto de peso, llegando a los 89 kgs. “Siempre ha sido una lucha y una constante en mi vida: intentar inscribirme en el gimnasio”, asegura; a veces pasa dos o tres meses menos ocupado, pero no logra sostenerlo en el tiempo.
El 2018 se casó Jorge Uribe, así que tuvo ese incentivo para ponerse en forma. “Pero ha sido eso”, admite. “No es un hábito”.

En el 2023, previó a su debut como animador del Festival de Viña 2024, se dijo a sí mismo: “Aquí (haré) un cambio de vida”. Se inscribió para hacer deporte, pero no lo consiguió: “Terminé haciendo una dieta un mes antes, y súper irresponsablemente”, con ayunos de por medio. “Siento que es atentar contra tu cuerpo”, opina. Y esa había sido su tendencia, seguir las “dietas de “moda”. “Hay muchas personas en redes sociales que son bien charlatanes”, advierte sobre gurúes del adelgazamiento que abundan en las redes. “Uno no puede banalizar algo que tiene que ver con tu salud y tu corazón”. Así que Pancho hace un llamado al chequeo y a la toma de medidas respaldas en médicos.
Hoy, más allá de los físico, Pancho remarca que “la obesidad, la gordura o el sobrepeso no es positivo y no le hace bien a nadie”. Y para enfrentarse a esta “compleja enfermedad” —según la define Clínica Mayo—, Pancho declara: “Uno tiene que hacerse cargo, ¿cuándo? Ojalá más temprano que tarde, porque después se vuelve una realidad muy dura y difícil de cambiar” y “siento que eso me pasó a mí”.
Un diagnóstico angustiante
Pancho decidió subirse a la pesa en noviembre del 2024: pesaba 105-106 kgs. Ahí se angustió, decidió ir al doctor y se hizo algunos exámenes. ¿Los resultados? “Me dijeron que tenía una prediabetes y eso me cagó la onda profundamente, porque son enfermedades asociadas”, relata. “Nunca me habían dicho eso”.
Escuchar la palabra “prediabetes” lo puso en un panorama que le aterró, más teniendo una hija de tres años y una guagua de un año y meses, Emilio. Por aquellos días, además, cargaba a su retoña y, al subir las escaleras, le dolían las rodillas. “¿Qué clase de papá quiero ser?”, se preguntó. “¿Uno que a los 55 esté todo cagado y que no sea capaz de jugar en el piso con su hija?”.
Para él el diagnóstico de “prediabetes” fue básicamente “un combo bien fuerte y una advertencia de la vida: “¿Qué quieres hacer?” ¿Cómo quieres que siga siendo tu vida?“.
Por eso, una de las medidas que tomó, fue correr la maratón de Nueva York en noviembre, los 42 kilómetros: “Este año de preparación quiero desarrollar un hábito de deporte y alimentación, que sea parte de mi vida y no una cosa efectista de un día para otro para lograr estar flaco para un evento en particular”; además, “no quiero demonizar los alimentos”, sino que “la gente entienda que en armonía y equilibrio uno puede hacer las cosas bien, que hacer dieta no significa necesariamente comer mal, que tiene que ver con cuidarse un poco”.
En caso de llegar en buena forma a la gran carrera estadounidense, “sería mi periodo más largo manteniendo hábitos sanos”. Pero se le ha hecho cuesta arriba, más con las grabaciones de Socios por Chile (Canal 13) en plena, de hecho, por estos días anda en Llanquihue junto a Jorge Zabaleta y Pedro Ruminot. “He tenido que organizarme y, con voluntad, decir ‘me propuse esto, no puedo pesar 105 kg, mi cuerpo no puede estar tan pesado para correr 42 kms’”. Necesita desarrollar musculatura en sus piernas, necesita llegar en buena forma.

De momento, pareciera ir por buena senda: está pesando 99 kls, a pesar de que entremedio sufrió un desgarro, entre otras vicisitudes; “la vida me pone zancadillas”, lamenta, pero confía en que lo logrará. “Es un tema de salud, 100%”, manifiesta.
Además, en el trayecto Pancho ha contado con el respaldo de sus amigos viajeros, Pedro y Jorge, a quienes define como “maravillosos”. De todos modos, igual lo suben al columpio y admite: “Obvio que me dicen ‘no lo vas a lograr, mejor te vas a hacer una competencia de cazuela, de asado o de quién se come los completos más rápido’”. Ellos se ríen pero, en el fondo, sabe que lo apoyan; de hecho, hace poco Jorge lo llamó por teléfono y le dijo:
—Guatón, estoy preocupado porque no has entrenado.
—Puta, Jorge, sí sé —le contestó el otro, que se angustió al sentirse en evidencia.
“Tiene razón, y yo colapso en ese momento”, admite Pancho. “Al final los amigos están para eso: te tienen que decir la verdad, no te pueden sobrar el lomo”.

Herrera, en tanto, asegura que, “como médicos, tenemos esperanza de que ahora cada vez existe más conciencia que la obesidad es un problema médico, que tenemos que tratarlo como fue en su momento el tabaquismo que estaba tan normalizado en la sociedad y que tenemos que considerarlo como factor de riesgo”.
La Real Academia Española define a la “obesidad”, como una persona “que está demasiado gorda”. Y Pancho también está colaborando en una campaña —impulsada por el laboratorio Novo Nordisk— que busca resignificar el concepto, que “es cruel y burdo (...) Las palabras crean realidades, que finalmente tienen que ver con el bullying, la denostación y hacer sentir mal a las personas”. Para él, el cambio se trata de perseguir una vida saludable: “Tenemos que cuidarnos para tener una vejez saludable”.