
St.Vincent en el Caupolicán: nadando sobre fuego
La cantante hizo una clase de entrega en el recinto de San Diego.

La tercera venida de Annie Clark (Tulsa, Oklahoma, 1982) a Chile no se avizoraba como un concierto común. Con pasos anteriores en la edición local de Lollapalooza –con discos, estéticas y hasta un formato de banda distinto, por lo que verla siempre es una novedad–, su debut en “solitario” se configuró casi como una cumbre del rock hecho por mujeres.
En su periplo por Sudamérica, que incluye también fechas en Argentina y Brasil, trajo como invitada especial a Kim Gordon. Leyenda viva de la música, cofundadora de Sonic Youth y defendiendo casi en totalidad su último álbum The Collective (2024), la estadounidense por fin pudo mostrar su catálogo luego de dos anteriores pasos con su banda matriz en 2009 y 2011, justo antes de su disolución. Afortunados ellos. Afortunados nosotros al ver su vuelta.

Antes, y como crédito local, apareció Chini.png. La solidez única de su sonoridad, llevada magistralmente por el pulso firme del baterista Pepe Mazurett (Niños del Cerro) , hace que la propuesta de María José Ayarza motive la atención del incipiente público que va colmando espacios poco a poco en el Caupolicán. Sus créditos tampoco son desconocidos. En 2023 firmó uno de los discos chilenos de la temporada con El día libre de Polux, viajó hasta Seattle para tocar en KEXP y está ad portas de lanzar un nuevo álbum. Su mejor momento es hoy.

St.Vincent nació gritando
21:23 pm y el silencio previo se rompe. La cancha rebalsada del Caupolicán recibe entre vítores y ruidos a St.Vincent que arranca punzante con Reckless, una de sus alabadas canciones recientes. La formalidad del ruido se rompe de pronto con “Los Agless”, acaso el primer coro masivo de la noche, y “Broken Man” el mayor caballito de batalla de All Born Screaming (2024).

El disco, ganador de 3 grammys recientes, es la excusa que trae a Annie de vuelta. Tras un día lluvioso, nuestra imponente cordillera enamora a cualquiera. Aprovecha de hacer un comentario al respecto. “El país más bello del mundo”, dice siguiendo la tradición rockera de alabar la tierra que te recibe. Por la postal en que se transforma Santiago luego del diluvio no se hace tan difícil creerle.
Con un trabajado español, con acento marcado pero correcto, no se cansa de dar las gracias. Disfruta el “olé, olé, olé, Annie, Annie” como dirigiendo una orquesta de hooligans, pide vítores y reverencias a Kim “fucking” Gordon y hasta recuerda a Mon Laferte, “de Valparaíso”, con quien acaba de estrenar una colaboración de esas que se anotan en la lista de inesperadas.

Su acercamiento al idioma ha ido más lejos. A finales del año pasado lanzó una versión completamente en español del disco como una forma de retribuir a los fanáticos hispanohablantes que recitan al dedillo sus letras en cada show. “Si ellos pueden hacerlo, por qué yo no”, explicaba a la prensa sobre la decisión. Años antes, su amigo, referente y estrecho colaborador David Byrne ha tenido incursiones similares.
El setlist, de inalterables dieciséis canciones en esta gira, también tiene guiños al pasado. “Birth in Reverse” del disco homónimo de 2015, “Marrow” de su segundo disco Actor (2009) y dos joyas escogidas de Strage Mercy (2011) –“Dilettante” y “Cheerleader”–, el disco que la posicionó en el plano mundial hace casi quince años, todas ellas con la guitarra bien al centro.
Cercanía y zapatos perdidos
A diferencia de sus venidas en 2015 y 2019, en donde la disposición de los escenarios la ponía sobre una especie de altar inalcanzable, St.Vincent le sacó partido a cada milímetro del plató en el Caupolicán. Saludando de mano a la primera fila, parándose sobre la baranda y mirando directamente a los ojos a los asistentes en cada uno de los sectores, logró una intimidad envidiable para una figura posicionada en lo más alto de la industria. Que solo se haya habilitado dos tercios de su capacidad total funcionó, esta vez, a favor de la experiencia.
La improvisada performance de masajear la cabeza calva de uno de los guardias locales, seguro, quedará como anécdota para la posteridad. Él, impoluto, no esbozó mueca alguna.

Cuando el concierto entraba en su último lapso Annie fue por todo. Lanzándose sin miedo al mar de brazos de la pista, como ha hecho costumbre, llegó casi hasta la mesa de sonido mientras no dejaba de cantar “New York”, uno de sus más grandes éxitos. Era como si estuviera nadando sobre fuego. Entre tanto, repartió besos, devolvió los “I love you” que se multiplicaban por decenas y pidió por favor que le devolvieran sus botas, que estaban a punto de ser absorbidas por la multitud.
La pérdida de calzado será la postal de la noche. “Devuélvanle los zapatos, hueón”, se escuchó en inconfundible chileno, colado en su micrófono. Acto siguiente, fue devuelta al escenario con el par de botas en la mano. Seguro recordará aquello cuando tenga que escribir las memorias de esta gira.
El bis con “Candy Darling” puso un melancólico cierre a la noche. La canción termina con un deseo cristalizado en frase: “Espero que vuelvas a casa conmigo”. La noche de St.Vincent, Kim Gordon y Chini.png en Santiago volverá a la mente de los que fueron al Caupolicán cuando hagan su lista de “lo mejor del año”. Por esta parte, seguro que sí.
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