Por Paulo QuinterosCrítica de cine: Superman es la película definitiva de lo que siempre fue, es y será el hombre de acero
El director entrega la versión más fiel, luminosa y profundamente comiquera, en una película que no solo abraza su mitología, sino que también recuerda por qué sigue siendo el superhéroe definitivo.

Desde que Superman voló por primera vez en la pantalla grande bajo la dirección de Richard Donner en 1978, el cine de superhéroes ha intentado, una y otra vez, capturar la esencia del último hijo de Krypton.
Algunos lo hicieron replicando la fórmula de forma segura y a la vez parca (como ocurrió con Bryan Singer en Superman Returns), mientras que otros buscaron nuevos caminos con resultados divisivos que hasta el día de hoy generan discusión (como Zack Snyder). Sin embargo, ninguno había logrado una síntesis real de lo que representa Superman en el universo de los cómics. Hasta ahora.
Con su versión de Superman, James Gunn logra lo que parecía inalcanzable: llevar a un entorno live-action la riqueza mitológica, estética y emocional del personaje más emblemático de DC Comics. Y no solo lo consigue; lo hace en un contexto cinematográfico donde el cinismo y la oscuridad muchas veces eclipsan el idealismo que definió a los superhéroes desde sus orígenes, pensados como historias para niños.
Bien lo expresó Alan Moore, autor no solo de Watchmen, sino de un par de las historias que mejor condensan la esencia del héroe creado por Jerry Siegel y Joe Shuster, quien siempre ha cuestionado el amor infantil hacia el género del cine de superhéroes y los peligros que eso representa en la ruta hacia el fascismo.
En ese sentido, la película de Gunn es, ante todo, una celebración del Superman de los cómics, pero aterrizándolo a un terreno cotidiano que no se olvida de lado más infantil que siempre ha caracterizado a estas historias.
Aquí Superman no es solo el que vuela, golpea con fuerza y lanza rayos, que es la idea básica de la gente que nunca ha tenido interés en el personaje, sino que también es el que inspira y puede comer en un carrito en la calle. Y, por sobre todas las cosas, también es el que actúa sin esperar retribución, representando así la idea radical - especialmente en estos tiempos - de que el poder no es para dominar, sino para proteger.

A su alrededor, Gunn también construye una Metrópolis que no es solo una ciudad genérica con rascacielos, sino un espacio que emana el ADN de las viñetas: tecnológica, luminosa, agitada, vibrante y, obviamente, con todos los lugares emblemáticos que encabeza el globo terráqueo del Daily Planet.
Pero, más importante que un mero telón, la cámara se mueve con una energía que termina elevando sus momentos dignos de una ilustración a página completa, mientras que los personajes literalmente parecen sacados del lápiz de Curt Swan.
Y en todo ese camino, las secuencias de acción abrazan la idea de que Superman salió de Action Comics y conceptos que no olvidan que, en estos mundos basados en los cómics, pueden existir extraterrestres que encierran ciudades completas en una botella.
Es decir, realmente todo está al servicio de una narrativa que no teme ser colorida, fantasiosa o abiertamente esperanzadora. Y David Corenswet, el actor elegido para esa tarea, está simplemente perfecto para portar la capa, abrazar sus imperfecciones que lo convierten en más humano que los propios humanos e irradiar su corazón a través de la S en el pecho.

