Por Guido Macari MarimónPedro Engel sobrevivió y ahora se reinventa, aunque su cuerpo cambió: “Me pude haber muerto y no era mi hora”
Pasó días complicados a causa de su salud, dice que nunca iba al médico y salió sorprendido: “Llegué sano a la clínica y me fui con cuatro enfermedades”. Pero el escritor y astrólogo aún tiene energía y prepara nuevos proyectos.

—¿Tienes 73?
—¡No! —corrige Pedro Engel Bratter—. Cumplí 75 este agosto.
El escritor, astrólogo, tarotista, conductor de tele y oficios varios está sentado en el mismo largo jardín donde creció, medio oculto en la comuna de La Reina, el mismo donde tenía a sus amigos imaginarios —que eran los muertos de su familia que no conoció por los nazis y la Segunda Guerra Mundial—, y sentía a los “espíritus de las plantas y árboles”, e incluso interactuaba con duendes y hadas, según ha contado en varias ocasiones. Aunque esa facultad se le diluyó bastante hacia la adultez.
Pero ahora, en lo alto de los eucaliptos, dice que es posible ver búhos y hasta murciélagos.
De momento, arriba, en torno al extenso mesón familiar, se escuchan los crípticos y , bulliciosos diálogos de las cotorras argentinas que se han expandido por Santiago junto con los años.
—¿Tuviste una trombosis pulmonar?
—Una trombosis pulmonar, y arritmia, que las dos cosas todavía las tengo. Pero pasé el umbral de peligro, pedí darme el alta y venir a la casa para recuperarme acá, porque, ¿qué sacaba con seguir en la clínica?
¡Casi se nos va!
El pasado 15 de noviembre, a través de su cuenta de Instagram, fue el propio Pedro quien reveló que estaba complicado: “Estoy atravesando un desafío de salud importante, un trombo en el pulmón, pero mi corazón está en calma”, escribió. Pero tan sólo un par de días después, volvió a publicar: “Ya estoy de vuelta a mi vida: hilando collares, escribiendo horóscopos, haciendo clases y volviendo a atender la consulta”.
—¿Cuánto estuviste internado?
—¡Nada! Llegué el viernes a las 6 de la tarde y el sábado como a las 2 PM me vine.
—¿Estás con un tratamiento?
—O sea, yo, que no había tomado ni un “Mejoral” en la vida, me fui con una farmacia completa. Nunca había tomado remedios. Nunca había tenido nada. Nunca me había enfermado en toda mi vida.

—¿Cómo te diste cuenta?
—Me salvó la vida una maquinita. Yo estaba en TV+, de pie, dando el horóscopo, que dura una hora; y como a los quince minutos lo único que quería era sentarme y dije: “¡Tan cansado!, ¿qué me pasa? No me canso nunca”. Y a medida que pasaba el rato, me cansaba más. Después me vine a la casa y en el auto ya dije: “Algo no anda bien”. Llegué, me tomé la presión y estaba buena; pero la maquinita de la presión, arriba, tenía un cuadradito con un corazón que circulaba. Le saqué foto, lo puse en Google y decía que era algo del corazón.
Engel se preocupó y llamó a un amigo médico, Eduardo Bercovich —a quien describe como “mi ángel de la guarda”—, y este le contestó: “Es peligroso”. Pero el doctor sabía que la “peor pesadilla” de su compadre era ingresar a una clínica: “Desde el colegio nunca me había hecho un examen, ¡nada!”, admite el hombre espiritual. Así que Bercovich le propuso: “Estoy en Rancagua, termino mi turno, me voy a tu casa y vemos”. Cerca de dos horas después, apareció en su casa y, tras hacer su diagnóstico, decidió: “Partimos”.
—No era para tanto la pesadilla —reconoce que, quizá, exageró—: Me porté bastante bien, estuve todo el rato muy tranquilo y empezaron los exámenes para allá y para acá; y la arritmia estaba muy fuerte. Después llegó un doctor y dijo: “Esto derivó en una trombosis pulmonar, es más o menos delicado”. Caché que estaba en peligro, pero nunca perdí la tranquilidad ni el buen humor.
Ante aquel escenario, el personal decidió dejarlo una noche internado en un box, “porque no había pieza y, como soy claustrofóbico, decía: ‘No aguantaré toda la noche’. Pero aguanté lo más bien y estuve muy tranquilo”.
Al día siguiente, “los médicos me decían que no me podía ir a la casa y que esto era ‘muy peligroso’”. Pero recurrió a su “ángel guardián”, el doctor amigo, quien intercedió: “Yo creo que el peligro pasó, ya está medicado y puede hacer el resto ambulatorio en su casa”. Y retornó a su hogar, donde mismo concede esta entrevista.
