Por Axel ChristiansenReview: Donkey Kong Bananza eleva al simio a su estado definitivo
La nueva aventura exclusiva de Switch 2 sigue al pie de la letra la nueva fórmula creada por Nintendo para armar sus aventuras: mundos abiertos, libertad y controles finos, pero con una actitud que de todas formas logra que sienta como algo que nunca habías probado.

El año 2017, para el debut de la Nintendo Switch, la compañía lanzó lo que considero, han sido sus dos juegos más importantes desde Super Mario 64. Hablo de The Legend of Zelda Breath of the Wild y Super Mario Odyssey.
Ambos juegos, basados en sus dos franquicias más importantes, plantearon una hoja de ruta que hoy se considera como la nueva fórmula del éxito de Nintendo: mundos abiertos que premian la exploración, ambientes 3D ricos en detalles y también relatos que van un poco más allá de la misión tradicional de salvar a la princesa.
Una fórmula que se puso a prueba una vez más con el lanzamiento de Donkey Kong Bananza, el nuevo juego exclusivo para Nintendo Switch 2 en donde tomamos el rol de un personaje cuya popularidad no necesariamente se condice con la calidad de sus juegos.
A pesar de que Donkey Kong es clave en el imaginario de Nintendo —mal que mal, compartió protagonismo junto a un bigotudo plomero de Brooklyn en el juego arcade que llevó a la fama a la nipona—, siendo sinceros, todo el cariño que le tenemos como personaje viene de su rol en la saga de Donkey Kong Country de SNES, considerados obras maestras de la era de los 16 bits.
Así es como que todo lo que pensamos hoy al hablar de Donkey Kong surge precisamente de esos juegos de SNES. Su música, sus enemigos, su amor por las bananas e incluso su diseño son todos sacados del clásico que se niega a descansar y que simplemente no pudo ser igualado.
Donkey Kong 64, por ejemplo, terminó convertido en presa de la ambición de Rare por llenar el juego de personajes, artículos para coleccionar y habilidades que olvidaron la simpleza de los originales. Y desde allí Donkey Kong fue figura de juegos de ritmo, invitado en juegos de deportes y las aventuras nuevas que sacó eran simplemente reediciones de Donkey Kong Country con Returns y Tropical Freeze. Pocos se atrevieron a siquiera entregarle una oportunidad de redimirse en el plano 3D.
Pero llegó la película de Mario, la construcción de un nuevo parque basado en el universo de Donkey y con ello, la necesidad de finalmente levantar de verdad a Donkey Kong al olimpo de los videojuegos con una aventura fresca que de alguna forma se convirtiera en un nuevo referente para el personaje. Y la respuesta perfecta para esto es Donkey Kong Bananza.
El rediseño

Lo primero que quiero resaltar es lo bien que le hizo el rediseño de Donkey Kong a esta aventura. Convengamos que la identidad que le dio Rare a Donkey Kong duró mucho tiempo y pasó hasta por series de TV, pero ya no daba más.
De la figura tosca de antaño al personaje expresivo y carismático que tenemos hoy, creo que ya no hay vuelta atrás.
Para ser un personaje que solo puede comunicarse de las maneras más primitivas, el rediseño de Donkey Kong lo hace sentir mucho más como un protagonista y no solo un personaje más dentro de un escaparate. De hecho, Donkey Kong es hoy por hoy el personaje de Nintendo que ofrece mayor rango de emociones en su rostro, pensando que Mario nunca opina, Link es un soldado, Samus está cubierta por un casco y Kirby, bueno, Kirby siempre tiene hambre.
Y que Donkey haya sido el único que haya recibido este lifting también es relevante porque, aunque la gente clame por querer jugar con Diddy, Dixie y el resto del clan Kong, este juego es de DK y para hacer lo que Nintendo hizo en este juego no servía un ser que rayaba en lo realista.
Por supuesto que también sirve para hacerlo más popular ante una eventual película, pero eso ya es parte de otra conversación.
La fórmula infalible

