"No puedo y no perdonaré ni olvidaré (...) Pero seré feliz hasta que me muera. Les enseñaré a los niños cómo ser felices y hacer de este mundo un lugar mejor para todos", fueron las palabras de Eddie Jaku al podcast No Filter.

Un nombre que a muchos no les sonará de nada, pero que arrastra a sus espaldas una vida cargada de horrores y dolor, pues se trata de uno de los pocos sobrevivientes al holocausto nazi que han vivido para contarlo hasta hoy.

Ahora, Jaku tiene 98 años, pero aún puede recordar el momento, hace más de 75 años, cuando se encontró cara a cara con un hombre llamado Josef Mengele.

Supervivencia

Eddie, que era un estudiante de ingeniería antes de la guerra y sobrevivió gracias a sus habilidades en el campo de concentración Auschwitz. Su familia no tuvo la misma suerte.

 "Cuando llegamos, conocimos al carnicero más grande que haya vivido. Su nombre era Dr. Josef Mengele (...) Nunca volví a ver a mi padre. Mi padre, de 52 años, y mi madre, de 43, murieron esa noche en una cámara de gas. Pasaron 20 minutos antes de que se asfixiaran", relató.

Fue nombrado gerente de un taller a cargo de mantener 200 máquinas en funcionamiento, y durante dos meses lo enviaron a trabajar directamente para Mengele, quien le encargó que hiciera una pequeña mesa de operaciones.

En esa mesa, el infame doctor Mengele realizaría horribles experimentos médicos con los prisioneros judíos durante la guerra.

El secreto de la felicidad