Crítica de Cine: 31 Minutos – Calurosa Navidad, un cierre perfecto para el gran año del show
El nuevo especial navideño del noticiero más desordenado y querido de la televisión refuerza todo lo que los hace únicos: humor absurdo, identidad local, personajes inolvidables y un espíritu creativo que demuestra que este mundo de títeres sigue más vivo que nunca.
No tengo buenos recuerdos de la primera película de 31 Minutos. Algo en su humor y su ritmo no lograba cuajar, mientras que la propia internacionalización del programa hacía notar sus efectos. Personalmente sentí que la chispa de la serie, esa mezcla única de caos e ingenio, se había diluido en una historia que dependía más del despliegue técnico que de su alma.
Con los años, esa impresión se atenuó. La compañía detrás del programa siguió creando momentos memorables con giras, conciertos y montajes que mantuvieron en alto a la marca. Y en ese renacer, 31 Minutos: Calurosa Navidad se siente como la coronación de un gran ciclo que recientemente tuvo al hito que representó el TinyDesk.
Ahora esta película llega de la mano de Amazon Prime Video y sin duda que sorprende desde su arranque, el cual incluye al clásico logo de MGM. Desde sus primeros segundos también se anticipa un guiño a los especiales navideños de antaño, por lo que la influencia de Rankin/Bass también es notoria.
En ese panorama, el relato se presenta como un cuento que inicia entre pingüinos y fogatas de hielo para revelar una crisis: una ola de calor en Titirilquén provoca que el Polo Norte decida suspender la Navidad por completo, generando un caos festivo inesperado.
Esa decisión afecta directamente a Tulio Triviño, incapaz de aceptar la idea de quedarse sin regalo. Y desde ese impulso tan propio del personaje, el equipo de 31 Minutos emprende una seguidilla de intentos por revertir el desastre navideño.
Primero buscan bajar la temperatura global con métodos tan cuestionables como un gigantesco ventilador, mientras la ciudad literalmente se quema de calor, y dan rienda suelta a un humor absurdo que funciona. Ahí llevan la lógica interna de la serie al extremo, logrando en el camino resultados delirantes y visualmente ingeniosos.
Obviamente ese plan inicial fracasa, por lo que surge una nueva misión: salvar la Navidad, y los regalos, a cualquier costo.
En esa travesía, Juan Carlos Bodoque se convierte en el eje clave y su viaje al Polo Norte para recuperar los regalos sirve como columna vertebral. El personaje se luce a cada minuto, recuperando esa mezcla de ironía, torpeza y carisma que la audiencia tanto recuerda.
Mientras tanto, el resto del equipo arma un especial televisivo que escala rápidamente en la ruta del desastre. Esa dinámica caótica se siente muy fiel a la serie, pues nada sale bien y, aun así, cada situación jocosa se siente fresca e inventiva.
A lo largo del camino también aparecen duendes, renos y Viejos Pascueros callejeros, mientras que los personajes secundarios también logran hacerse de un espacio. En todo eso hay muchas situaciones absurdas y dinámicas que funcionan sin caer en la repetición.
En todo eso, uno de los aspectos más logrados es su ritmo. La película dura poco más de 80 minutos y no se permite momentos muertos. Cada escena propone una idea nueva o impulsa un gag visual que refuerza el tono juguetón y crítico de la historia.
Los chistes también destacan por su creatividad. Hay ovnis que caen asados por la ola de calor. Los letreros se deshacen. Todo contribuye a un mundo exagerado, pero coherente con la tradición del programa.
El rescate de los personajes es uno de los puntos fuertes y la película logra integrar al elenco completo sin que se sienta forzado. Aunque Bodoque lleva el peso del relato, el resto no queda relegado a meros cameos decorativos.
Y aunque hay una ausencia de un gran tema musical nuevo, por lo que no hay una canción que alcance a convertirse en un hit instantáneo, los números musicales funcionan y mantienen el sello clásico del programa.
En ese camino destaca especialmente un cover de “Mi Muñeca me Habló” junto a Julieta Venegas en pantalla. La mezcla entre su presencia y el mundo de títeres genera un resultado cálido, que encaja sin problemas en la identidad visual del especial.
También se agradece la sensación de pertenencia local. La película se siente profundamente chilena. Hay modismos, referencias cotidianas y chistes culturales que recuerdan por qué el programa se ganó un lugar en la memoria colectiva.
Incluso cuando mencionan “santas” en lugar de Viejos Pascueros, la esencia no se pierde. Momentos como Guaripolo vendiendo helados de choclo -“calientitos los helados”- basta para conectar con el humor absurdo que consagró a la serie desde sus inicios.
Ese espíritu es el corazón del especial. 31 Minutos: Calurosa Navidad conserva esa mezcla entre sátira, ternura y caos controlado. Y, sobre todo, mantiene viva la idea de que siempre pueden reinventarse sin traicionarse.
La producción también se nota sólida. La calidad de los títeres, la fotografía, las texturas y el diseño siguen a un nivel altísimo. Cada escena confirma que el equipo domina por completo su lenguaje visual.
El mayor logro es que la película se siente auténtica. Retoma la identidad de la serie, la honra y la adapta al formato largo sin que se sienta estirada ni vacía. Es un especial navideño, pero también una celebración del espíritu de 31 Minutos.
Al final, Calurosa Navidad logra algo que la primera película no consiguió: reconectar con la esencia del programa. Es ingeniosa, cariñosa, absurda y completamente fiel al universo que construyeron hace dos décadas.
Es, en síntesis, todo lo que esperan los seguidores de 31 Minutos. Y ojalá sea apenas el primer paso de una nueva etapa, porque un mundo con Tulio y compañía siempre será un mundo mejor.
31 Minutos: Calurosa Navidad ya está disponible en Amazon Prime Video.
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