Tras cada cónclave, el nuevo se enfrenta a una tradición milenaria que simboliza el inicio de una nueva etapa en la vida del Papa y la Iglesia Católica.
Este jueves 9 de mayo, fue finalmente elegido como nuevo Papa el cardenal de 69 años Robert Francis Prevost, el nuevo líder de la Iglesia Católica proveniente de Estados Unidos y con nacionalidad peruana.
Y con el nuevo cónclave, también surge una milenaria tradición que se ha mantenido intacta con el paso de los años: el cambio de nombre del Papa al momento de su elección.
Esta práctica, que aún es una incógnita en elección del sumo pontífice, tiene importantes raíces simbólicas, históricas y teológicas.
¿Por qué el Papa cambia su nombre?
La tradición de que el Papa cambie su nombre después de ser elegido para el cargo religioso comenzó en los primeros siglos de la Iglesia.
Según explica CNN, esta práctica tiene como función el cambio de identidad que conlleva el ser elegido para una misión trascendental, que en este caso es la de liderar a la comunidad católica mundial.
La historia cuenta que, incluso en tiempos del primer Papa de la Iglesia, San Pedro, quien originalmente se llamaba Simón, ya había experimentado un cambio simbólico de nombre al recibir el nombre de Pedro tras su designación como líder de la Iglesia.
Sin embargo, no fue hasta el papado de Juan II (533-535 d.C.) que se consolidó la práctica formal de cambiar el nombre.
Juan II, quien nació con el nombre de Mercurius, optó por dejar su nombre de nacimiento debido a su vinculación con el dios romano Mercurio, considerado una figura pagana.
Esta decisión no solo fue un gesto de distanciamiento de la religión pagana, sino también un reconocimiento de la nueva identidad que adquiría al convertirse en el líder de la Iglesia Católica.
Desde ese momento, la práctica de cambiar de nombre se fue oficializando y continuó en los siglos posteriores, con algunas excepciones, tales como en el caso de Marcelino II y Adriano VI, quienes mantuvieron sus nombres de bautizo.
Según el profesor Liam Temple, historiador del catolicismo en la Universidad de Durham, afirma al medio citado que los papas seleccionan su nuevo nombre como una forma de rendir homenaje a aquellos pontífices que los han inspirado, a figuras que resistieron crisis internas de la Iglesia o que hicieron reformas significativas.
Por ejemplo, Jorge Bergoglio eligió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, quien fue un símbolo de humildad, pobreza y amor hacia los pobres y la naturaleza.
En el caso de Robert Prevost, tomó el nombre de León XIV, el cual simboliza la continuidad de una larga tradición de papas que han tomado el nombre de León, un nombre que ha sido adoptado por 14 pontífices a lo largo de la historia.
Asimismo, el nombre León ha sido utilizado por papas como León XIII, conocido por su encíclica “Rerum Novarum”, que abordó la cuestión social y la dignidad del trabajo.
El cambio de nombre al asumir el papado es, en última instancia, un acto cargado de simbolismo y espiritualidad. No solo representa una tradición que une a la Iglesia con sus orígenes, sino que también refleja el propósito y las expectativas del nuevo Papa.
En el caso de León XIV, la elección de su nombre es el primer paso hacia lo que promete ser un papado lleno de desafíos, pero también de oportunidades para guiar a la Iglesia hacia el futuro, siempre con los ojos puestos en la historia y los valores que definen a la comunidad católica.