—Me ha costado porque soy “Duracell” —sincera sobre el retorno a la rutina—, o sea, hago 7.500 huevadas al día, y las sigo haciendo, pero siento que no tengo la misma energía.
De hecho, ahora, por ejemplo, cerca de las dos de la tarde, llegó en su auto tras grabar en el matinal Buenos días, buenas tardes, Televisión Regional (TVR), en Providencia, “donde trabajo ahora, ¡y me cansé! Varias veces al día me tengo que sentar, tranquilizarme, respirar bien y seguir”, cuenta. “Pero me siento muy privilegiado de esta segunda oportunidad que me dieron”.
—En teoría, ¿irás recuperando la energía? ¿O tendrás que ir más despacio de aquí en adelante?
—No, Pedrito Engel: genio y figura hasta la sepultura.
—¿Pero estuviste cerca de irte cortado?
—¡Sí!
—¿En qué momento fue eso?
—Como cerca de la 3 de la mañana, pensé: “Qué rico que estoy tan tranquilo, que no perdí la calma ni tampoco el buen humor”, y dije: “Bueno, si me tengo que morir, me voy a morir consciente, qué rico: no estoy desesperado, nada, muy tranquilo”. En un momento pensé en lo me dijeron, que era muy grave, y que corrían con la camilla para un examen y otro, ¡y me hicieron no sé cuántos exámenes en esa noche”, y dije, “Bueno, si llegó mi momento, estoy listo”.
—Pero todo ocurrió en muy poco tiempo.
—Es que como que da un infarto al pulmón, una cosa así: hay un momento que es el peligro y después ya es la recuperación, que pedí hacerla en la casa.
—¿Y esa noche dormiste algo?
—No, nada. Me senté porque me cuesta acostarme; me ahogo. Siempre me ahogo. Entonces le dije a la doctora jefa: “Quiero estar toda la noche sentadito en la camilla”. No me puso ningún problema. Pasé toda la noche en vela, sentado, escribiendo, pensando, meditando... y llegó al amanecer, después me cambiaron a otro box, me hicieron una pila de exámenes más, mi doctor habló con el cardiólogo y le dijo: “Ya estamos fuera de peligro, medicados”, porque el peligro son los coágulos, que se me fuera uno por la cabeza, que es lo que yo no quería. Y ya con la medicación del anticoagulante, ya podía hacer la recuperación en casa. En eso he estado.

—¿Te sientes más vulnerable tomando remedios?
—¡Sí! No es mi cuerpo de antes, pero a todo el cuerpo se adapta. Ya han pasado dos semanas y siento que hay remedios que no me han hecho tan bien y los he dejado de tomar, porque me han tenido muy botado.
—¿Pero con permiso del médico?
—Sí, con permiso del doctor y todo. Ya fui a mi primer control y me hallaron bastante bien. Llegué sano a la clínica y me fui con cuatro enfermedades —bromea—. Era lo que siempre temía porque por algo yo no iba a la consulta.
—¿Nunca ibas? ¿Ni siquiera al examen de la próstata?
—Nunca, nada, nada... Bueno, felizmente no tengo nada en la próstata, todo esa parte está bien, y el colesterol está bien; sólo tengo diabetes, el coágulo en el pulmón y la arritmia, que todavía la tengo.
—¿La diabetes la descubriste ahora?
—Ahí, en la clínica.
—Chuta.
—Jejeje.
—¿Y para eso tienes que tomar remedios?
—Sí, en esa parte estamos con los remedios. “Vamos por parte”, me dijo el doctor: “Primero con la arritmia, después con la embolia y después con la diabetes”. Pero ya estoy medicado también para la diabetes.
—¿El 18 de noviembre empezaste a hacer tu vida más normal?
—Esto fue el viernes 14,. estuve sábado y domingo, y ya el lunes quería ir a trabajar, dado que en el canal me dijeron: “No, descansa” y qué sé yo. El miércoles parece que volví a trabajar.
—¿Cambió en algo tu relación con la muerte? Que la has descrito como una “madre” y “amiga”
—Sí, lo sigue siendo.
—¿No una enemiga?
—¡Enemiga no! ¡Nada, nada! Siento que en el momento que me vaya me va a abrazar, acunar y nos vamos a reír. Porque a mí la muerte una vez se me apareció, como caleidoscópica, y me dijo que iba a ser así, de colores. Así que estoy confiado.
—A los 93, alguna vez, te dijeron que te morirías...
