Por Paulo QuinterosCrítica de cine: Me Rompiste el Corazón, una cueca chora tan imperfecta como debe ser
La película de Boris Quercia rescata el universo de Roberto Parra y la Negra Ester con música, bohemia y teatralidad, en un relato que no funciona del todo.

Hablar de Me Rompiste el Corazón, la más reciente película de Boris Quercia, no es solo enfrentarse a una obra cinematográfica que se presenta en 2025. Es también dialogar con una de las piezas culturales más decisivas de la segunda mitad del siglo XX en Chile: La Negra Ester.
A partir de los versos de Roberto Parra, y de la genialidad escénica de Andrés Pérez, aquel montaje de 1988 redefinió la manera en que el teatro chileno podía relacionarse con la identidad popular.
La película de Quercia llega, por tanto, cargada de expectativas y de una memoria colectiva ineludible, instalándose en el territorio simbólico de la chilenidad profunda, donde confluyen la bohemia, la pobreza, el alcoholismo y la música que brota desde las entrañas de la cueca chora.
Y esa raíz, tan anclada en la cultura de barrio y en la oralidad popular, es el néctar con sabor a pipeño de un relato que ahora se expande al lenguaje cinematográfico.

Me Rompiste el Corazón se lanza a ese desafío con todos los riesgos que implica. Claro que Quercia no es ajeno a esta historia, ya que fue parte del elenco original de La Negra Ester, encarnando a Roberto Parra en el montaje de Andrés Pérez.
En su condición de testigo privilegiado, el director de Sexo con Amor le otorga a la película una capa adicional de interés, reinterpretando una vivencia que formó parte de su propio recorrido artístico. Y esa cercanía se nota tanto en la atención a los detalles como en la libertad con la que juega con los recursos teatrales, sin intentar borrar del todo la huella de las tablas.
De hecho, si en la obra de teatro original la Regia Orquesta fue esencial para imprimir vida y energía a la puesta en escena, en la película la música vuelve a ocupar un lugar central. La cueca y las tonadas de Roberto Parra son aquí no solo banda sonora, sino también comentario emocional y una articulación narrativa.
Álvaro Henríquez, figura clave de la música chilena, se integró al proyecto como una suerte de heredero natural de aquella tradición y, a la vez, también es un personaje al dialogar con un Roberto que en pantalla le da el relevo para mantener viva a la cueca chora. Y su presencia no solo asegura la calidad musical de la película, sino que también refuerza la línea de continuidad con la apropiación que Los Tres hicieron en los años noventa del legado parriano.
De este modo, el filme conecta con la memoria colectiva de quienes vivieron la irrupción de La Negra Ester en teatro, pero también con generaciones posteriores que reconocen en la música un puente hacia una identidad bien chilena.

Pero una película como Me Rompiste el Corazón no puede descansar únicamente en su guion o en sus recursos estéticos y estilísticos. Necesita intérpretes capaces de encarnar esa mezcla de crudeza, ternura y picardía que caracterizan al universo de Parra. Y aquí el elenco funciona con eficacia, incluyendo sus dos roles protagónicos.
Daniel Muñoz, actor emblemático por su capacidad de transitar entre el humor y la tragedia, ofrece un Roberto Parra entrañable. Su trabajo se sostiene en la naturalidad con la que transita de la risa a la melancolía, convirtiéndose en motor de la dramedia. No es casualidad tampoco que Muñoz, desde hace décadas, haya explorado en su propia carrera la música popular y la cueca, por lo que su presencia en pantalla se vuelve un vínculo orgánico que se siente parte natural del componente musical que cobra vida.
Por su parte, Carmen Gloria Brenski enfrenta el desafío monumental de encarnar a la Negra Ester, rol que quedó tatuado en la memoria colectiva gracias a la interpretación de Rosa Ramírez. Brenski evita la imitación y apuesta por una Ester propia, cargada de pachorra, logrando mantenerse en pie ante la sombra que ejerce un rol tan icónico.
En ese contexto, una de las decisiones más llamativas de Quercia es que no intenta ocultar las limitaciones presupuestarias de la producción. La película recurre a maquetas, pantallas verdes y recreaciones en blanco y negro del Chillán antiguo para suplir la falta de grandes escenarios reconstruidos, avanzando en pro de escudriñar también en lo que definió a Roberto desde su niñez. Esa apuesta, lejos de convertirse en un defecto, aporta una estética particular que dialoga con las raíces teatrales de la historia.
De hecho, varias secuencias tienen la impronta de una cámara frente a las tablas, con un registro más cercano al teatro filmado que al cine tradicional. Su resultado se convierte en un gesto audaz que afirma la identidad de la película: más que esconder su origen teatral, lo abraza y lo convierte en marca de estilo.

Pero si el mestizaje entre teatro y cine funciona como sello, lo mismo no puede decirse de una capa más televisiva que se cuela en una narración que comienza con el logo del CNTV. Es algo que se nota especialmente en el dispositivo narrativo que abre y que se siente ausente en el cierre de la película.
Sin entrar en muchos detalles, los primeros minutos muestran a Daniel Muñoz, el actor, preparándose para hablar del proyecto cinematográfico en cuestión. Más tarde, esa referencia vuelve a aparecer como paralelo con la vida de Roberto Parra. Sin embargo, el recurso queda muy, pero muy en el aire.
Más aún, todo el relato llega a un clímax lógico, que no detallaré, pero termina extendiéndose para ser mucho más conciliadora con la vida posterior de Roberto Parra. Ese gesto no solo debilita la potencia lograda, sino que también refuerza la falta de cierre para la historia con el Daniel Muñoz actor. Tampoco ayuda a ese detalle que otro de los dispositivos de la película, las escenas entre un Roberto viejo y un joven Álvaro Henríquez, sí están mucho mejor integradas al relato.
Pero más allá de ese tropiezo en el cierre, Me Rompiste el Corazón merece ser recuperada como un ejercicio que rescata la tradición de Roberto Parra y la Negra Ester, siendo un espejo de una chilenidad que últimamente se prefiere dejar de lado.
A la larga, Me Rompiste el Corazón late al compás de la cueca chora, imperfecto en sus formas pero honesto en su sentir. De hecho, lo más destacado es que película, que nunca iba a lograr capturar en la botella el rayo de la obra de teatro, logra hacerse valer mientras rinde tributo al espíritu de Roberto Parra y de la Negra Ester, cantando con el corazón roto, pero con la misma fuerza con que Chile ha sabido siempre transformar la pena en canto y la herida en fiesta.
Me Rompiste el Corazón ya se encuentra en cines.
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