Mucho se ha hablado de que Bananza bebe mucho de Super Mario Odyssey considerando que fueron desarrollados por el mismo equipo y poseen una estructura de juego bastante parecida: Ambos son juegos sandbox, pequeños mundos abiertos donde tienes total libertad de movimiento y donde la exploración entrega recompensas y pequeños estímulos de felicidad en cada segundo, ahora en forma de bananas, fósiles y secretos ocultos a lo largo y ancho del mapa.
La mayor parte de las cerca de 25 horas que tardé en llegar a ver la escena de créditos del juego las pasé explorando de punta a cabo cada etapa tratando de encontrar objetos ocultos, etapas de bonus, desafíos plataformeros y las preciadas bananas que, para quienes jugaron Mario Odyssey, funcionan como las Lunas de aquella aventura.
Las bananas te darán acceso a puntos para personalizar las habilidades de tu mono y los fósiles podrás cambiarlos por opciones cosméticas bastante alocadas pero entretenidas. También deberás juntar oro que podrás usar para comprar ítems y desbloquear espacios dentro del mundo y que además representa, al igual que las monedas de Mario, una suerte de sistema de vidas. Hasta ahora, muy parecido a un juego de Mario.
Pero es donde difieren las fórmulas que Donkey Kong Bananza se alza como algo que es mucho más que un clon de un juego del bigotón.
Porque si Breath of the Wild es un juego de aventuras y Super Mario Odyssey es un juego de plataformas, Donkey Kong Bananza convierte a nuestro simio favorito en un héroe de acción, mucho más cercano a Kratos que a cualquier otro personaje de Nintendo por la forma que tiene de interactuar con su entorno, por lo que los jugadores pueden esperar mucha más destrucción que en ningún otro juego producido hasta ahora por Nintendo.

Y el cambio de género es perfecto porque lo que logra Bananza con Donkey Kong es que por primera vez el personaje se sienta realmente como un gorila, dándonos la libertad de trepar por todas las paredes, golpear todo lo que está frente a nosotros y arrancar cosas del piso para lanzarlas por el aire.
Si Donkey Kong Country es tremendamente temático por su música, sus enemigos y su ambiente, en Bananza la inmersión va más por el lado de ponernos en los pies de un macaco desenfrenado, vestido solo con una corbata y ahora, con pantalones.
Lo otro que hace Nintendo para motivarnos a liberar nuestro lado más animal es que armaron un mundo gigante hecho de materiales destructibles. Es decir, puedes ponerte a hacer túneles a través de la tierra con la fuerza de tus golpes y cambiar totalmente la topografía de las etapas.
Para hacerlo, el juego tiene bien definidas sus áreas de movimiento y si bien es una aventura masiva, posee una estructura de capas o estratos que apuestan por niveles mucho más contenidos en escala, pero totalmente interactivos en cuanto a la destrucción de sus espacios.
Por supuesto, para evitar demasiado libertinaje, las etapas suelen presentar bloques con distintos tipos de dureza o bien, con algún tipo de daño que impiden que Donkey Kong lo destruya literalmente todo, pero no vas a estar muy lejos de lograrlo si es que te lo propones.

De hecho, es esta libertad de destrucción de todo lo que ves lo que hace que el juego sea exclusivo de Switch 2 porque, a pesar de que hay varias pistas de que el juego fue pensado para la Switch original, no hay manera de que el hardware antiguo pueda mostrar tanto caos en pantalla.
Además, todo el daño es en teoría permanente mientras te mantengas en ese estrato o bien, decidas en la pantalla de pausa “recargar” el lugar en el que estás.
Todo este caos corre a 60 cuadros por segundo tanto en modo portátil como en el dock, aun cuando hay partes donde hay tantas cosas ocurriendo a la vez que el framerate inevitablemente se cae, pero la mayoría de las veces fue porque de verdad quise forzar el hardware y otras, en ciertos jefes que atacaban con mucha vehemencia.
Jugar con Donkey Kong en Bananza es tremendamente divertido y satisfactorio porque es violencia pura y donde cada golpe te hace sentir más invencible.
La dificultad del juego está en la variedad de enemigos que aparecen, que tienen diferentes patrones de ataque y estrategias para ganarles, entornos que te hacen daño como espinas o piscinas de lava, y en intentar controlar el impulso de romperlo todo sin consecuencias.
¿Pero de qué trata Donkey Kong Bananza?