—¡A los 83! Pero yo lo cambié en el 93, que es la edad a la que murió mi papá. Pienso que a esa edad.

—¿Te gustaría que te entierren?
—Me compré una sepultura más cara que un departamento en Santa María de Manquehue. ¡Todavía la estoy pagando! No sé cuántos años llevo. Creo que la compré cuando tenía 8 años —ríe—... No, pago y pago, y mientras más pago más debo. Pero estoy a punto de terminar; creo que me quedan diez cuotas. La compré en un lugar muy lindo y mandé a poner un banquito de madera. Estaba contento con la idea de tener una sepultura en un lugar bonito. Pero mi hijo (Simón) se dedica a las ánforas, y ahora he estado pensando si mejor me voy a cremar o a enterrar. Todavía no lo sé.
—¿Tu señora, Alicia Isak, también está enterrada?
—Sí, pero ella está en otro cementerio donde toda mi familia. Yo me compré en otro lugar.
—¿Por alguna razón?
—Sí, que lo encontré más bonito... Pero capaz que ahí donde esté mi señora, o que me cremen y pongan las cenizas al lado de la “Ali”. Todavía es posible.
—¿Y filo con el espacio que compraste?
—No sé. Parece que después no se pueden vender esas sepulturas. Es bien raro el asunto, pero no vamos a pelar.
Adiós, TV+
Se sabía que TV+ estaba haciendo cambios en su parrilla programática y, ahora, uno de los afectados fue el espacio espiritual que tenía en las tardes, apuesta que debutó en marzo del 2024 junto a Pancha Merino en la co-conducción, y luego continuó él como rostro ancla —cuando ella se fue a CHV en marzo del 2025—, hasta ahora.
—Terminamos el programa, pero no han dado todavía la despedida; por un asunto logístico, hay que esperar 15 días, entonces están haciendo repeticiones —explica—. El último capítulo, que fue bien bonito, emotivo y lloramos todos, todavía no sale. Saldrá un viernes 12, o algo así.
—¿Ya te habían anunciado el fin del programa? ¿No te desayunaste con la noticia?
—¡Sí! Eso ya lo habíamos conversado, ya me habían dicho que llegábamos hasta el 30 de noviembre... Y bueno, yo estaba contento también, porque son ciclos, en la televisión todo es cíclico. Es un ciclo que se cierra y yo ya tenía un proyecto más o menos visto, que coincidió con el fin del programa, así que las coincidencias fueron perfectas.
—¿O sea que te fuiste en buena?
—Sí, súper. Igual pienso que tanta gente nos ve, que era un programa que servía mucho espiritualmente... pero bueno, a los jefes no les interesó. No es pa’ tanto.
—No te lo tomás a personal.
—No, me voy súper agradecido de TV+, porque estuve más de dos años ahí, llegué a mucha gente y fue muy bonito todo lo que pasó, sobre todo el equipo que armamos, que fue muy lindo, y que echo de menos. Hoy es mi primer día sin ir al canal y los echo de menos.

—Que en su momento la Pancha Merino se fuera del programa, ¿fue un golpe?
— Un golpe para mí, porque habíamos partido juntos con la “Panchita”; pero a ella le ha ido estupendo, y está en la de ella, feliz.
—¿Le aconsejaste algo? Porque ella varías veces dijo que no volvería a la farándula, y ahora está de lo más feliz en Primer plano (CHV).
—¡Primer plano y bombando en la farándula!... La “Panchita” es la “Panchita”
—¿Y te pide consejo? Ha dicho que eres como un padre para ella.
—Sí —contesta, aunque medio dubitativo—... La “Panchita” yo creo que no necesita consejo.
—¿De qué trata el proyecto que harás?
—No sé mucho y no puedo hablar tanto, para no meter las patas; pero es digital, en una productora buenísima y voy a trabajar con un gallo que es un genio.
—Estuviste hace poco con la Javiera Díaz de Valdés y la Javiera Acevedo en El show de las Javis, ¿fuiste de invitado nomás? ¿O te tendrán de panelista?
—Tibio, tibio —admite entre risas—, por ahí va; pero no con las Javieras, sino que en la misma productora, Mirai Media.
—¿Pero un programa espirtual?
—Sí.
—Estás trabajando con la red de cementarios Parques de Chile también...
—Me encanta, porque como tengo esta relación tan especial con la muerte, me gusta ir a los cementerios. Además es un ambiente de trabajo rico y amistoso; y también bonito lo que hacemos cuando llega la gente: abre su corazón a los duelos y a lo que les pasa. Es muy bonito lo que sucede en cada visita al cementerio.
