El nuevo cómic Revolución en Orión Cinco propone una mirada incómoda y provocadora sobre el poder, la memoria y los relatos oficiales, utilizando los códigos de la space opera y la ciencia ficción para hablar de algo mucho más cercano.

Su historia, como el título indica, ocurre en el planeta Orión Cinco, un lugar en donde la épica revolucionaria ya es pasado, los héroes han envejecido y la historia oficial comienza a resquebrajarse.

Lo que alguna vez fue símbolo de esperanza hoy aparece como un territorio dividido, marcado por la herencia de una revolución que prometía democracia, pero que terminó manipulada por Rómulo, un gobernante excéntrico que reescribe el pasado para sostener su poder.

En ese contexto, la nave Júpiter - ícono de la lucha revolucionaria - ha sido restaurada como museo y vuelve a despegar bajo el mando de una nueva generación. Ese vuelo ceremonial, sin embargo, pronto se transforma en el detonante de una nueva batalla. No solo por el control político de Orión Cinco, sino por algo más profundo: quién tiene derecho a contar la historia.

Con guion de Claudio Álvarez (El Último Detective, El Gran Guarén) y dibujos de Gonzalo Martínez (Mocha Dick), Revolución en Orión Cinco es una novela gráfica publicada por el sello Reservoir Books de Penguin Random House, que mezcla humor, acción y crítica política con una identidad profundamente latinoamericana. La siguiente es nuestra conversación con los autores.

¿Qué es lo que más les gusta de la ciencia ficción? Porque obviamente la ciencia ficción no solo habla de naves espaciales, robots o extraterrestres: siempre habla de la condición humana. ¿Qué es lo que más les atrae de ese género?

Claudio Álvarez: Yo creo que es la posibilidad de utilizar metáforas, a veces más obvias y a veces menos obvias, para hablar de la condición humana, de lo que pasa y expresar un punto de vista. Te permite cargar el mensaje de imágenes que hacen que la predisposición de quien te escucha cambie. Es como un lobo con piel de oveja, ¿cachai? A lo mejor alguien está súper a favor de gobiernos autoritarios, pero igual le gusta Star Wars. Y ahí te enchufaron algo que está hablando de otra cosa.

Esa doble capa que puede tener la ciencia ficción te permite decir muchas cosas disfrazadas de aventura espacial, y que el mensaje entre de una forma no directa. A mí eso me parece súper interesante: hablarte de algo y pillarte con las defensas abajo. Tú crees que estás viendo otra cosa y, al final, el mensaje entra igual. Eso es lo que más me gusta, al menos, de Star Wars.

Gonzalo Martínez: Además está el “¿qué pasaría si?”, la ucronía. ¿Qué pasa si esto ocurre en el futuro? La ciencia ficción entretenida es la que tiene una carga sociológica importante. Dicho eso, nosotros hicimos una especie de trampa, porque en realidad queríamos hacer una space opera, que no es exactamente ciencia ficción dura. Pero terminamos hablando de cuestiones sociales, de miedos, de angustias, de las complejidades del mundo actual. No era exactamente lo que yo esperaba, pero resultó mejor de lo que imaginaba.

En esta historia hay elementos muy reconocibles de nuestra identidad chilena, como el taxista hablando de “su general”. ¿Cómo fue trabajar sobre lo que pasa después de una dictadura espacial?

Claudio Álvarez: Eso era lo que más me interesaba hacer. Cuando trabajas con géneros tan cargados de referentes, como la ciencia ficción, es fácil caer en lo genérico. Hay códigos que ya están instalados: si un auto vuela, nadie necesita que le expliquen cómo flota.

Lo interesante para mí estaba en lo no genérico, que el taxista ande en algo parecido a un Peugeot 404, que diga “esto no pasaba cuando estaba el general”, o que una mamá le diga a los niños alienígenas que se coman la comida porque en otro planeta no tienen qué comer. Esas son cosas muy nuestras, muy chilenas. Ahí estaba lo nuevo: tomar esos códigos y clichés de la space opera y hacerlos jugar en un ambiente mucho más latinoamericano. Es como agarrar tu juguete de Star Wars y ponerte a jugar a la política chilena.

Gonzalo Martínez: Al latinoamericanizar la historia, dejó de ser maniquea. No salió blanco y negro. Salió contradictoria, compleja, como somos nosotros. Eso es algo que me da mucho orgullo: no es simplemente buenos contra malos, sino una visión del mundo más enredada, más real.

Y uno de los temas centrales del cómic es que la historia la escriben los ganadores. ¿Cómo fue trabajar esa idea, tanto desde lo narrativo como desde lo visual?

Claudio Álvarez: Eso era central. Me interesa mucho cómo se reescribe la historia desde el poder. Pasa cuando hablas con gente de otros países sobre conflictos históricos y te das cuenta de que existen versiones completamente distintas. También pasa hoy, cuando te explican lo que ocurrió en el estallido social y tú dices: “Yo estaba ahí, no fue así como lo cuentas”.