La aventura nos lleva a un mundo nuevo en el que DK trabaja para una empresa de minería, debido a que se han encontrado unos plátanos gigantes que nuestro personaje quiere comer con ganas. La energía del “banandio”, que es el nombre de estos cristales bananescos, le dan la fuerza a DK de seguir avanzando.
Mientras avanzamos por el tutorial, nos encontramos con los villanos principales, un trío de monos llamado Void Co., quienes forman parte de una compañía que tiene la finalidad de llegar al centro de la Tierra y, lo peor de todo, llevándose todas las bananas que más le gustan a DK.
Ahora, este es el momento en el que debemos suspender un poco la realidad y entender la estructura de Donkey Kong Bananza. El mundo de Bananza es un mundo vertical, construido en capas. Como la historia es una carrera para llegar al centro de la Tierra, tendremos que ir yendo cada vez más profundo en este planeta y ahí es cuando nos damos cuenta que en cada uno de los estratos hay un mundo totalmente distinto que puede contener una selva, una montaña con hielo, una playa, un hotel, y mucho más.
Pero a pesar de no tener ningún sentido y ser un panfleto terraplanista, el mundo en capas de Donkey Kong Bananza funciona de dos maneras: la primera es que hace sentido con la naturaleza destructiva de DK, ya que en cada mundo la misión es ir cavando más y más profundo. Y la segunda es que le da al viaje un sentido de inicio y fin casi cinematográfico, algo que se realza sobre todo con la decisión de acompañar a Donkey con una nueva compañera: Pauline.
Una nueva tecla

Muy temprano en el juego, tan solo acabando la primera capa, nos encontramos con Pauline, una niña extraviada en el mundo de Donkey Kong cuyo principal deseo es volver a la superficie. Primero aprendemos que Pauline es raptada y convertida en piedra por Void Co. y una vez nos reunimos con ella, prometemos cuidarla y llegar juntos hasta el centro de la Tierra, ojalá antes que nuestros enemigos.
¿La razón? La leyenda dice que al llegar al centro del planeta una entidad misteriosa nos cumplirá un deseo y esa pareciera ser la única forma que tiene Pauline de llegar a su hogar.
Doblada en la versión en español del juego por Elizabeth Infante, Pauline no tarda mucho en convertirse en una de las compañías de juego más adorables y carismáticas de la historia de Nintendo. Considerando que a Nintendo le encanta que sus protagonistas sean mudos pero tengan compañías que van desde hadas hasta sombreros parlanchines para que hagan de traductores frente a un mundo nuevo, el rol de Pauline y Donkey es mucho más activo y dedicado a generar una relación de amistad y cariño entre ambos personajes.
Es la versión de Nintendo de un truco usado un millón de veces: el simio torpe y atolondrado (que es como se ve un padre) y la niña que le cambia la vida a pesar de no ser suya (que podría ser nuestra hija), en una fórmula que ha pasado desde Los Simpsons hasta The Last of Us.

La nobleza de Donkey y la calidez de Pauline, y sobre todo los giros que va tomando la historia mientras avanza, hacen que uno piense inmediatamente que este es un juego creado por Nintendo para ser adaptado al cine. Sobre todo, si además tomamos en cuenta que el principal poder de Pauline en esta historia es el canto.
Si bien Pauline nunca se involucra de manera directa con el ambiente —a menos de que usemos el modo cooperativo de dos jugadores que no es tan bueno para ser sincero— la voz de Pauline sirve para abrir caminos sellados gracias al tono de su voz, guiarnos a nuestro objetivo en caso de que estemos perdidos y lo más importante, es el catalizador del modo Bananza, que son transformaciones que Donkey Kong logra hacer en conjunto con Pauline para cambiar de forma y adquirir nuevas habilidades.
Por ejemplo, puedes ser una especie de Super Gorila que gana fuerza para romper paredes de materiales más duros, una cebra que es capaz de correr muy rápido o un avestruz que puede flotar y usar corrientes de aire para elevarse. Cada transformación está pensada para avanzar escenarios específicos, derrotar jefes y más, aunque siento que hay algunas transformaciones que son más útiles que otras.