—¿Haces charlas?
—Al mismo cementerio vamos, ponemos una carpita, y así llega la gente, a veces mucha y, otras, menos. Pero siempre van a abrir su corazón, a hablar de sus duelos y de sus dolores. Es bien emocionante y sanador. Encuentro lindo este gesto de Parques de Chile, que tenga esta instancia para las personas que tienen ahí a sus parientes y poder hablar.
—¿Es gente enfrentándose a la muerte de un ser querido?
—Hemos hecho, primero, una gira que se llamaba “Abrazar las emociones”, y hablamos sobre las emociones, lo que son los duelos y que la gente pueda expresar lo que le pasa. Hay gente que lleva muchos años y, en esa instancia, ocurre mucha sanación, y mucha reconciliación también con la muerte. Terminamos esos ciclos a principios de este año, y ahora estamos en otro, distinto, y que tiene otro objetivo: lo que pasa “después del adiós”, que no solamente se refiere a la muerte, sino también cuando te despiden de un trabajo, cuando te separas de una persona o se te muere alguien. También ha sido muy hermoso. Me gusta que la gente se abra. Tengo un recuerdo muy lindo: conocí a la doctora Elisabeth Kübler-Ross, que habló mucho sobre la muerte y las despedidas, y me quedó en mi alma, y mis charlas están inspiradas en ella.
—Has dicho que el duelo requiere de soledad…
—En los duelos es muy importante una soledad sanadora, para que uno pueda volver a conversar con uno mismo. Después de un adiós, ¿cómo rehaces tu vida? ¿En silencio? ¿En meditación? ¿Con esperanza?
—¿Llorando también?
—También. Pero los duelos tienen que empezar y también tienen que terminar. Porque un duelo que no termina es un mal duelo —ríe ante la obviedad.

—¿Habrá más Pedro en la tele?
—Recién me llamaron de un medio: “Don Pedrito, ¿el fin de su programa de TV+ ya es el fin de su participación en televisión?”. Y le dije: “No, el que nace chicharra muere cantando”. Ya estoy al aire en Televisión Regional. Así que mis proyectos son: seguir en el matinal Buenos días, buenas tardes; este proyecto nuevo que tengo y me tiene muy entusiasmado; mis charlas; y sobre sobre todo mi participación en Parques de Chile, donde haremos una nueva gira, “La vida después del adiós, sanando las memorias familiares”. Me tiene muy contento porque se mezclan los duelos, con ancestrología y una reflexión profunda: “¿Qué hace uno después de una pérdida?”. Siempre se me van ocurriendo cosas y me ando reinventando siempre ¿Tiempo libre? Poco.
—¿Algo más?
—Estoy a punto de publicar mi libro anual del Horóscopo chino, hago mis clases todos los días y mis joyas, que me encanta.
—Con Tonka Tomicic, que ahora volvió a la tele, ¿has hablado?
—Todos los días. Yo la adoro. Es una amiga muy fiel, muy amorosa, muy cercana.
—¿Y cómo la has sentido? No le ha ido tan bien como esperaban a El Internado.
—Está feliz la Tonka, ¡feliz!, ¡radiante!
Los recuerdos de Pedro
Durante las últimas semanas, también a través de Instagram, Engel había compartido un par de textos que abordaban pasajes de su niñez, que en uno de ellos recordaba a su padre, Benjamín Engel: “Él era un hombre bueno, pero distante. Podía pasar horas mirando por la ventana, y yo, siendo niño, no entendía qué buscaba”, se lee. En otro, rememorando a su madre, Trudy Bratter, con él adolescente, redactó: “ Mi madre y yo viajamos a Río de Janeiro. Recuerdo el aire denso y salado al bajar del avión, los morros cortando el horizonte bajo un sol feroz. Todo era nuevo y, sin embargo, dolorosamente familiar”.
—¿Estás escribiendo tus memorias?
—Curiosamente, una semana antes de que me diera este asunto, me invitaron a la Feria del Libro de La Serena, y la noche antes de ir a La Serena —que yo paso muchas noches de mi día sin dormir nada y ahí aprovecho escribir—, empecé a tener una memoria con mi papá; empecé a escribir una cosita, la publiqué en Instagram, vi que la gente le gustó y dije: “Pucha, quizás ya llegó mi momento para escribir”, porque era una deuda que tenía conmigo: estudié Literatura y nunca había escrito algo literario; siempre los horóscopos, tarot y ángeles.
—Y menos algo biográfico.