Hay una batalla cultural constante, incluso con literatura revisionista que, para mí, es ciencia ficción pura. Me interesaba mostrar cómo un grupo en el poder acomoda la historia para que le sirva en el presente.

También me interesaba hablar de las revoluciones: son necesarias, parten desde un lugar justo, pero nunca sabes cómo terminan. Cuando se acaba el objetivo común, aparecen las grietas. Esa decepción, que también hemos vivido en Chile, se cruzó con el proceso creativo del libro. El desafío fue hacer todo eso sin perder el humor, la acción y la aventura.

¿Y para ti, Gonzalo, cómo fue trabajar todo eso desde lo visual?

Gonzalo Martínez: Yo trabajo con escritores porque confío en que ellos van a construir la estructura que yo no siempre me siento capaz de levantar solo. Este libro tiene varios niveles de lectura: funciona como aventura, como comedia y como comentario de nuestra realidad.

Yo me dejé llevar por el guion de Claudio. Nunca sentí que el texto se me hiciera pesado o “ripioso”, y eso es clave. El resto fue crear el universo visual, lleno de detalles que van apareciendo naturalmente mientras dibujas.

Además, yo empecé este libro saliendo de una enfermedad fuerte. Estaba tan concentrado en la historieta que fue una experiencia muy especial: pude dedicarme completamente a un solo proyecto, algo que hoy en día es un lujo en el cómic.

Otro tema clave es cómo el héroe también puede convertirse en villano, o al menos en una figura incómoda. ¿Cómo fue construir esos contrastes?

Claudio Álvarez: La idea era darle peso al paso del tiempo, a los errores y a la experiencia. Patton Flescher es un héroe que avanzó, que tuvo otra vida, y que vuelve porque se da cuenta de que su legado está siendo usado para otra cosa. No quiere ser el héroe de nuevo: entiende que hay una nueva generación, una nueva capitana, y que su rol es traspasar experiencia.

En el caso del villano, Rómulo, fue muy entretenido construirlo mezclando rasgos de liderazgos actuales de nuestro continente. Es un tipo formal, ordenado, pero profundamente excéntrico, que se cree su propio discurso. Incluso el gato, que nació casi como una broma editorial, terminó siendo clave para mostrar esa locura del poder.

Gonzalo Martínez: Una de las cosas que a mí me gustó de la construcción de ese personaje es que está totalmente construido por Claudio. Yo, en el fondo, lo dibujé. Patton Flescher partió con unos bocetos míos: yo lo puse pelado.

Claudio Álvarez: Era como el tío Wom.

Gonzalo Martínez: Así, con bigote, pelado, musculoso. Yo pensé un poco en lo que pasaba con Arturo Prat en el caso de él, porque Arturo Prat es un tipo que se enfrentó al alto mando de la Armada. Estaba en la Esmeralda, en Iquique, castigado por Williams Rebolledo, y además era espiritista. Pero, con todo eso, Arturo Prat es el héroe de la Armada chilena, y como que lo limpiaron de esos aspectos. Yo creo que pasa algo parecido con Patton Flescher: lo estaban usando para justificar el régimen.

Por otro lado, en el caso de Rómulo, que efectivamente está totalmente construido por Claudio, yo lo dibujé ordenadito porque su forma de ser me llevó a diseñarlo de ese modo. La sensación que me da, y esto es un pelambre entre nosotros con Rómulo, es que en la política actual hay mucha gente buena que prefiere no meterse. Por lo tanto, esos espacios los llenan los chantas. Está lleno de chantas en la política.

Entonces está Estela en el cómic, que era un mejor personaje para liderar, pero seguramente dijo: “no, esto es mucho trabajo”. Y obviamente está el efecto Dunning-Kruger: la gente que cacha menos es la que tiene más convicciones. Eso es lo que yo pensaba siempre cuando dibujé a Rómulo. Lo dibujé pensando en eso: este es un gallo que tiene más ganas que talento. Aunque eso también es un poco el mea culpa de todo esto.

¿Cómo esperan que sea la recepción del cómic?

Claudio Álvarez: Ojalá que buena. Es un libro que asume riesgos, que habla de temas incómodos, pero también es un objeto muy bonito, en tapa dura y a todo color. Me gustaría que la gente lo lea, lo descubra y se enganche con su espíritu. La idea final es simple: la historia no es lo que está en los museos, sino lo que hacemos.

Gonzalo Martínez: Yo espero que lo lean y se diviertan. Es un dulce bien empaquetado. Hoy hay muchos cómics y sobresalir es difícil, pero confiamos en que la editorial le dé el alcance que merece. Yo estoy muy orgulloso del resultado.

Revolución en Orion Cinco ya está disponible en librerías y tiendas especializadas.