Sin entrar en muchos detalles, la trama de esta nueva película, que también es el punto de partida de un nuevo universo, ubica a Superman en un punto de quiebre.
Tras intervenir unilateralmente en un conflicto militar internacional para salvar vidas, el mundo comienza a dudar de sus motivos, tras años en los que el hombre de acero ha trabajado por el bien común y no ha ocultado su condición de inmigrante alienígena.
Pero, a ojos de periodistas, políticos, militares y gobernantes, el héroe salvador ya no es solo un superhombre que vuela sobre los mortales, sino que también es un ser foráneo que puede cambiar el curso de la historia. Y, obviamente, eso lo hace profundamente peligroso para quienes quieren controlar el poder.
Es ahí donde entra uno de los mejores aspectos de la película: Lex Luthor, interpretado de forma notable por un Nicholas Hoult que reluce su pelada y su ambición desmesurada.En ese sentido, aquí es presentado como un magnate que no solo detesta a Superman, sino que también construye un aparato global de desinformación para desprestigiarlo.
Y la película sin duda acierta al recuperar uno de los motores narrativos del villano: el odio de Luthor es, a la vez, un reflejo de su ego herido. En un mundo sin Superman, él habría sido el salvador. Con Superman presente, solo es un hombre pequeño ante la verdadera grandeza.

Otro de los logros de Superman es que, aun con su ambición de expandir un nuevo universo cinematográfico, nunca pierde el foco. Aunque vemos a la Justice Gang liderada por un delirante Guy Gardner, el corazón de todo esto es Superman. Igualmente eso no impide que desfilen secundarios que enriquecen este mundo, incluyendo la presencia de Krypto, el cual se roba cada escena en que aparece y encarna con humor y ternura lo absurdo y entrañable del material original.
En ese avance, Gunn claramente se inspira en elementos de clásicos como ¿Qué le sucedió al Hombre del Mañana? y All Star Superman, pero también del primer número de 1938, ese en el que Kal-El enfrentaba a abusadores y políticos corruptos.
Por todo lo anterior, sin duda se siente como el Superman más completo visto hasta ahora en el cine: uno que lucha contra la injusticia estructural y también el que puede enfrentarse a monstruos espaciales sin perder nunca de vista su brújula moral o los daños colaterales a los civiles inocentes.
En ese camino, no todo está completamente ajustado. Aunque Rachel Brosnahan está excelente como Lois Lane, y varios secundarios brillan en distintos momentos, lamentablemente queda relegada una vez que la película prefiere hacer cosas increíbles con Mister Terrific o profundizar en los peligrosos alcances del plan maestro de Lex Luthor, que incluye múltiples peones y un par de seres poderosos que están al servicio de la acción.

Pero aún así, lo más notable es que Superman logra algo que muchas películas del género olvidaron: recordarnos por qué este personaje importa. En una época en que la ironía se convirtió en escudo narrativo, Gunn recupera el idealismo sin caer en la ingenuidad y saca partido de su manejo de la comedia para crear un mundo bastante vivo y entrañable.
A la vez, muestra que el mundo es complejo, que hay grises, pero que aun así vale la pena creer en alguien que siempre elegirá hacer lo correcto. Y eso no solo la convierte en la película más Superman posible, sino que también expande ideas que se sienten realmente revolucionarias ante nuestro mundo cínico, descreído y desencantado.
Solo queda remarcar que esta Superman no solo es la versión más cercana a los cómics que el personaje ha tenido en el cine, sino que también representa el mayor acto de amor hacia la fuente. Ninguna otra producción anterior —ni siquiera aquellas salidas de la imaginación desbordada de James Gunn, con mapaches armados o estrellas gigantes alienígenas— había logrado capturar con tanta fidelidad y devoción el corazón mismo de las viñetas.
Aquí todo respira cómic: desde el trazo emocional de sus personajes hasta el colorido del mundo que habitan. Y lo mejor de todo es que no lo hace con nostalgia, sino con una mirada contemporánea que entiende lo que Superman puede y debe ser hoy.
Como puntapié inicial del renovado universo cinematográfico de DC Studios, la película también establece su hoja de ruta con claridad: si este nuevo mundo va a existir, debe girar en torno a ideas que trascienden el espectáculo. Porque, más allá de los golpes y los vuelos, el mensaje es claro: la esperanza no es solo un símbolo en el pecho del protagonista, es el verdadero motor de esta historia. Y no hay nadie mejor que Superman para recordarnos que aún es posible creer en algo.
Superman tiene un pre-estreno este martes 8 de julio y llegará oficialmente a los cines el 10 de julio.
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