—No. Y empezó a surgir solo. Y de ahí he ido retomando algunas memorias, quiero empezar a unir todo eso y, ahora que tendré algunos días libres, pienso darle una estructura y empezar a escribir ese libro de las pequeñas viñetas de mi vida.
—¿Estás yendo de atrás para adelante?
—Empecé de mi nacimiento, en la primera casa, que fue en Simón Bolívar; después, la de Onofre Jarpa; y después aterricé aquí, que llegué como a los 6 o 7 años. Ahí voy, cuando ya llegue a esta casa, y ya más o menos voy como en mis 12 años... Ayer escribí una cosa de mis 15. Voy a tratar de ir escribiendo a medida que las memorias aparezcan, y después a ordenarlo.
—¿A los quince años fue lo de tu hermano?
—Sí, a los 15 años murió mi hermano, pero antes de eso yo hice un viaje a Brasil con mi mamá, que fue la última publicación que hice sobre ese viaje, y que fue bien significativo.

—¿Te has acordado de pasajes que no tenías procesados?
—Creo que al escribir siempre van apareciendo memorias de dolor, que con la escritura se van transmutando. De todas formas van apareciendo escenas y situaciones. Es bonito escribir. Me gusta.
—¿Eres un tipo reconciliado con tu historia?
—Tiene una cosa de reconciliación con mi historia, ¡y conmigo también!
—¿Eres autocrítico?
—Yo pienso que uno siempre tiene que, finalmente, aceptarse, amarse y perdonarse. Creo que la estructura me ha llevado a eso.
—Estuviste involucrado en política, ¿qué te decepcionó?
—¡Uy! Muchas cosas me decepcionaron. Yo creo que todos los jóvenes tenemos en la sangre una revolución de que queremos cambiar el mundo. Me tocó ser joven en esa época, en la Unidad Popular, y casi di mi vida por todo eso. Pero después ya fui creciendo y me decepcioné mucho, porque yo buscaba cambiar el mundo y al final llegué a una conclusión un día: los partidos te parten, porque siempre tienes que estar en una vereda y seguir una ideología, y yo siempre he sido rebelde y no me gustan las ideologías, y tampoco tal partido. Y ahí decidí que mi manera de hacer política es a través de la espiritualidad.
—Ahora que estamos en periodo de elecciones ¿Estás atento a las noticias? ¿A los debates?
—No tanto, porque ya me los conozco de memoria: el de acá ataca el de allá, el de allá ataca al de acá... y mi forma de mirar la política es la unión. Ojalá, por ejemplo, nosotros en Chile, que tenemos este país tan hermoso, en vez de estar picados unos con otros, ¿por qué no nos unimos para salvar a este país y hacemos algo hermoso como hermanos? No me gusta esto de que el bando de acá encuenta que los de allá son malos, y el bando de acá dice que los otros son los malos. No me hace sentido.
—¿Votaste en primera vuelta?
—Sí, fui al día siguiente: llegué a la casa el sábado y el domingo me levanté tempranito a votar.
—Y ahora irás de nuevo.
—Por supuesto.
—¿Ya tienes claro por quién?
—Clarísimo.
—¿Andas más nostálgico después de la trombo?
—Nostálgico siempre he sido. No, yo creo que ando más contento. Pienso que los últimos dos meses ya estaba con esto, porque me cansaba y no sabía por qué. Y eso se me pasó. Estoy con más ánimo. Humor siempre he tenido. Creo que estoy más contento. Me siento mejor.
—¿Y llorón?
—Siempre he sido llorón. Sigo igual de llorón nomás.

—El otro día que te entrevistó la Paty Maldonado le decías que “tenías cuatro hijos y un angélito”... ¿Por qué?
—Porque mi primer hijo lo perdí. Fue un nonato. El mayor no nació. Y después los cuatro hijos.
—En esa misma entrevista, comentabas que antes eras bueno para los combos...
—En el colegio. Mi papá había sido boxeador, nos enseñó mucho, y a defendernos. Siempre mi papá nos habló de la seguridad personal. Nunca tuve miedo porque siempre supe defenderme. Y en el colegio, si me jodían...
—¿Ahora ya no?
—No po’, ya no tengo edad para andar dando combos. Pero todavía los sé dar. O sea, no tengo miedo de andar en la calle. No soy miedoso.
—¿No? ¿Y ahora que está tan en boga el tema de la seguridad?
—Sí, pero esa fuerza de mi papá la llevó en mi cuerpo.
—Así que, en resumen, ¿ahora estás en tu segundo tiempo?
—Siento que es un segundo tiempo, porque me pude haber muerto y no era mi hora.
—Todavía queda energía...
—No sé si mucha, pero queda —se ríe.
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