Por ejemplo, el modo Super Kong es súper útil en todos los mundos, pero el uso del avestruz es mucho más reducido. Y es raro porque a pesar de la naturaleza abierta de los niveles, la progresión de las capas de la Tierra es súper lineal, por lo que los desarrolladores sabían que al llegar, por ejemplo, a la capa 800, debiste haber pasado y desbloqueado dos habilidades anteriormente.
Por otro lado, me imagino que diferentes jugadores sacarán jugo a diferentes transformaciones. La velocidad de la cebra debe ser clave para quienes busquen hacer speedruns o prefieran el desplazamiento horizontal sobre el vertical. Pero mi caso mucho más caótico, todo lo que significara hacer más daño a los enemigos y al entorno, era bien recibido.
También agradezco que esté Pauline porque creo que todo lo que recuerdo del juego tiene que ver con ella, y es que si bien Bananza es un juego con mucha variedad de música, escenarios, niveles y jefes —y es un juego extenso también, sobre todo si quieres sacar el 100%— no es uno que sea particularmente memorable. Las canciones, por ejemplo, suelen ser más ambientales que repetitivas, salvo las tonadas que suenan cuando estás transformado que son cantadas por Pauline y de verdad son hitazos.
El resto del soundtrack, que posee más de 100 temas, no llega a consolidar ningún nuevo clásico que quiera escuchar en loop —salvo el primer nivel y el de la jungla— aunque debo reconocer que sí me gusta que mientras más vas descendiendo dentro del mismo estrato, la música también va variando. Es un buen ejercicio de variedad, pero no necesariamente de calidad, salvo en momentos específicos como jefes, transformaciones y uno que otro easter egg oculto.
Nostalgia acotada

Una de las primeras preguntas que surgieron al conocerse la historia del juego es de qué manera entraba Pauline en esta aventura, considerando que canónicamente, Pauline es la primera princesa que rescataba Mario en el primer Donkey Kong de arcade.
Y si ahora es una niña, ¿significa entonces que es una precuela, un universo paralelo, una reinvención de toda la saga?
Cuando lo cierto es que si bien el juego hace bien en no responder nada inmediatamente ni dar paso a las teorías conspirativas que rondaron por internet, sí es un juego que no reniega de lo que ha sido Donkey Kong en su pasado, a pesar de este rediseño mucho más expresivo.
Por ejemplo, personajes como Cranky Kong, Diddy, Dixie y el rinoceronte Rambi aparecen pero más como cameos que como personajes utilizables en el juego, lo cual me parece muy bien, ya que no nos distraen del hecho de que esta es una aventura de Donkey Kong. Sí sirven para recordarnos que Donkey Kong Country efectivamente sí ocurrió, pero que tampoco debemos quedarnos pegados en esa etapa.
Y sí, hay varios homenajes dispuestos a lo largo de la aventura, unos más que otros. Por ejemplo, los barriles siguen siendo el principal método de transporte del mono, hay globos que ahora no son vidas pero te salvan de caídas y los escenarios con el carrito siguen siendo obligados.

Pero por ejemplo, la mayoría de la música del juego es totalmente original, con solo algunas etapas de bonus y momentos como al ir a grabar que nos llevan a la música original creada por David Wise, de forma similar a la que las canciones clásicas de Mario siempre van a estar presentes en sus juegos por un tema de identidad pero no más que eso.
De hecho, hay algo que me llamó mucho la atención: como conté arriba, en los niveles del juego hay fósiles que están enterrados en la tierra y que sirven para pagar principalmente por cosméticos. Al principio estos fósiles suelen ser de cosas que uno podría esperar como flores extintas, dinosaurios o peces, pero mientras más hondo vas cavando, ya empiezas a encontrar fósiles que son referencias a antiguos juegos de la serie.
Y es algo que siento va más allá de la referencia, y es que si escarbas lo suficientemente profundo, sí, vas a encontrar toda la nostalgia que quieras, pero en su superficie, Donkey Kong Bananza es un juego que efectivamente brinda una nueva vibra y presencia al personaje que finalmente le permite desprenderse de tener que vivir siempre de la memoria del SNES.
El mayor triunfo de Donkey Kong Bananza es que Nintendo logró finalmente crear una obra definitiva para celebrar a uno de sus personajes más queridos con una jugabilidad fresca, renovada y una historia que, aunque suene raro en un juego de Nintendo, es cautivante.
Donkey Kong Bananza es un juego que no puedes dejar pasar si tienes una Switch 2, y no solo me da esperanzas sobre lo que pueda ser el futuro de este mono, sino que de lo que pueda llegar a hacer la sangre fresca de Nintendo con un hardware que no limite tanto la imaginación.
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